En el mes de abril, que no fue de lluvias mil como en antaño, una de las acacias, la más próxima a la parte más baja, sucumbió sobre el ventanal reventado, llevándose en andas los muros en forma de arcos levantados en ladrillos acostados color rojo.
La caída de este árbol se suma a la destrucción de la casa, que en su tiempo fue una de las mejores del sector, con piscina interior y por lo menos ocho habitaciones. Lo extraño de esta muerte, es que este árbol, proveniente del África y Autralia, resistente en climas tropicales y secos, que tiene poderes energéticos y expulsa una sustancia química que mata a los animales que tratan de invadirla, siempre sobrevive al abandono de las casas y a la muerte de los abuelos. Es la única que sobrevive en los caminos reales y al olvido.
Alejandrina Pacheco, experta en plantas, quien posee un parque ecológico dedicado al rescate de más de mil plantas y árboles medicinales en Sincelejo, dice que a las plantas y árboles hay que pedirles permiso y hablarles con ternura, porque sienten y pueden morir de tristeza. Sin embargo, más allá de que esta acacia esté en un lugar que ha sido repudiado por vecinos (según los letreros y el vertimiento de basuras y las piedras lanzadas por los niños), el verano que ha atravesado esta región por el fenómeno del niño, mató muchos árboles en la zona.