La tierra de los Leones Rojos. (I)
– Después de un analfabetismo que llegó a alcanzar el 46 por ciento y de varias crecientes que se llevaron los árboles que nadie sembró, un colegio de la Mojana entre los diez mejores de Colombia.
Por Alfonso Hamburger.
Mientras los muertos empezaban a serenarse en los relatos de García Márquez, anunciando el vitalísimo reino de Melquiades y Prudencia Aguilar, él, por el contrario era salpicado muy de cerca por las esquirlas de la muerte, pues el asesinato de Cayetano Gentile Chimento, ocurrido en Sucre en la madrugada del 22 de enero de 1951, fue tal vez el momento más grave de su juventud.
Así Dasso Saldivar introduce la relación de Gabo con Sucre, el pueblo mítico de “Crónica de una muerta anunciada” y otras novelas que visitamos por estos días, donde uno de sus colegios, en Travesía, se ubicó hace tres años por primera vez en la historia dentro el ranking de los mejores del país. Por allí cerca, el joven García Márquez, “echado en una hamaca colgada de dos palos de mango, a orilla del río Mojana empezó no solo a leer sino a desmontar cada relato y cada novela”. Había recibido una caja de libros que le enviaron sus amigos sabios de Barranquilla, para que matara el tedio y el bochorno de la espera. En recuperación de una especie de paludismo. Los libros, cincuenta y tantos años después ahora llegaron hasta Travesía, un lugar tan lejano, que ni la radio atraviesa esos caminos. Para conectarse hay que poner puentes y el aro de las ollas de aluminio, como si fuesen antenas. Allá mucha gente habla como si fuese del interior del país. La Mojana es otro país. Para ir hasta allá se suele atravesar varios dialectos, dependiendo del pueblo de donde arranque la aventura.
Con las últimas noticias la historia ha empezado a cambiar. A La Mojana, donde Gabo se despuntó en el amor y donde fue a recuperarse de una pulmonía que había agarrado en los gélidos amaneceres de Cartagena, llegó a finales de Marzo de 1949, a un lugar al que nadie quería ir. A los policías que cometían graves errores, los castigaban echándolos para allá. Ningún profesor quería irse para esa región, que muchos calificaban “por allá” como en la región trigalera de Arkansas City de A Sangre Fría, porque la luz se iba cuando llovía y para colmos llovía a cántaros. A la luz le decían la gata porque parecía temerle al agua y se iba con las primeras gotas. Ésta, con el Catatumbo, son las zonas del mundo con mayor intensidad de truenos y relámpagos. Por aquí hace pocos años murieron seis personas en un velorio, achicharradas por un rayo. El único que quedó vivo de los chispazos fue el muerto, porque estaba protegido por el ataúd. Se anegaban, no había carreteables y las noches eran para matar mosquitos. Los niños aprendían primero a nadar que a caminar o a leer. Por años La Mojana fue recordada por la canoa en la que llegaban los votos corruptos con los que se volteaban las elecciones a última hora. Los datos electorales de Sucre llegaban de último. Las grandes y cíclicas crecientes, con las que aplicaron torniquetes fantasmas con los que salieron a relucir edificaciones suntuosas en otras partes, siempre se llevaban los árboles de los proyectos del plan de rehabilitación. La gente pareció acostumbrarse e esas crecientes, porque después de ellas, llegaban los mercaditos con los que entretenían las vísceras. Los chorros de Aracelis y la Boca del Cura, siendo menores que la boca del Canal del Dique, jamás han sido selladas. Más de 500 estudios y un estudio de los estudios que al fin parece está dando resultados, se convirtieron en el cuento del gallo capón, que se repite y se repite, pero que jamás termina. Los relatos de Gabo se seguían repitiendo hasta en las elecciones del pasado octubre de 2015, donde la lotería de los resultados empató a dos candidatos con 6.768 votos. Inaudito. Increíble. La corrupción, las enfermedades de los riñones por consumo de pescado contaminado con mercurio, eran el pan de cada día. La Mojana , históricamente había sido la zona que incrementaba el promedio de analfabetismo en Sucre. Alguna vez llegó a alcanzar 46%. La Mojana sólo era visitada por los políticos en período electoral. La enamoraban y le prometían matrimonio, pero la dejaban plantada. Bajaban helicópteros una semana antes del debate con el botín para voltear hasta al Titanic del que hablaba El Gordo , si se atravesaba en el camino de los corruptos. La Mojana- dicen los cronistas- encareció los votos.
