Hacia una cultura del Disfrute: Sucre, historias en la yema de los ojos

Sucre, hacia una cultura del disfrute (IV).
La perla de la Mojana.

9b8e2f57-419d-40d9-aaf4-e44db2e12906
Existe un marcado paralelismo entre Gabriel García Márquez y este pechito que aquí escribe. Ambos, Gabo y yo, coincidimos en Sucre- Sucre, la Perla de la Mojana, claro, con casi 30 años de diferencia. Ambos nos despuntamos en el amor en este pueblo mágico , el espacio más grande de su portentosa obra literaria. El tenía 17 años , estaba enfermo. Y yo apenas cumplía los 18 y no sabía qué iba a hacer con mi vida. Acababa de culminar el bachillerato y cometía innumerables horrores matemáticos y de ortografía.

Ambos decidimos nuestro futuro en la tierra de la Marquesita de la Sierpe. Él decidió ser escritor mientras se recuperaba de una enfermedad en una hamaca colgada entre un bosque de árboles, en la orilla del Mojana. Sus amigos de Barranquilla le enviaron una caja de libros, entre los cuales descubrió a Faulkner y la forma de atornillar las historias, como si fuese una obra de carpintería, remachando clavos y atesando el cuero.

Me lo imagino, con sus ojos absorbiendo toda aquella magia de otros ojos y bocas que cuentan historias de la vida real, sin inmutarse. De mujeres que miran a los ojos y deciden desde un pretil la suerte de ambos. “Tu vas con aquel, yo con el otro”.

la perwla1
En 1979, al terminar el bachillerato, en San Jacinto, no había decidido qué estudiar. Tampoco había plata. De modo que en 1980 me matriculé en el Instituto Parras Paris, del Carmen de Bolívar, en secretariado comercial, donde me enseñaron a manejar la máquina de escribir, la taquigrafía y ortografía. En mayo de ese año, interrumpí mis estudios y me fui por unos días a Sucre, donde un hermano vivía. Mi madre me envió para que lo vigilara, pues estaba perdido en un amor que para ella era imposible. Casi me quedó viviendo allá, porque La Mojana me atrapó. Yo no había leído a García Márquez. En primero de bachillerato me regalaron como premio por ocupar el primer puesto la novela “El Cristo de Espaldas”, pero después, a falta de bibliotecas y de quien me despertara la importancia de la lectura, apenas leía las revista de Reed Reader , que un hermano coleccionaba. Nada más.

Allí, en Sucre – Sucre, decidí matricularme en periodismo y ese otro año (1981), me matriculé en la facultad de Ciencias Sociales de la Comunicación, de la Universidad Autónoma del Caribe. Quienes nos iniciábamos en medio del Boom para esa época fuimos marcados por el estilo mágico de Gabo, pero en mí se fue imponiendo el realismo estoico, especialmente porque nos tocó atravesar la guerra reciente, que dejó ocho millones de víctimas en Colombia.

La gente encontraba en mis escritos cierto regusto montarás que no era por la lectura de Gabo, que vine a leer con mayor frecuencia a partir de “La Mala Hora” y “Crónica de una Muerte Anunciada”, especialmente ésta, porque me enteré que había ocurrido precisamente en el pueblo sucreño donde me despunté en el amor.
Lo mío no eran las lecturas ordenadas, sino la oralidad del abuelo, el asombro de aquellas historias de pretiles y de esquinas parlanchinas, del hombre que trasiega caminos echando cuentos y fumando tabaco, saludando hasta a los árboles.

la perla
Uno, tratando de hacer el balance sobre esta cultura del disfrute, no halla con cual de las seis subregiones de Sucre quedarse. Todas tienen su magia, porque Los Montes de María, que nos unen con Bolívar, así como La Mojana con Antioquia y Córdoba, son espectaculares, llena de música, de personajes universales y de principios de modernización, con la exportación del tabaco.
A Sucre-Sucre, Guaranda y Majagual, donde he cultivado importantes amistades, son tres pueblos espectaculares. Sucre, que es el más hundido en la depresión, donde confluyen tres ríos, parece estancado en el siglo XIX, lo que le da cierta magia y encanto. Estuvimos allí en abril de 2018 con miembros de la Unión de Escritores de Sucre y vimos que las historias yacen allí con toda su energía, con un zumbido milenario que te sacude el oído, con mujeres que te miran a los ojos sin temor.
Sucre es el único de estos tres bellos pueblos donde no se llega rodando en pavimento, porque el tramo de carretera desde Majagual sigue siendo una trocha, que hace de la aventura un deleite, atravesando parajes viejos.
Allá nos recibió el profesor Isidro Álvarez, con la Fundación Pata de Agua, quien cumple una bella labor de preservar el alma garciamarquina, en ese espacio intocado de la tarulla.

(Continuará)

 

Alfonso Hamburger

Celebro la Gaita por que es el principio de la música.

Deja una respuesta

Your email address will not be published.

Previous Story

¿Cuál es la mejor zona de Sucre para viajar?

Next Story

¿Qué hacer para salvar el periodismo?