Sabanero y más na.

Por Alfonso Hamburger

No discutiremos más sobre vallenato. Quiero conservar a mis amigos de aquí y de allá. No diré que el irse detrás de la leyenda y el haber adoptado un nombre que antes era despectivo, les dio éxito. Tampoco diré que muchos por creer más en la leyenda olvidaron el logos. Tampoco habrán de ser juzgados quienes escogieron solo cuatro aires, cuando pudieron meter la cumbia en sus concursos. Tampoco diré que el chicote no fue tipificado en el acordeon , como pasó con la gaita, en el caso de Andrés Landero.

Ni diré que el vallenato se expande por muchos países pero que sigue siendo un fenómeno local, que sin cumbia no hay grammy vallenato. No tendré la osadía de decir que la cumbia sigue andando por el mundo ella solita, sin necesidad de bonanza marimbera, que en España consideran a Carlos Vives como un verdadero rey vallenato aunque no lo sea.
Tampoco pondré en sospecha la actitud de quienes desayunan, almuerzan y comen vallenato y más nada, pero desconocen absolutamente todo de nuestra cultura sabanera. Ni me enfadare porque alguien tenga 20 años de vivir en San Jacinto y no sepa que Jaramillo es una de las gaitas más  bellas del mundo y que el Cerro de Maco sea la mayor elevación del departamento de Bolívar.
Tampoco me molesta que me digan que porque escribo bonito tenga que dedicarme absolutamente al vallenato.

Me interesan las bellas historias del vallenato y muchos de sus cultores y escribiré en lo posibles algunos libros en unión con mi hermano Álvaro Andrés , pero sin renunciar a mi condición de sabanero. Dejaré de discutir sobre vallenato en las parrandas, porque ese otro día amanezco como si hubiera matado a una persona. Y como dijo la abuela, la vida es muy bella, para estar peleando con los amigos. Y repetiré , con Adolfo Pacheco, que cuando el hombre canta, es como si rezara una oración.  Entonces trataré de cantar, nada más. Y no con el canto, sino con la palabra.

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