Sin embargo su gente, gente buena y cálida, dicharachera y de una relatoría oral impresionante, jamás había perdido la esperanza de que algo pudiera pasar. Al buen trato con el forastero, el Mojanero encima el buen comer, el buen beber y la fiesta. Las grandes cosechas de arroz y las subiendas de pescado, habían sido cíclicas, como la misma Boca del Cura que anegó para siempre sus territorios, después de una peste que los estaba acabando a mediados del siglo pasado. Las campanas no dejaban de tocar a arrebato, porque los muertos iban en hilera. Los entierros bonitos, con ron y música perdieron su gusto. Gabo no lo dijo todo. Los cuentos de velorio siguen intactos, mágicos. Y el Cura José de Gabaldá, que abrió la boca del rio en 1936, quedó inmortalizado en uno de los salones de un colegio de Majagual. Por ahí era la cosa. La zona no parece distinguir Municipios, pues la media es pareja y los problemas son comunes.
Esa gente, a la que siempre le impuso el desarrollo vertical, inconsulto, desprestigiado de la canalización de los caños, de los mercaditos para paliar cada crisis, dictado de arriba hacia abajo, no pensaba que la cosa estaba en la educación. Fue cuando llegó un alcalde popular, de mochila al hombro, que computador en mano, empezó a administrar bajo los árboles, simulando las lecturas interminables de Gabo, echado en una hamaca. Francisco Gómez Osorio- hoy exiliado en Bogotá- contagió a todos. Primero tuvo que sobrevivir a la vieja clase política de Sucre, que lo persiguió y hasta fue sindicado de rebeldía, para meterlo a la cárcel. En sus dos alcaldías populares, no sin los tropiezos de quien se atreve a ser diferente y a arriesgarse, Gómez Osorio con colegas de Sucre- algunos dicen que tiene talla de ministro- le dieron prioridad a la educación. El liderazgo de Gómez desde Majagual empezó a contagiar toda la zona. Los primeros logros se dieron en 2009, cuando la Institución Educativa, Nuestra Señora de las Mercedes, ocupó el primer puesto por su impulso a la innovación y a la tecnología, pero esa vez no hubo despliegue mediático.
Igual se destaca el trabajo de investigación que adelanta, en el caso de los personajes de Gabo, el profesor Isidro Gil Álvarez y otras hormiguitas que trabajan con las uñas. Los alcaldes de Sucre que impulsaron la educación sembraron en tierra fértil. Al Sucreño cuando se le dan los espacios, es capaz de superarse a sí mismo. Ya en el pasado, quienes llegaron a la Universidad, lograron ser excelentes profesionales, como los hermanos Cabrera Castilla, uno médico, otro abogado y cantante. Aun con el logro, Travesía sigue siendo una comunidad distante, ubicada más cerca de Majagual que de Sucre, ya casi rayando límites con Achi, Bolívar, que fue noticia hace tres años, cuando un soldado borracho mató a tres personas. En verano, como este que transita largo y severo, el rio Mojana de los árboles de mango donde Gabo se echaba a leer se convierte en una playa y para ir allá se gastan dos horas desde Sucre, en moto. Son ríos de polvo los que hay que atravesar. Y Para llegar a Sucre, son dos horas en auto a Magangué desde Sincelejo y por lo menos tres horas por agua hasta la tierra de La Marquesita. Pero como el verano es largo, la tierra manda. La gente prefiere bañarse en nubes de polvo y no arriesgarse a morir ahogados en un caño de invierno. Otra vuelta es por carretera cogiendo las poblaciones de Sampués, Sahagún, La ye, San Marcos Majagual, una via tan reciente que causa muchos accidentes.
Antes de que el colegio Francisco José de Caldas, del corregimiento de Travesía, que se ubicó en el puesto 10 con 8,65 puntos, siendo la única IE oficial costeña en ese privilegiado lugar, apenas hace tres años, la Mojana fue noticia, cuando se cayó el puente provisional a la altura de San Marcos, dejando la zona incomunicada. En otro hecho de negligencia, el viejo puente colapsó, mientras las cabeceras del nuevo que lo remplazaría ya aprecian como recibidas. Menos mal que el nuevo Gobernador, Edgar Martínez Romero, dicen que un hombre de carácter, se botó hasta el lugar y lograron abrir caminos.
No obstante, esta noticia, que muy seguramente no aliviará del todo los males del verdadero Macondo, La Mojana sigue siendo una zona lejana, con más de 500 mil hectáreas por explotar, donde los Zenúes manejaron con inteligencia sus aguas, pero que sigue teniendo los mayores índices de atraso en el departamento de Sucre. Con razón José Mujica, expresidente de Uruguay, dijo: “La salida es educación, educación, educación”.
Y muy seguramente esos niños de Travesía, que como Gabo se echaron a leer bajo un bosque de mangos, esta vez en un computador, serán en el futuro quienes tomen la decisión más trascendental de La Mojana: que el territorio sea explotado aun amenazando el ecosistema, o dejarlo impoluto para convertirlo en un pulmón del mundo, donde los turistas cansados del cemento y la piscina, vengan a relajarse con la naturaleza. (Continuará)