Historia del ex-alcalde que no quiere salir de la Carcel

HISTORIA DE UN EX ALCALDE QUE NO QUIERE SALIR DE LA CÁRCEL.

Por Alfonso Hamburger

Con una sonrisa franca de niño grande, tez colorada, pelo de futbolista argentino- pocas canas- y un Cristo en el cuello  que le da una actitud sacerdotal, en los últimos años El Mono Ospina ha tenido que levantar desde abajo a más de treinta ex funcionarios sucreños caídos en desgracia, como él.

Su camisa roja de la selección Colombia que lleva puesta, no trasluce quizás, la poca apetencia por lo que pase fuera de su actual hábitat : la Cárcel de Corozal, donde paga una condena de catorce años.  Lo primero que resalta en su figura- mide dos metros- es su altivez y su jovialidad, mientras avanza hacia la reja que lo separa de la calle, donde tres amigos lo esperan con las manos extendidas, peleándose el saludo.  Aquí en la cárcel , este hombre de rostro severo no ha dejado su actitud de líder:
— ¿Cuánto mide usted? pregunta el primer amigo,  tratando de romper el hielo. Los espontáneos visitantes tienen que mirar hacia arriba para observarlo bien.

…Y Jorge Arturo Ospina Vergara, que así se llama El Mono, responde con esa voz gruesa, un poco golpeado, pero amable y segura:
– ¡Tengo la misma estatura con la que entré¡
Durante sus tres años como Alcalde de Sincelejo ( 2001-2003), los mismos que transitó Salvador Arana como gobernador- casualmente ambos aun detenidos- a este hombre, que ahora funge como consejero espiritual y pintor en la cárcel de Corozal, pocas veces se le vio reír. Era un poco altanero, soberbio y hasta le echó un caballo que montaba a un pobre tipo, en una cabalgata del 20 de Enero, en medio de su fugaz reinado.

Al mono lo enredaron. Tuvo que pagar los platos rotos. En su administración se pagaron muchas deudas que otros dejaron, firmó el pacto de  San José de Ralito de buenas intenciones, pero con fines perversos, según el Fiscal que condenó a varios alcaldes y parapolíticos de la región. Ospina pecó de parte y parte, le puso una vela a Dios y otra al Diablo. Ahora solo habla de Dios. Anda en Dios. Sus compañeros de celda lloran, él ora.

