RAFAEL PERZ GARCIA, EN PRIMERA PERWSONA (II)
EL DIA QUE YAMIL SANDOVAL DERROTO A GABO.
Po1 ALFONSO HAMBURGER
Yamil Sandoval, famoso decimero de Campo de la Cruz, Atlántico.
Cuando Gabriel García Márquez ganó el premio nobel de literatura (1982), en Campo de la Cruz Atlántico no creían en nadie. Un señor decimero llamado Yamil Sandoval era un líder consolidado en la retina popular. Llevaba cinco años de seguido ganando el concurso de decimeros, que eran los mismos años que llevaba de fundado aquel evento. No se le metía nadie. Ni el gas. Tal como era Toño Fernández para los san jacinteros, que no creían en pajaritos preñados, menos en corazoncitos del valle.
Si en Campo de La Cruz, donde nació el futbolista Victor Pacheco, los ponían a escoger entre Gabo y Yamil Sandoval, se quedaban con Yamil Sandoval. A duras penas admitían a Gabriel Segura. Y como al tercer lugar ponían a Victor Rodríguez “Rodriguito”, que se habían hecho famosos en los programas mañaneros y vespertinos de Radio Libertad. Pero ya todos eran decimeros de la tercera edad, que tenían sus versos predeterminados, como tanta gente buena que muere todos los días y tú no te mueres todavía, o ese palo salió de la montaña hace muchos años y ya está podrido. Versos para empezar a pelear, para desafiar al contenedor.
Por su lado, mi labor de picotero en el barrio San Francisco empezó a irse a pique. Un día llegó un señor con una radiola con doble parlante que acalló la nuestra. Fue cuando me fui a sembrar ñame a San Cayetano, dice Héctor Rafael Pérez García, sin dejar de atender a sus clientes del restaurante El Cumbiambero.
En aquellos tiempos previos a la gloria, después que la familia se fue dispersando por otros pueblos para salvar la cuchara y mi hermana mayor se llevó a mi padre a vivir a Mahates yo me fui a jornalear a San Cayetano. Sembraba ñame. En el pueblo me bajaba donde un primo, José Manuel Castro y en el monte en el rancho de otro primo, Miguel García.
Mi padre murió tranquilo en casa de mi hermana mayor, María de la Concepción García, en Mahates. Una noche, sin estar enfermo, colgó su hamaca para siempre, porque se acostó a dormir y amaneció muerto.
Yo estaba muy entretenido con la siembra del ñame en San Cayetano y me distraía oyendo a Radio Libertad, donde mandaba las décimas que hacía mi tío Benito García, en San Jacinto.
Ya les dije que Benito era ciego desde los trece años, porque jardeando unas vacas con una varita de alcalde una esquirla le sacó un ojo y ese ojo le infestó el otro.
Mi tío Benito, ya viejo y ciego, se refugió donde mi madre en San Jacinto, donde hacía décimas y se metió a aprendiz de brujo. Hacía regresar a la mujer que se iba al marido. Yo era el secretario. Le servía de lazarillo y lo llevaba a todas partes. Lo. Mandaban a buscar en las parrandas para que los animara con décimas y por eso le pagaban. No me decía sobrino sino amigo. Yo creo que fue mi primer amigo.
La vida, la ceguera y las décimas de Tío Beno y las gaitas de Tío Toño me marcaron el sendero. Por esos lares también llegaba Jaime Plata, un decimero que se proclamaba el más rico de todos, porque sus hijos pequeños, que eran muchos, eran como dinero regado por el suelo.
De Barranquilla un primo, Carlos Miguel García, traía las cartillas de la brujería y como Tio Benito estaba ciego yo era el que se las leía, para que se las aprendiera. Se las leía varias veces y él se las memorizaba.
Al morir Tío Benito la gente decía que yo le había heredado la brujería, pero no, yo le aprendí fueron las décimas, porque yo era el secretario. Se las transcribía y abajo ponía, transcritas por Rafael Pérez García. No sé porque dejé botado el Héctor, que es mi primer nombre. Rafa me sonaba mejor y así me quedé. Las enviábamos por correo certificado a la radio y el premio era que nos daban el crédito. Aquella era la felicidad, porque empezamos a sacar la cabeza del lote. Los saludos en la radio eran como oro puro.
A Tío Benito lo mató la ceguera, que se le regó por toda la cabeza. Bueno al quedarse ciego de niño empezó a morirse y tuvo que buscar en el arte y la brujería artificios para sobrevivir. No era un creativo, sino un transformador de su propia realidad.
Me hice famoso como corresponsal de Radio Libertad, de modo, que estando en San Cayetano y a la muerte de Benito, seguí enviando las cartas.
Por su parte, en Cartagena, el abogado Alejandro Martelo tenía un programa radial en emisoras Fuentes llamado “Aquí las decimas”, donde ya se había enterado de mi nombre. Quería conocerme, hasta que cierto día se me metieron a San Cayetano a desafíame. Querían conocerme. Fueron los dos, Alejandro Martelo y Yamil Sandoval, que me dijeron que les presentara a mi papá, porque yo era un bebé. Se burlaban, porque yo era un niño. No creían que yo con esa figura desmirriada y esos ojitos rayados de yo no fui, fuera capaz de hacer lo que hacía al menos que estuviera plagiado al ciego difunto.
En realidad yo estaba asustado, figúrense ustedes, esos dos tigres para un solo muchacho que apenas escribía décimas, pero no las cantaba.
Ellos llegaron contratados por la emisora en el marco de un torneo de béisbol y el estadio estaba lleno hasta las banderas , cuando anunciaron el duelo. Yo nunca había tenido un micrófono en mis manos. Estaba cagado, pero terminaron cargándome, porque los desafié con otras expectativas.
El doctor Martelo me daba ánimos, pero Yamil Sandoval era celoso e irreconciliable . No admitía jerarquía. Siempre se consideraba el mejor.
Mi segunda aparición fue un mes después, en la Fiesta de la Candelaria, en el Festival del frito, en La Ermita de Cartagena.
Y se cogieron los veteranos con la emergente figura de Los Montes de María, quien iba a generar nuevas expectativas en el ambiente decimero.
El festival de la Ermita lo patrocinaba aceite Vivi y el san jacintero se fue por ese eslabón, ganándole a los antiguos versadores.
Obvio, que el rabioso Yamil Sandoval no admitió su derrota. Decía que Pérez García había ganado apuntalado en su paisano Adolfo Pacheco, quien hacia parte del jurado.
Martelo respaldaba al pelao, que había ganado al echarse al publico al bolsillo con temas de actualidad.
Rafael Pérez nunca había visto tanta plata junta, le dieron 20 mil pesos, pero optó por repartirlos en el resto de decimeros, en un acto solidario, que le fue granjeando simpatías en el gremio. Todo lo que iba a ganar de allí en adelante, lo iba a consumir con sus compañeros, porque estaba soltero y aun no pensaba de otra manera.
El desquite sería un mes después en Campo de La Cruz, donde Yamil Sandoval llevaba cinco años en el trono.
En la próxima entrega, les contaremos como Rafael Pérez García logró vencer a Sandoval, en medio de un publico dividido, con lanzamiento de piedras y peleas.
Video:
Continuará.
Los grandes surgen a base de teson en el camino de la vida, y el Maestro Rafael Perez Garcia es uno de ellos, esta primera parte de la historia de el hace evidente, que la vida es y sera siempre una caja de sorpresa