Siempre que recuerdo a Mario Paternina- que es casi todos los días- me acuerdo del abejón mono. Acá no dicen abejón, sino ovejón, un insecto de tamaño apreciable, que carcome el madero y anuncia las visitas. Que vuela como pájaro, con tremendo zumbido. Mario siempre hablaba del ovejón mono, especialmente cuando se encontraba con Alfredo Gutiérrez.
En vida nunca se me dio por preguntarle a Mario porqué se reía tanto cuando hablaba del abejón mono. Hace poco descubrí que el Abejón mono es igual al Yolofo, un ave que espera que otro pájaro construya el nido para meterse.
Mientras el abejón negro taladra un madero con su pico para meterse en los inviernos, el abejón mono espera que el negro abra el hueco para meterse. Así hay gente. Siempre están a la caza de lo que hacen otros para apropiarse de esos proyectos.
Por lo regular esos abejones monos van a misa todos los domingos, crean grupos en las redes sociales, saben en qué posiciones quedó el junior el último torneo, llevan estadísticas, sueñan con ser líderes, van a comprar el pan y la leche a la tienda de la esquina y están de acuerdo con el Gobierno.
Estos abejones monos siempre están prestos a la alabanza con propósitos, pendientes de la bequita y de las reuniones, donde se creen los invitados.
Esta especie de espanta jopos, que no hacen ni dejan hacer, de seguros que con ellos no pasará nada, es posible que mueran de viejos, pero no cambiarán el mundo.