SE MUERE LA SIERRA FLOR.
..Una gran serpiente trepa la colina.
La doble calzada ya desmembró los brazos de la vieja Sierra. Crónica de una maldad que desata el llanto de los indígenas y de la misma Sierra. Cronología de una tragedia planificada.
Por Alfonso Hamburger.
Fotos de Claudia Castellanos.
Mi celular dice que la temperatura máxima en Sincelejo para hoy 14 de diciembre de 2015 será de 29 grados centígrados. No le creo. Lo único cierto es que el día estará nublado. Ha caído un rocío ácido por la mañana y ese halo caliente como el eructo de un dragón que bota fuego por la gran boca se ha extendido desde el centro hasta la llamada Sierra Flor, un paraje tan emblemático de la capital de Sucre a 330 metros sobre el nivel del mar que hasta figura en su himno. Creo que la temperatura pasará con facilidad los 35 grados, pese a la brisa que mece “los cucullos”, una yerba que se pega hasta en los calderos y que “monea” en el verano.
Para llegar al último “repechito”, donde está la altura máxima de la sierra, hay que empinar las pisadas y proveerse de agua para no desfallecer en el intento. Hemos pasado seis ranchos de palma de un solo cubículo cercados artesanalmente con cañas de lata, que sirven de tienda, sala, cocina, dormitorio y vestidor al mismo tiempo. Cuatro muchachos indígenas no podrán bañarse hoy por la tarde, porque ponen palmas al último rancho que muy seguramente será embestido por la doble calzada que amenaza acabar con todo. Si se bañasen, después de poner la palma en los bejucos, se carbonizarían, porque la palma es caliente al encajarla en el techo y fresca para habitarla. Es el complemento perfecto para el tinajón, la nevera criolla empotrado en la esquina.
…Y todo es todo, la serpiente que trepa la colina acabará con el clima benigno de otras épocas, con los conejos, los sapitos saltarines, el águila roja, y hasta con los rituales de gratitud que hacen los indígenas para recibir el solsticio de verano, el 21 de diciembre. Si hoy el dragón del recalentamiento global bota fuego con un chaparrón mañanero, en dos o más años, con el desmembramiento de la Sierra, Sincelejo recibirá todo el furor del desastre. Entonces ya ni la brisa que sopla por las tardes en el centro, bastará. Esto se convierte en el caldero del diablo, atizado por quienes usan su excremento para enriqueceré. No hay en el diseño otra alternativa que no sea la del combustible fósil.O lo tomas o lo dejas.
Hace dos décadas, cuando estas mismas montañas de María en las estribaciones de la cordillera occidental eran disputadas a sangre y fuego por grupos guerrilleros y paramilitares en medio de un Estado que se hacía el de la vista gorda los micos empezaron a morir de infarto. Ahora, que la paz ha permitido recorrer esos senderos, están apareciendo los cadáveres de los animales, que morían de repente cuando escuchaban los tiros e iban en estampida no se sabe a dónde. Y preciso, cuando se hablaba de un posconflicto y los que sobrevivieron pensaban retornar, se dieron en los dientes con las máquinas del modernismo. Hasta las serpientes aparecen destripadas en la carretera, en busca de refugio. Las alondras y los mochuelos buscaron nuevos nidos, porque los arboles fueron arrancados de raíz y las iguanas murieron aplastadas por las orugas de las Caterpillar, mientras un ojo de agua, donde nacen todos los arroyos que atraviesan a Sincelejo, llora.