Mientras mira a la calle con esa mirada insípida, lejana,  El Mono dice que es un hombre salvo, cambiado y distinto, que ha recibido a Dios en la cárcel, que no le interesa saber cuándo saldrá, aunque haya pagado ya  nueve años por su doble condena de catorce, una por haber firmado el Pacto de Ralito y otra por firma de convenios sin lleno de los requisitos. No se afana ni quiere correr. No tiene casa ni finca ni plata en los bancos. En pocos meses cumplirá 58 años y dice que no tiene temor de nada cuando salga ni sabe para dónde irá, aunque algunos pocos amigos quwe le quedan  ya le han ofrecido ayuda. Su libertad está cerca, porque se ganó dos años trabajando en  la cárcel, para sumar once.
– No sé cuándo me darán la libertad, tú sabes que esta justicia hoy amanece con un pie y mañana con otro, dice, mientras se agarra de la reja con las dos manos y mira con unos ojos ansiosos, pero a la vez sin ningún tipo de ambición , hacia la calle. Es sábado y el agite de afuera no le dice nada. No está en su agenda salir ni saber de cantinas ni corralejas.
Ospina ahora se limpia las gafas y sus ojos se ven claros, su mirada es transparente. Su hablado parece sincero. Tiene el mismo carisma que un día lo llevó a ser el concejal más votado de Sincelejo, guarismo que lo catapultó a la Alcaldía, en una elección aplastante, que llegó a superar al segundo (el actual Gobernador  Edgar Martinez Romero) por más de 12 mil votos. En su campaña, sus mentores daban contratos a tutiplén, pavimentaban calles hasta de noche y el cincuenta por ciento de esos contratos iban directo a su aplanadora maquinaria. Ni eso lo salvó, porque aquellos patrocinadores, terminaron enredándolo. Fue alcalde, pero sin pena ni gloria.
Lo paradójico es que quienes fueron acusados en su mismo proceso, caso del ex alcalde de Tierralta de la época, cuyo personero se desmovilizó con las AUC, están libres, según fuentes de de la revista Semana. Todos quienes cayeron en aquel infortunio, pudieron salir libres. El Mono sigue echando el cuento.  Cuando murió su madre- era hijo unico- estaba Huyendo y hasta se dijo que su muerte se debió a una aparición inesperada.
Con la tranquilidad de no tener rencor con nadie y de haber perdonado, Ospina confiesa que fue mal asesorado y traicionado, pero que ya ha olvidado. “Yo perdoné, ahora el problema lo tienen es con Papá Dios, por haberse metido con su hijo”, dice con la seguridad de estar a salvo, mientras mira a través de la reja ese cielo azul ardiente, donde debe estar en quien ahora cree.
El Mono, quien se hizo querer por los periodistas porque cuando trabajaba en la antigua cementera de Sucre, Tolcemeto, les llevaba a sus casas los cheques por publicidad y era un buen deportista, asegura que ahora es un hombre sin temor a empezar de cero, pero advierte que no tiene afanes. Le tema a la calle, porque aunque no oye radio ni ve televisión para no coger mal genio, se ha enterado de que la delincuencia ha aumentado en Sincelejo, su ciudad, donde no viene hace diez años. Solo la ha visitado fugazmente cuando lo han llevado a odontología. La casa donde vivian por La Pajuela, la vendió. Su madre murió. Y mientras estaba en la cárcel tuvo que financiar la carrera de sus tres hijos, hoy profesionales.
Con la mirada limpia de quien tiene a Dios en su corazón, Ospina se aventura a dar un concepto de su situación. A los ex alcaldes presos los siguen viendo como alcaldes, como si tuvieran un bojote de plata y no es así. Y los tratan más mal que a personas con muchos muertos entre pecho y espaldas que son dejados libres.
La cárcel, sin duda, le ha caído mejor que a muchos, que no han podido recuperarse. Mientras la tez de Ospina es lozana, Otros tienen ojeras, se ven más pálidos, como tantos otros funcionarios llevados a la cárcel, han tenido en El Mono Ospina al hombre que con la biblia en la mano los levanta de sus momentos de postración. Les ha inculcado la Fe. El exalcalde de Sincelejo dice que lo condenaron con una Ley que habían expedido dos años después ( 2005) de haber cometido los supuestos hechos con los que lo inculparon. Es todo un disparate, pero parece estar feliz en la cárcel que a otros les ha dado duro.
Se acuesta temprano y se levanta temprano. A las cinco de la mañana ya está en pie, se arrodilla y reza una hora. A las seis inicia la hora diaria de gimnasia. A las siete ya está listo para el desayuno, cuyos cocineros se levantan a las cuatro. Y a las ocho ya está como cualquier jubilado, desocupado, entonces coge el pincel. Se recuerda que en su Gobierno, comenzando este siglo, Sincelejo se llenó de murales alegóricos al arte, esos mismos que después algunos políticos borraron para publicitar sus campañas. No solo puso murales, sino canastas para la basura, que también se hurtaron. Los murales desaparecieron, pero el artista que los pintó aquella vez, se presentó en la cárcel con un curso. No dudó en inscribirse. Ahora Ospina es un consagrado a la biblia y a la pintura. En la cárcel tiene dos murales. Pinta paisajes y cualquier figura que le caiga en sus manos la hace idéntica. No los vende, los regala.
El consagrado abogado, Inis Amador Paternina, fue a la cárcel y dialogaron de todo, especialmente de las súper corralejas efectuadas en su administración. Amador se vino contento y en su programa Fiesta Brava por Unisucre, expresó que Ospina era el único capaz de que volvieran las corralejas y estaba a punto de salir.
Ospina se enteró de los comentarios en la cárcel, entonces le mandó a decir al doctor Inis que no fuera loco, porque una de las cosas que le había prometido a Dios en sus oraciones era no volver a una corraleja, una vez estuviera libre.
Esta es una crónica no oficial de uno de los alcaldes más votados de Sincelejo, a quien no le interesa salir muy pronto de la cárcel, porque dice que en este lugar se vive sin sobresaltos. Allí se adelantó el movimiento “slow”, aquel que pretende quitarle ese paso alocado que llevamos quienes creemos que por andar en las calles con prisa, somos más libres.
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