José Wilfrido, una cabeza matemática.
-Hoy celebramos la vida de José Wilfrido Hamburger, hombre recto e inteligente.
José Wilfrido Hamburger, contempla el verano.
Mis padres tuvieron una prole larga y exacta, matemática. Ellos, que a los veintiocho años ya habían traído ocho hijos al mundo, tuvieron dos tandas de a cuatro. Cada tres hombres nacía una mujer. La primera tanda, todos nacidos en Bajo Grande, con Wilson Alberto, Nelson Alfonso , José Wilfrido y Viery Judith. La segunda tanda, todos nacidos en San Jacinto, la inició Alfonso Ramón ( este pechito que escribe) Henry Javier, Álvaro Andrés y Nelsy Virginia. Y José Wilfrido, el tercero de la primera tanda, quien motiva esta crónica, quien arrancó parejo con el primer lote, sin duda ha ido sacando la cabeza entre los primeros cuatro mayores, dejando regados con su inteligencia matemática al resto.
Hago este escrito en su nombre, porque en medio de la pandemia nos hizo dar un susto y lo tuvimos durante ocho días en una clínica de Sincelejo, recuperándose de un accidente laboral. Gracias a Dios, ayer almorzó guiso largo de chivo en San Jacinto e hizo la siesta en hamaca.Desde niño José Wilfrido tuvo una actitud veterana. Le gustaba la música de los viejos. Mientras a los más jóvenes nos gustaba el Binomio de Oro o Alfredo Gutiérrez, a él le gustaba Alejo Durán, Enrique Diaz y Diomedes Diaz, que ha sido su ídolo. Nada de música sabanera, porros ni cumbias. Desde que escuchó el estilo picado de Luis Enrique Martínez, se decidió por el estilo vallenato. Se enamoró tanto del Cacique de la Junta, que terminó su carrera de Veterinario en la Universidad de Córdoba a punta de cantos en las parrandas con casetes de Diomedes. Trataba de imitarlo, pero hasta allí. Era tanta la devoción, que nuestro padre, en medio de su tosquedad, llegó a decirle que si Diomedes Diaz se hubiese presentado en San Jacinto después de muerto, José Wilfrido se lo hubiese llevado a vivir a la casa.
– Parecen maricas, decía papá.
José Yaisiyn y José Wilfrido Hamburger.
Desde niño José Wilfrido fue práctico. Nunca le gustaron los juegos callejeros, porque estaba más pendientes de los animales y de construir una trampa para cazar conejos o apresto a curarle los gusanos a los terneros. No jugaba fútbol, pero era el único que tenía la verdadera noción de este juego. Nunca recibió una lección de cómo jugar al futbol porque no tuvimos televisor de niños, pero una vez nos rumió y no dijo que eso no era como nosotros lo jugábamos, que todos salíamos detrás de la pelota y cuando la alcanzábamos le dábamos una patana. No. En el futbol- nos dijo- cada jugador debe tener una posición y unas funciones qué cumplir. Aún no sé de donde sacó aquella teoría tan exacta, porque jamás habíamos salido de Bajo Grande ni visto un partido oficial, siquiera por televisión.
Siempre fue un buen organizador. Cuando estudiaba en el ITA de San Jacinto marcó el autogol más bonito de la historia. En el último año de bachillerato, en su salón sacaron una selección de fútbol con los mejores. Obvio que José Wilfrido fue excluido, porque no era su interés jugar fútbol. Con el resto de excluidos, se reunió e hicieron una carta a Don Carlos Martínez Arrieta, uno de los más grandes exportadores de tabaco de San Jacinto, pidiéndole patrocinio. Y en menos de un mes recibieron 26 uniformes, idénticos a los de Club Millonarios de Bogotá, con medias, pantorrillas y guantes para los arqueros. Mientras la selección jugaba con amansa locos, la ripia de José Wilfrido estaba impecable, como si fuese el club los Millonarios. El sorteo enfrentó a la selección A con la B. El resultado no pudo ser tan grave. Los de la A le metieron nueve goles a uno a la B. Cuando iban ocho goles a cero, decidieron subir las líneas por el gol de la honrilla. Todos subieron por el gol, dejando a José Wilfrido en la retaguardia. Uno de los compañeros, acosado por un contrario, se apoyó en José Wilfrido, que no sabia qué hacer con el balón. Fue donde el arquero le dijo “José, dámela”. Y José hizo un pase de ballet y tras media bolea, le metió el balón por el ángulo superior. Golazo, nojoda. El grito se escuchó hasta en Bajo Grande.
De izquierda a derecha, Smeir, José Wilfrido, José Yaisin y Heiber Hamburger.
José ha sido hombre de retos. Aquel nueve a uno no podía quedarse así. Eran once contra once. Se prepararon y el segundo partido lo ganaron uno a cero.
En la semana cultural de 1977, mientras yo ganaba la maratón de aquellos juegos y mi hermano Henry Javier paraba los cronómetros en los casi diez segundos, en los cien metros planos, José Wilfrido ganaba el primer lugar en el arme y desarme de una jeringuilla.
