De periodista a prosumidor. Alguna vez aspiro a ser periodista.
Admiro a algunos ex colegas- Ya no me considero periodista, sino prosumidor-, que tienen la valentía de poner sus fotos y textos en los perfiles de sus muros celebrando el día en que Antonio Nariño promulgó los derechos humanos.Yo lo que pienso es que esos “colegas”, que son de hecho muy inteligentes y capaces, no deberían recordar que son periodistas y celebrar “su día” con todo su ego, recordando que son periodistas , orgullosos del oficio, con esos textos repetitivos, sino haciendo periodismo de verdad, que puede ser jalándose una buena entrevista, un excelente reportaje, una buena crónica o escribiendo una fuerte columna de opinión donde cuestionen la difícil situación que atraviesa la profesión. O al mismo Gobierno.
Yo entiendo que cada uno mata los piojos a su manera. Que cada uno recibió unos talentos y que no desarrollarlos es un pecado. Que a cada uno Dios les dio un poquito de gracia y una manera distinta de salvar la cuchara. Algunos tomamos posturas independientes, sentido crítico y quizás rebelde y fuimos borraron de las agendas oficiales. Hace rato que desaparecimos de las oficinas de protocolos. Gracias a Dios no nos invitan a desayunos ni almuerzos oficiales. Tampoco nos llega la canasta de navidad del director de Sena o de la Cámara de Comercio. Y quizás perdimos la posibilidad de una buena pensión. Otros, teniendo mucho talento, optaron por la fácil. Ejercieron dos o tres años de carga ladrillos, bardearon ríos crecidos, subieron montes embarbascados , cubrieron la guerra y salvaron su pellejo saliéndose a tiempo. No estaban dispuestos a esos sueldos tan magros. Pero hoy exhiben la mejor foto con orgullo para celebrar su día.
Algunos en la primera oportunidad se casaron con la fuente que cubrían, como en el síndrome de Estocolmo, propio de quienes combaten en la guerra. Y pronto entraron en un área de confort. Siempre estuvieron de acuerdo con el Gobierno, iban a misa los domingos y compraban la leche en la tienda de la esquina. Ellos, aún siguen celebrando su día los nueve de febrero y los cuatro de agosto, día en que exhiben su mejor foto de cuando fueron reporteros. Para ellos no hay ex periodistas ni ex generales.
En cambio, quienes nos metimos en el barro y cubrimos las más de sesenta masacres que tiñeron de rojo las sabanas del Caribe, nos convertimos en victimas del Estado, sin posibilidad alguna de una digna pensión, porque nos pasó como al boxeador paisa de los olímpicos de Tokio, Yuberjen Martínez, a quien el mundo vio ganador, menos los jueces, que afortunadamente serán penalizados.
El periodismo bien hecho se acabó. Ahora lo que prima es el prosumidor. Yo, personalmente, me acomodo mas a la escritura, pero no soy escritor. La reportería, que es la base solida del oficio, con estos tiempos de redes sociales y en medio de la pandemia, parece cosa del pasado. La imagen desplazó la palabra. Lo estrambótico , el like y lo light , desplazó al pensamiento sopesado. La velocidad y el cambio es lo único constante.
La profesión del periodismo atraviesa su más profunda crisis. Y la recomendación del maestro Juan Gossain, en su última conferencia en la Universidad Tecnología de Bolívar, fue la de estudiar periodismo, pero estudiarlo de verdad, para sacarlo de estos momentos tan caóticos. En las naciones avanzadas ya hablan del periodismo inmersivo y del periodismo estructurado, del big data, del internet de las cosas, la inteligencia artificial y de una serie de avances inimaginables, mientras un grupo de ex colegas aún celebran su día eufóricamente en sus redes sociales con su mejor foto.
Hoy casualmente, mi hija menor, que estudia comunicación social y es una excelente nativa digital, estuvimos revisando mis notas de Comunicador Social, que es distinto a ser periodista. Y la conclusión que saco es que no le presté atención a esta joda. Mis notas , aunque no habilité ninguna, no son altas. Todas las pasé con lo justo, raspando el caldero, como para pasar el trance, para justificar la pensión que mis padres me enviaban mes a mes desde San Jacinto trabajando de sol a sol. Si yo fuera una figura pública, Dios debería librarme de que esas notas cayeran en manos de periodistas sensacionalistas, porque podrían destrozarme, como lo hicieron con el congresista Rodrigo Macías, que fue presidente del Senado falsificando su cartón de bachiller o el funcionario que falsifica su título para ocupar el cargo.
No le presté atención a aquello. Nunca fui conforme con la mayoría de mis profesores. Desde el primer careo supe que aquello no era lo que yo buscaba, que distaba mucho de una buena educación. Mas bien yo estaba como perdido en una ciudad donde no me sabia desenvolver. Me perdía para coger los dos buses. Y para colmo, al egresar, me mandan a cubrir la guerra y no tuve más remedio que cerrar los ojos y asumir el oficio.
Ahora que trato de cogerle el paso a una maestría en periodismo multimedios, a ver si la profesión no me bota, es que me atrevo a decir, que alguna vez aspiro a ser periodista.