¡Se quemó la memoria de Sincelejo!

 

 

 

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incendioEsta mañana, en medio de esa llovizna de este invierno a destiempo, Sincelejo fue despertado por la noticia de que las oficinas del distinguido abogado, periodista e historiador Sincelejano, Inis Humberto Amador Paternina, eran presa de un voraz incendio.
El cuerpo de bombero llegó, pero ya era poco lo que podía hacer. Al parecer, un abanico dejado prendido en el edificio desde el viernes, ubicado en la esquina de la carrera 18 con calle 22, en pleno centro de la ciudad, en el tercer piso, provocó la tragedia, que arrasó con la memoria más viviente de la historia de Sincelejo. Es una perdida para ponerse a llorar. El doctor Amador ha sido un consagrado memorista de la ciudad y abogado acucioso, parlador, tertuliante asiduo, hombre de carácter firme, quien no sólo conoce la historia, sino que la cuenta como si fuese una crónica o como si el abuelo le estuviera dictando una cátedra a su nieto sobre las piernas.
Libros de historia, recortes de prensa donde el doctor ha participado, recuerdos, fotografías , trofeos, dos computadores, muebles y más de 150 procesos de sus clientes, fueron consumidos por el fuego. Sincelejo, se recuerda, fue arrasado en el pasado por un incendio de un 12 de marzo ardiente, al principio del siglo pasado, pero la ciudad se levantó como el ave fénix, como de hecho lo hará este gran hombre, porque tiene una memoria privilegiada. Es un sabio.
Ojalá que no hayan sido manos criminales, porque en agosto, los ladrones ya habían penetrado en esas oficinas.
El viernes pasado, que fue lluvioso, el abogado estuvo en su oficina, en donde ha estado por casi treinta años, adelantando gestiones, para este lunes trabajar temprano en algunos procesos, porque se viene la vacancia judicial, pero el fuego le tenía previsto esta sorpresa.
¡Pierde Sincelejo, en este incendio, muchas cosas valiosas, como son la mejor memoria de nuestra historia!
Sólo Dios podrá resarcir estos daños.
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¡ARDIÓ SINCELEJO!

¡ARDIÓ SINCELEJO!

Calle Real, uno de los sectores más afectados por la conflagración. En el se ubicaban casas de comercio, viviendas y establecimientos educativos. Se aprecian al fondo los muros del Colegio León XIII de los hermanos Cristianos y broqueles de los pozos de agua, en los patios de las familias Torres y Cumplido.
Tristeza y desolación
Hace 103 años, Sincelejo fue víctima de un voraz incendio.
Mientras curaban el techo de zinc de la residencia del empresario Arturo García Hernández, ubicada en la Calle del Comercio, los fuertes vientos de marzo arrastraron una chispa de fuego hasta el techo vecino, casa de palma y bahareque de Olegario Otero, lo que desató, a las 3:20 de la tarde, el voraz incendio que arrasó con el pueblo.
La imprudencia del latonero Antonio Lorduy, en la manipulación de unos carbones encendidos para derretir la brea que usaban para cubrir las goteras de esa casa, fue la causa primaria que desencadenó la conflagración que dejó la ciudad y su prospera economía, reducida a cenizas.
Maderos humeantes todavía arden en un mar de ceniza en un amplio sector donde se ubicaban catorce manzanas que comprendían algo más de 300 residencias de hogares sincelejanos y edificaciones comerciales.
La ciudad, en su mayoría poblada de residencias de techo pajizo, no resistió el ímpetu del abrazador fuego, que se alegraba avivándose con las brisas de marzo, que soplan con arrebato para esta época.
Nada quedó, solo pavezas de lo que antes fueran las emblemáticas y señoriales calles Real, del Comercio y anexas.
Un buen número de habitantes quedaron en la miseria absoluta; muchos vagan por las calles sin nada en las manos, contemplando como un espejismo apocalíptico, el gris desierto y el olor triste en el ambiente, de lo que antes fue símbolo de desarrollo y prestancia.
La población sincelejana que sobrepasa los 14 mil habitantes carece ahora de planteles educativos, establecimientos comerciales e industriales.
Las pérdidas han sido sensibles, se extinguieron la planta generadora de energía eléctrica de la Firma Chadid Rayde Hermanos, surtidora de este servicio público a la población; la plizadora de telas y maquinarias para confecciones de las Hermanas Porras; la Fábrica de Gaseosas y Bebidas de Alejandro Huertas Pérez e Ignacio Salóm, varias fábricas de azúcares y mieles como las de Esteban Urueta y Hermógenes Cumplido; las boticas de Ascanio Salom y Simona Bustamante; Galerías Sincelejo, uno de los almacenes con mejor surtido con amplia variedad de fantasías y productos varios, de propiedad de Mario R Bustillo, también almacenes de finas telas importadas y sastrerías como las de José María Puerta y Cherry E Correa.
No se salvaron las bodegas repletas de papel y la máquina tipográfica de la Imprenta Sincelejo; tampoco las prestigiosas y solventes casas pecuarias como las de Manuel del Cristo Torres, Pedro M Sierra y Pedro Hernández, entre otras.
Muchas tiendas y negocios varios como cacharrerías, depósitos de almacenamiento de granos y de telas también perecieron esa tarde.
El inventario de ruina es amplio y por igual se extinguieron por el fuego, los talleres de herraje y fundición del cubano Enrique Castellanos Abreu, incluido su Teatro Palatino, con todas las máquinas de proyectar, películas y hasta los instrumentos de la banda musical que animaba las veladas de exhibición del Séptimo Arte.
Reducido a ruinas, quedó el plantel educativo de la congregación religiosa de los Hermanos Cristianos de San Juan Bautista de la Salle, quienes habían fundado con dedicación y empeño el prestigioso plantel León XIII que lucía en la Calle Real, imponente en su solidez de ladrillos y distinción espiritual para Sincelejo y la región de sabanas.
Muchos sincelejanos coincidieron en aceptar la situación de miseria y pobreza que ha dejado la conflagración, pero expresaron que sobran fuerzas, energías y capacidades para ser siempre lo que Sincelejo ha sido, la primera población de las Sabanas.
Por:
Julio César Pereira D
Claudia Castellanos H

Alfonso Hamburger

Celebro la Gaita por que es el principio de la música.

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