José Wilfrido no tenía inconveniente en palpar una vaca, en castrar un caballo o pelar un chivo. En la Universidad de Córdoba, cuando una carrera de cinco años se gastaba seis y siete años, José Wilfrido tuvo una sana competencia con compañeros y profesores. No tenía necesidad de meter trampa en los exámenes. Hasta que un compañero se encontró las preguntas de uno de ellos y las compartió con él, que a regañadientes aceptó. Los descubrieron. Estaba tan seguro de que había ganado el primer semestre que se fue para San Jacinto sin esperar el resultado. No habilitó, de modo que perdió aquella materia, que le descuadernó todo el esquema de exámenes. Y aun así, logró nivelarse. El y otro compañero rompieron aquel tabú de que nadie se graduaba en los años exactos. Salió con honores. Se graduó a los cinco años.
Ya en San Jacinto, graduado como veterinario, fue personero, pero renunció al puesto por no gustarle la política. Se dedicó integro a su profesión, acompañando los procesos ganaderos. Ha sido presidente varias veces del Club de Leones y Presidente del Comité de Ganaderos de San Jacinto. Varias veces lo han propuesto para Alcalde, donde no tendría rivales, pero no quiere.
Como administrador de sus cosas es exacto. Construye una casa, un kiosco, desvara un auto en una oscuridad, reconstruyéndole la mazorca al motor, alumbrándose con un fósforo. Es el encargado de llevarle las cuentas a nuestro padre cuando recibe su pensión. Y por WhatsApp cada mes entrega datos exactos, con recibos y fotografía. Un miembro de la familia recibió hace años un buen dinero como indemnización al ser negociado su cargo y pronosticó que en un año estaría limpio. Todo lo calcula.
Los Hamburger Fernandez, con el viejo.
También fue exacto como mis padres, en tener una hija después de tres hijos en fila india. Hoy los tres mayores son excelentes profesionales. Los educó no para la protesta, sino para el servicio a la Patria. Su parcela demostrativa, adquirida en un programa al Gobierno, en un proceso de distribución de tierra a once usuarios, a tres kilómetros de San Jacinto, es un modelo de cómo producir el campo, sacándole máximo provecho. Cuando fueron a distribuir los once predios a igual numero de beneficiaros por sorteo, a nadie le interesaba las casas ni las servidumbres, tampoco la parte que colindaba con la Troncal de Occidente, dizque porque era insegura. Todos estuvieron de acuerdo en que era José Wilfrido el más adecuado para administrar el pedazo. Pagó un excedente. No le quedó debiendo un solo peso al Estado. Alguno de los usuarios vendió sus propiedades y se desplazaron. Con frecuencia llegan estudiantes de las Universidades a ver cómo hizo para levantar una granja tan productiva, donde combina la ganadería, la apicultura, la agricultura selectiva y otras actividades, sin agredir la naturaleza.
Alguna vez le vendieron un auto al que se le quemó el motor y él mismo, con un ayudante, lo reconstruyó, tornillo a tornillo. Nunca quiso cotizar a los fondos de pensión. El mismo planificó la forma de pensionarse. Sembró, hace unos treinta años, unos treinta mil árboles maderables. Ya está recogiendo la cosecha. Con tanta madera fina que tiene, él mismo diseñó la casa de sus sueños, en el campo. Precisamente, estaba cortando una tabla con una motosierra cuando la polea que tira la cuchilla le cogió un dedo de sus manos y se lo cortó. Por eso estuvo ocho días en la clínica. Gracias a Dios ya está recuperado.
Otra cosa es que José Wilfrido sueña en colores. No sueña con frecuencia, pero cuando sueña echa el cuento como si fuera una película, dato por dato. Toca sentarse un buen rato para escucharlo.
No escribe con frecuencia, pero cuando lo hace, sienta cátedra de donosura y objetividad.
Que Dios bendiga a este pequeño genio, que, sin tantas arandelas, nos ha dado tantas lecciones de inteligencia matemática.
Cuando éramos niños, en el camino a Frio de Perros le confesé que yo quería ser escritor, entonces me preguntó.
– Ya tienes el tema?
Le escribo este mensaje, que no es propiamente para la sociedad sino para el dr José Wilfredo Hamburger Fernández.. Quiero desde el principio comentar que lo que voy a coméntale no es su culpa sino de su CONTADOR (A).
Soy un jubilado, vivo en Medellín, voy a presentar mi declaración de renta que tiene límite hasta el 12 de Octubre.
Al hacer el borrador se presentó reporte que no
me corresponde y que figura a nombre del doctor; es un pago por la suma de $ 12.007.682 a la señora (ita) VÁSQUEZ LEONES ELENA LUCILA.. La DIAN exige que el perjudicado haga las gestiones para remediar tal situación. Por favor, contácteme con el dr urgentemente. Muchas gracias, mi celular:301 217 36 07/fijo: 591 07 94. Medellin