Este, el de la doble calzada Sincelejo – Toluviejo, que cercena la Sierra, es el segundo desplazamiento de los micos, los conejos, los sapitos saltarines y el águila roja, sin contar con las arremetidas del Español que refundó a Sincelejo, sobre lo que era una aldea zenú en forma de girasol, en 1776. La doble calzada, en 15.5 kilómetros, impacta 1.628 árboles. La veda fue levantada a través de una licencia ambiental de la ANLA- Agencia Nacional de Licencias Ambientales- que contraviene la autonomía municipal y desconoce que el 32 por ciento del territorio nacional es de los indígenas y que su población, a veces dispersa, es de más o menos un millón quinientos mil ciudadanos. Los indígenas tienen más territorio que población. El resguardo de San Andrés y Sotavento, que rige este territorio común entre Sucre y Córdoba, con diez mil hectáreas tituladas por la Corona Española, supera los 34 mil zenues.
Todo esto lo explica Felipe Mebarak un joven comunicador escuálido y de ojos vivaces, redondos y ambiciosos, que lleva un sombrero vueltiao (Zenú) hasta el fondo de su cabeza redonda. Tiene un suéter rojo con el letrero “Guardia indígena”. El joven entra en los ranchos y a todos saluda con alegría. Le tienen confianza. Felipe es una mezcla extraña de indio zenú y de turco árabe o sirio libanes como prefieren algunos, de mente abierta, quien ha logrado establecerse en la zona con sus padres espirituales: un reguero de indios que lucha desde distintos ángulos para que se les respete el legado ancestral. Mebarak, que no es ningún colado- dice-, lleva un zenú por dentro. Dice que su indio bota fuego. El que lleve su sombrero emblemático no es una pose, argumenta. Ni un plante. No es un mete mono. Ni va a la sierra a meter de la mona.
La comunidad indígena de Sucre y Córdoba, aunque es minoría con protección especial en nuestra Carta, se queja de que no los atienden. Está conformada por más de 480 cabildos menores y tiene el mérito de haberle legado a la Nación su símbolo universal y un sistema de manejo de agua insuperable. Eran ambientalistas.
Después de tomar tinto en el segundo rancho donde habitan dos mujeres abandonadas que viven de una tienda que les da perdidas ahora estoy con Felipe y Claudia Castellanos en el copito de la Sierra, a 330 metros sobre el nivel del mar, espejo acuático que se trasluce a 30 kilómetros a vista de águila. Extiendo la mirada larga que se pierde por un paisaje exuberante que no alcanzo a digerir. Se necesita mirarlo entre varios para atraparlo. Abajo, entre azules verdosos opacados por nubes neblinosas hay lagos, galpones de pollos, haciendas y arboles entre llanuras y colinas. Se ve ganado como hormigas. Parece un pesebre en el edén. Es La sabana peleando con las tierras salitrosas del golfo, hasta besar el mar Caribe, que parece un manto de plata, refractante e insondable. Es el lugar exacto en donde los Montes de María que emergen del centro occidente se derraman en una serie de colinas pequeñas, a través de las cuales viene subiendo una culebra gigantesca que todo parece engullirlo. En la serpenteante carretera vieja y negra casi azul los automóviles parecen hormigas arrieras.
Arriba, donde estamos absorbiendo el inasible paisaje, la yerba “cucullo”, que parece una plaga blanca mona, se mece con la poca brisa, mientras un niño indígena, en el pelo de una yegua tordilla, jardea una recua de vacas gordas. Con trapos en sus cabezas para amainar el sol, un grupo de mujeres indígenas van por un camino culebrero, tras la vigilancia de la roza, donde tienen sembrados una serie de cultivos tradicionales. A nuestra espalda se ve Sincelejo, una ciudad donde la brisa de la tarde todavía no la privatizan, pero que puede recibir una estocada mortal por esa culebra que avanza sobre la Sierra Flor, llevándose todo en sus fauces, con su boca de feroz dragón. La Sierra llora, está herida y sus ojos de agua antiguos, vierten sus lágrimas sobre el verano largo.
Aunque una Acción de Tutela ha tratado de resarcir el daño y detener aquello, la actitud de los indígenas es la noticia, porque La Sierra estuvo bajo sol y sereno, sin quien la mirara por muchos años. Pese a que figura en el himno de Sincelejo, parece incierto el panorama. El daño ya está hecho. El indio llora sobre el agua derramada.
