Por ALFONSO HAMBURGER.
Hoy se está cumpliendo un año que mi tío Ramón se fue derechito al cielo .Su único pecado en sus noventa y tres años redondos fue haber sido buena gente y no haber aprovechado el talento innato que Dios le regaló en su voz, con la que era capaz de cantar los más grandes clásicos del género rancheras en el canto de Antonio Aguilar, Javier Solís o Vicente Fernández. Nadie lo enseñó a cantar. Su lengua, cuando cantaba, se convertía en una especie de cuchara de palo, que dejaba filtrar los sonidos a su antojo. Es una técnica que enseñan los maestros de música, porque la voz es un instrumento de viento, donde el sonido se filtra a través de la concavidad de la boca y la lengua no tiene que ser un obstáculo, sino como un violín , una especie de canal, donde la fricción produce la música, las pausas, los ritmos y el silencio.
Yo no podía creer que el día que me puse a espiar su canto, porque soy un cantante frustrado y estaba tomando clases con un maestro particular en mis años de fiebre. Mi tio hacia, sin quien nadie le había enseñado, tal como me dijo el profesor. Tenía que poner la lengua como una cuchara, pero nunca pude ponerla como una cuchara. Yo lo ponía a cantar, mientras le espiaba la posición de su lengua, que enchocoraba como una palanca. Y mi tío habría podido ser un gran cantante, pero no pudo romper ni la timidez ni la falta de actitud. Se tenía que pegar varios petardos de ron para animarse. Prefería pasar desapercibido y cantar en el monte para animar a los pájaros. El resto era pura humildad. Empujar el carro varado, atizar el fogón, atezar un alambre, servir el trago, o subirse a arreglar la antena del televisor.
Otra, de las tantas virtudes de Tío Ramo, fue su salud. Nunca sufrió ni dolor de cabeza.Nunca se sintió viejo, de modo que el día que le propusieron ingresar a los programas de la tercera edad puso el grito en el cielo. No se iba a mezclar con los viejos. Preferible para él tomar con sus sobrinos y nietos.
Tuvo muchas conquistas , lo mordieron tres serpientes venenosas, le salió el tigre – una bruja- ,lo espantó una zorra que no lo dejaba atravesar un camino, conoció a paracos y guerrilleros, pasó troterito por la pandemia, conoció la crisis de la langosta, fue cantinero y corredor y cosechero de tabaco, y murió de un susto.
Mi obra está atravesada por Tío Ramón. Ensayo sobre la diabetes , que será reeditada en España, tiene un cuento magister de este señor, mi ídolo en el cielo.