EN COLOMBIA, QUIEN MANDA ES EL AMOR.
– Esta es la historia de un chofer que tiene bailando al País.
Por Alfonso Hamburger
Durante casi toda su carrera musical, Carlos Pérez siempre fue -en sus propias palabras- un «marginado musical», de esos que en EEUU se califican como nerds (es decir, «pringados» o «empollones»). Pero por eso mismo, según relató a raíz de su súper éxito “Quien manda es el amor”, tuvo todo el tiempo del mundo para volcarse en la que siempre fue su gran pasión: la música. Junto con otro grande, el maestro Felipe Paternina y su banda Corralera Show, disfrutan las mieles del éxito, que de hecho, no ha sido de la noche a la mañana. Ha sido un largo y tortuoso camino, lleno de cosas buenas, regulares y otras no tan buenas. Ha existido hambre física y de tragarse el mundo.
Con aquel extraordinario sentido del humor que ya se le agotaba, Carlos Pérez a veces invitaba a su casa a un sancocho de piedras, para mamarle gallo a su precaria economía. Pero no hay mal que dure cien años y este año-2015- ha sido el de Carlos Pérez. Es como si se hubiese ganado la lotería. Tiene bailando al país con “Quien manda es el Amor”.
Pérez siempre tuvo un espíritu jovial, emprendedor, optimista y jacarandoso, pero la parte económica le jugaba traspiés. Era uno de esos tipos que quisieran tener mil corazones para entregárselos a los amigos. El hombre dispuesto a “vamos para esa” o a ¿dónde te llevo?
Hace dos años, precisamente en la entidad bancaria donde me lo encuentro este sábado, celebrando sus últimos triunfos, juré que no le iba a poner más bromas. Hoy rompo el juramento.
Yo había regado el cuento de aquélla vez que me llevó gratis a Valledupar en un carro viejo de la Universidad de Sucre,un trupper blanco, o gris, al que solo Carlos le sabía sus mañas. No sobra decir que Pérez fue chofer de la Universidad de Sucre por muchos años, hasta que se ganó esta lotería que les comento, actividad que combina como cantante de la banda Corralera Show, habiendo grabado muchos éxitos, entre ellos Ana María de Leonardo Gamarra y La pobreza absoluta, de Pedro Pérez Flórez.
Como iba a pasar por Valledupar en pleno Festival Vallenato, rumbo a San Juan del Cesar, gentilmente ofreció llevarnos a Mario Paternina y a mí. Además de compañía, nos ahorraríamos el pasaje. Eran tiempos duros, en que para cubrir el Festival, había que autofinanciarse. Mario desistió a última hora, de modo que a las nueve de la mañana, hora convenida, el carro blanco pitó en la puerta de mi casa en el barrio Majagual. Me recogió y nos fuimos. Nunca lo había visto manejar con tanta soltura. Cogía las curvas del Piñal a 120 kilómetros por hora. En 45 minutos ya estábamos en el Carmen de Bolívar, donde el viejo vehículo empezó a fallar. Tosía polvo y botaba humo por los costados del capote. Tuvo que parar. Un mecánico le bajó una pieza mala, la soldó y la puso donde la había quitado. Mientras almorzábamos sopa de carne salada con carne a la plancha (que por supuesto pagó) se dieron las doce. De todos modos, a las tres de la tarde, ya estábamos en Valledupar. Yo iba mudo, de verlo con la destreza que tomaba las curvas y adelantaba vehículos mucho más nuevos. Yo iba asustado, de modo que llevaba la respiración sostenida. El pasaría de largo, rumbo a San Juan de Cesar, donde debía recoger unos funcionarios (pares académicos, dicen ahora), pero aun así me llevó hasta las mismas puertas del Coliseo de Ferias, donde se iniciaban los concursos de la canción inédita. Solo era parar y tomar la misma ruta, al Norte.
Al bajarme, antes de darle las gracias y apretarle la mano, expiré por boca y nariz todo el suspenso del viaje, revuelto con el miedo de su manejo ofensivo, me estiré mientras sacudía el engarrota miento del cuerpo, entonces le solté la frase que más tarde desataría su ira:
– ¡Nojoda, Carlos, como cantante eres un magnifico chofer!
La frase se volvió famosa, haciendo carrera en medios faranduleros, pues cayó en manos de Medardo Contreras y Emilio Núñez, quienes la regaron por todo Sucre.
Pero mi mamadera de gallo llegó hasta aquella vez que me lo encontré en un banco de Sincelejo, donde estuvo muy furioso cuando le recordé la frase. Sentí mucha pena, pues algunas personas se dieron cuenta de que había estado a punta de agredirme. Manoteó y alzó la voz, pese a que habla bajito. Le pedí disculpas y le advertí que si no le gustaba que le hicieran bromas, tampoco debía ponerlas. Juramos que nunca más nos íbamos a jugar bromas pesadas. Y chao pescado.
Hoy, en este sábado de octubre, me lo he encontrado en el mismo lugar donde estuvo a punto de agredirme. Ahora él es la figura y yo sigo siendo el reportero carga ladrillos dispuesto a ratificar sus logros. Estaba montado en una flamante camioneta blanca de su propiedad, en donde se ofreció a llevarme donde quisiera.
Le dije que no, solo porque tenía mi pringa cara cerca.
La historia parecía buena.
II
Tulio Villalobos Támara murió con la bandera de la música sabanera en la mano. Amaba nuestro folclor. Antes de morir había hecho un cúmulo de locuras fantásticas que darían para un libro maravilloso, como entregar un clavel a cada una de las mujeres que iban a un baile. Compraba una muda de ropa y dejaba la que llevaba puesta en el Almacén. Y usaba una María Farina costosísima, que se esparcía a su paso triunfal. Pero más allá de ellas en su corazón existía mucha bondad. Un día, siendo gobernador encargado, nombró en un solo decreto casi mil maestros. Se designaban cargos para llenar cupos, pero la formación era precaria. La cobertura crecía, pero había que trabajar en calidad.
Carlos, sin duda, sin una profesión acabada, logró entrar a La Gobernación de Sucre como obrero raso, de donde fue despedido sin justa causa. Mientras esperó el fallo, que fueron muchos años, se defendió con el arte. Jamás se dio por vencido. Y mientras esperaba como el coronel de la Mala Hora, se mamaba gallo a sí mismo como artista insistente y conductor de la Universidad de Sucre, hasta que un día cualquiera le llegó la suerte. Recibió una buena tajada y puso en marcha uno de sus sueños, como lo es grabar en mejores condiciones. Hoy, Carlos Pérez, después de recobrar su puesto y de cumplir algunos de sus sueños, es un hombre feliz.
EL APAGON.
Nacido en Corozal, Carlos Pérez, sin duda, cosecha una lista de éxitos interminables, siempre con una inmensa alegría y un gran sentido del humor.
Éxitos como Ecos de la Montaña , un pasaje de Leonardo Gamarra, Desengaño, que fue antes de Drama Provinciano del vallenato, salidos el 19 de enero de 1978 en el acordeón de Felipe Paternina, la pobreza absoluta y quien manda es el amor, fueron precedente al éxito de hoy, el apagón de Julio Oñate Martínez, un canto social de protesta, ante la problemática energética que sacude a Colombia.
El éxito también lo grabó Aníbal Velázquez, en el formato de guaracha, viral en las redes sociales y en el programa Juglares de Unisucre FM. Ahora, con el talento de Chane Meza en la voz y el acordeón, contextualizado en La Sabana, en el aire de cumbión, el apagón sabanero, se toma las emisoras.