II
Ahora estamos reposándonos del sol en el primer rancho, apaciguando el bochorno de la siesta. Desde la perspectiva, mirando por debajo del ala de palma recién recortada por la brisa, todo parece quieto, normal, pero no. La Sierra Flor cortada por la doble calzada con dragas que parecen demonios de un solo brazo, refleja la silueta herida de una mujer gigante cuyos brazos han sido amputados por el pegue del hombro. Y una mujer sin brazos es un ser inútil, inmutable, acobardada. La barranca al frente de los ranchos, de 60 metros , amenaza con tumbar la torre de interconexión eléctrica que lleva la energía al departamento de Bolívar y al Golfo . La culebra empezó a trepar la Sierra llevándose a su paso el ecosistema ancestral sin consultar a nadie. Los indígenas estaban dispersos en sus asuntos cotidianos. Uno es culebrero, otro es carpintero, unos artesanos, otros mototaxistas, algunos campesinos o pastores menores pero reaccionaron cuando la draga empezó a socavar la montaña, en julio de 2014. Abajo, en el punto más álgido, han sustraído más de un millón de metros cúbicos de tierra que es llevada a la doble calzada entre Sincelejo y Sampues para compactar la vía. Incluso ha ido a parar a carreteras de otros departamentos.
Allí quedará sepultada para siempre bajo una alfombra de concreto la que ha sido la zona más alta de la Sincelejo, su cerro emblemático. La draga corta bocados de su vientre y las volquetas, que desde lo alto parecen hormigas guerreras, depredadoras, las cargan y las llevan a sus carreteras amenazantes, cuyas adiciones presupuestales han cuadriplicado el contrato inicial, violando el artículo 40 de la ley 80 (Ver hallazgos de la Procuraduría). El negocio es redondo, dice Felipe y lo respalda Norbey Moreno, de la veeduría ciudadana sincelejometro, quien acaba de llegar. Usan los recursos naturales señalados en el POT como zona de bosques y suelos de protección para aumentar sus ganancias, a través de la minería ilegal. Además de hacer una excavación de más de 100 metros para justificar un retorno espectacular en lo más alto, la culebra atraviesa zonas por las que transitan 8 mil estudiantes. Violan las reglas de explotación minera, violan nuestros derechos culturales, dice Felipe. Para abrir una carretera de 30 metros de ancho han acabado con todo, como si en vez de carretera construyesen un estadio de futbol en todo el mirador, donde hace poco estábamos atragantados de paisaje.
El cerro estaba allí altivo, sereno, sin hacerle daño a nadie, al lado de la carretera que va al golfo y por debajo existe un terreno plano y despejado por donde se puede hacer trazados rectos, que agilizarían el tráfico, pero los diseñadores del proyecto, quizás sentados en la fría Bogotá donde aún creen que Sincelejo es un corregimiento de Montería se encantaron con el cerro sagrado y le metieron la mano. La idea, según los tertuliantes, fue aprovechar la mina, para no buscarla más lejos. “El proyecto fue improvisado desde el principio”, dice Moreno, quien interpuso una acción popular.
III
El desarrollo es una palabra desprestigiada mundialmente. Sobre todo cuando es un desarrollo vertical. A nadie de la comunidad afectada consultaron para poner a funcionar esa culebra que serpentea la Sierra y que devora sapitos saltarines y mata a los hermanos menores. A los conejos primero los mataban a tiros de escopeta. Y cuando se acababan esos conejos, metían gatos por liebre. A los gatos le cortaban la cabeza y los asaban como a conejos. Y después a los burros los convirtieron en salchichas. Ahora los rematan con todo el ecosistema en conjunto. A lo mucho, sobrevivirá el cucullo, que es como una plaga que se pega hasta en el viento.
