Por: Alfonso Hamburger
Para el mundo capitalista, con sus múltiples contradicciones, hoy el día del padre. La gente está en libertad de acogerse a estos festejos o no. De felicitar y regalar. Yo me quedo quieto en primera base. Ya les dije que a Bajogrande, donde transcurrió mi infancia, pueblo borrado del mapa por la violencia, no festejábamos nada de eso. Solo festejábamos los aguaceros, el nacimiento de un ternero o la creciente de los arroyos. Eso nos bastó para ser felices. No hubo regalos de Navidad en abundancia.
Nos inventábamos los juguetes con totumos cimarrones y con las botellas que hallábamos en el monte, con las piedras centellas que caían cuando llovía, con los tiestos de los indios. Nada más. Eso nos obligó a inventarnos las cosas que nos negaban. Conocimos a Barranquilla a través de un foco de cinco baterías, en el que nos imaginábamos los automóviles en las iluminadas avenidas. Y Obvio, a través de Marcos Pérez y Ventura Díaz. Ya era otra Curramba, la de la tragedia, la del sádico de las Charquitas y la de Rapsodia Vallenata.
No celebrábamos el día del padre, pero el 16 de Mayo, día del nacimiento de Papá, los ocho hijos nos íbamos sin decirle nada, machete en mano, a desmontar la paja de los totumos, el ensille de Arroz con Gallo o El Bajito de Chalo. Ese era el mejor regalo, lo premiábamos con el don del trabajo, que fue lo que nos inculcó desde niños.
Por eso, amigos, nuestro día del padre es el 16 de mayo, que repartimos equitativamente a lo largo de 365 días del año, siendo buenas personas y trabajando por una Colombia mejor. ¡Salud!