La desconfianza es la segunda palabra clave. Hay desconfianza de los indígenas hacia las autoridades, que no les brindaron el apoyo cuando apenas se iniciaba la obra y aun podían pensar en otras alternativas. Y hay desconfianza entre los periodistas sobre la actitud que tomarán los indígenas, que muy seguramente tratarán de ser sobornados por parte de los poderosos para que la mega obra siga. Sobrevendrá la palabra negoció, que a los del ANLA, Agencia Nacional de Licencias Ambientales, le encanta. También le encanta a los de Autopista de la Sabana y a los hermanos Nule, quienes alcanzaron a ganar el primer contrato de auditoría, por más de 3 mil millones de pesos. Sin embargo, los Nule , que empezaban a vivir su negra noche, perdieron el contrato, que en el papel ahora cuesta diez mil millones de pesos.
“Esa, la palabra negocio, es la primera que usan cuando nos reunimos”, dice Luis Martínez, quien ahora llega con una vara con la que espanta las hormigas.
IV
Por lo pronto, el 21 de diciembre, cuando comenzó un solsticio de verano, los indígenas hicieron su ritual mágico toda la noche bajo el resplandor de la luna, que es su madre putativa. Comieron frutas y casi desnudos, con sus atuendos rituales- bebieron chicha fermentada, bailaron y besaron la tierra, en agradecimiento a la naturaleza. El entretiempo perece favorecerles, porque al menos el Ministerio del Interior, dio vía libre a una consulta previa (Ver documento), que puede ser el principio de una legalidad de este cabildo que se hace llamar Flórez de Chinchelejo, una palabra como inventada, porque según el historiador Edgar Támara Gómez, no existe en ningún texto de la vieja historia entre los cronistas de Indias. Como los indios farotos, inventados por Adolfo Pacheco en su canción cumbre La hamaca grande alguien sin usar citas textuales para señalar de dónde sustenta su información, se inventó esa palabra, que hoy empuñan indígenas y mestizos, para que esa culebra que sube la Sierra Flor y le pega mordiscos a su vientre, amputándole ya sus brazos, al menos detenga sus fauces feroces y se atragante de comida y de nutrientes.
A esta altura de la visita, la temperatura alcanza los 40 grados y lo único que queda claro es que la disputa entre indígenas y el desarrollo vertical tan desprestigiado, ha logrado que por segunda vez los sincelejanos miren hacia donde debieron mirar cuando empezaron a construir Venecia. En vez de montañas encumbradas, miraron hacia las pajas de sabanas. Y allí se pusieron de espaldas al norte, de belleza alta y exuberante.
El primero en mirar fue el autor de nuestro himno, de cuyo nombre nadie se acuerda y hasta han tratado de borrar del mapa. Trataron de cambiar el himno, su letra y su música. Parece interesante, que los 300 mil y tantos sincelejanos incluyendo nuestros compatriotas en situación de desplazamiento y víctimas del conflicto, que son el 33 por ciento, ayuden a mirar tanta belleza natural en riesgo inminente. Así como protegemos la Música Vallenata, alguien debe llorar por la Sierra y por la Flor.
V
Ya es abril y el verano sigue de largo, estragando la tierra, el calor aumenta. Pese a que la serpiente ya no sigue trepando, porque desde el 5 de febrero pasado, a través de la resolución 051, Carsucre ,Corporación Autónoma Regional de Sucre, suspendió las obras en este sector, debido a que Autopistas de La Sabana ejecutora de la concesión vial Córdoba- Sucre se salió de la zona prevista para la construcción de la vía, adentrándose en los cerros en más de 100 metros, destruyendo una densa zona boscosa con categoría de suelos de protección ambiental, poniendo en riesgo la torre de energía 047 que alimenta de energía a los departamentos de Sucre y Bolívar.
Señores, la Serpiente por el momento está quieta y las maquinas yacen en la intemperie a sol y sereno, como bombardeadas por la guerra, el daño está hecho, pero: ¿Quiénes son los responsables de este desastre en medio de la danza de los millones?
( Continuará)