«La creciente del Cesar».
ESCALONA, VISTO EN LA INTIMIDAD DEL MITO.
– Escalona no era para una sola mujer, era para el mundo entero, La Maye.
Nota de la redacción. Se ha escrito tanto de Rafael Escalona, muchas veces desacreditando su obra, su vida personal, sus engreimientos y su ego, que al abordar su vida y su obra no es fácil, por correr el riesgo de caer en el cuento del gallo capón. En el siguiente texto, sin proponérselo, Ricardo Gutiérrez, que tuvo el privilegio de ser su amigo y de dialogar con él a diario, se mete en un tema específico, en el de los ríos inspiradores, las piedras pulidas, los árboles cuyas ramas bajan al rio, sus estados de ánimo, impregnados de mariposas y la naturaleza .En su amor eterno, La Maye, hasta salir airoso en su intento del homenaje al amigo, al maestro y al mito. Escalona no tenía escapatoria. Sus estados de ánimo lo hicieron tal como fue, un genio. (Alfonso Hamburger)
Por : Ricardo Gutiérrez Gutiérrez
Las aguas frìas y cristalinas del río Guatapuri bajan zigzagueantes desde su nacimiento en la laguna Curigua, situada a 4400 metros sobre el nivel del mar, en la Sierra Nevada de Santa Marta, donde viven los Koguis, Arhuacos, Aiwas y Kankuamos y en su recorrido de 85 kilómetros reciben como afluentes los ríos Donachui, Curiba, Los Mangos y Mamanqueca.
.Su corriente tempestuosa, alegre y bulliciosa corre por un cañón resguardado por impresionantes rocas que la conducen hacia su desembocadura en la margen derecha del río Cesar, cerca de Valledupar, y en su recorrido saluda emocionada a los pereguetanos, árboles frondosos de troncos leñosos que se ramifican a cierta altura del suelo y que con el tiempo inclinan sus ramas buscando frescura, por esta razón se muestran agradecidos con la arcilla que sostienen las piedras de variados colores que se encuentran a lo largo de la rivera
Gracias a este soporte y al tejido rígido de su cofia, que protege la punta de la raíz cuando se introduce en la tierra, el color de las hojas permanecen verdes a pesar del vaivén generado por las brisas, que en muchos ocasiones son tan fuertes que al juntarse unas ramas con otras buscando acariciar la corriente, producen una apacible exhalación sonora.
El maestro Rfael Escalona.
En ese espectáculo natural, se generan situaciones que impresionan. De la montaña donde el ambiente taciturno hace vibrar el alma al sentir el eco, el fenómeno acústico impregna de misterio el momento con la onda sonora que se refleja en una superficie y el regreso hacia el emisor.
Al cambiar la temperatura, aparece de pronto variados alaridos estridentes al rozar una rama con otra, fomentándose un enigmático ambiente, quizás único, diferente al entorno tropical de cercanos parajes donde sobresale la espesura de enormes matorrales silenciosos, que dificultan el ingreso de los rayos del sol. Es difícil que penetran hasta la orilla. El resto es humedad, luz, misterio.
Ricardo Gutierrez, autor de esta nota.
Este entorno natural consentido por los Vallenatos representa parte de su patrimonio cultural. Muchos disfrutan bañándose en el Guatapuri, cuyas aguas son necesarias para irrigar cultivos y el sostenimiento de los hatos ganaderos, que en parte sostienen la economía regional. Como los mismos sembradíos de algodón, antes que fuesen reemplazados por la economía de nuestra cultura, con versos y acordeones. Economía naranja, como dicen ahora.
Este venerado río, considerado vital para la cotidianidad de los habitantes de la región, ha sido fuente de inspiración de muchos compositores que se acercan a observar el espectáculo motivador que brinda las cristalinas aguas y el hermoso paisaje. Aquellos los enamora y hasta han amenazado con lanzarse a aquellas aguas, para que los ahogue la creciente, pero sólo como un tropo de su música, porque pocos se han muerto de amor.
El puente de Hurtado, construido en concreto y acero agiliza el tráfico por la carretera que comunica Valledupar con los corregimientos de Patillal, Badillo, Atanquez y con el Departamento de la Guajira. Por allí pasaba Rafael Escalona permanentemente cuando visitaba Patillal, la tierra de su madre, para encontrarse con sus familiares y su mentor, el compositor Tobías Enrique Pumarejo Gutiérrez.
En una mañana del mes de Mayo, en que Escalona salió para Patillal, al pasar aquel puente tan mentado en nuestra musicología lo impresionó el alto nivel de la corriente del Rio Guatapuri , que parecía desbordarse a asimismo, como un torrente rebelde y furioso. De inmediato agilizó el paso presintiendo el incremento del volumen de la corriente de La Malena, un riachuelo cercano a Patillal, en cuyas aguas se bañaba en invierno cuando era niño y jugueteaba con las sardinas que se movían en cardúmenes delirantes, vitales, como producto de una tierra feraz, pródiga en recursos naturales. Aquella nutria de su matria,lo fue llenando, hasta que no aguantó las aguas desbordadas de su talento,descubriendo, que aquello era música.
Deseaba sentarse en las piedras grandes que se encontraban en sus orillas para contemplar el revoloteo de las mariposas, cuyas alas de diversos colores , en una perfecta policromía, por lo pigmentos que tiñen las células o por el comportamiento de la luz cuando choca con ellas.
Escalona disfrutaba ese hermoso paisaje natural y con enorme satisfacción compartía los retozos de esos invertebrados que en su conjunto organizaban un espectáculo atrayente que lo hacía vibrar. Allí, absorto se deleitaba observando su revolotear de un lado a otro. Esos momentos inolvidables lo estremecían y sentía una sensación de felicidad y de regocijo ante la majestuosidad de la naturaleza que contemplaba en silencio. Aquella explosión de colores y movimientos, sin duda, tenían que terminar en el arte que todo lo puede, que todo lo dice, que todo lo señala. El banquete estaba servido, se necesitaba el arquitecto, una especie de complemente que le pusiera la varita mágica.
Para él era suficiente observarlas y acariciarlas desde la distancia para que se acercaran y poder compartir la emoción de los machos desde la orilla, al beber enormes cantidades de agua y el coqueteo de las hembras al unirse a su compañero para aparearse mirando curiosamente en direcciones opuestas.
Al llegar a Patillal, después de visitar cada uno de sus amigos y parientes que vivían en esa hermosa población, donde el «Cerrito de las cabras» observa expectante sus acontecimientos cotidianos, visitaba a su parienta Pacha Martínez, en esa acogedora casa con hermosos àrboles de mango en el patio. Allí se sentía feliz escuchando las historias de sus ancestros y disfrutaba los versos románticos del poeta Chema Maestre, acompañado de un café con “ajinjible arrecostao” en un taburete de guayacán.
Escalona era un hombre inquieto, no permanecía mucho tiempo en un mismo lugar, tenía que aprovechar las horas del día, porque al llegar la noche se recogía temprano, como lo hacen las mariposas cuando desaparece el sol. Él sabía que debía recargar baterías para continuar al día siguiente su vida parrandera, de un lado a otro, pendiente de un nuevo idilio.
Toda esa conjunción de naturaleza, familias, historias y cariño verdadero, lo llevaron apensar en La Maye, en amores pendientes y en todo el hormigueo de escaramuzas sentimentales que por momentos disfrutaba y en otras que lo atormentaban inclementemente y le causaban honda herida.
De pronto se despidió y tomó la decisión de regresar a Valledupar, recoger a Colacho y hacer una nueva parranda en Palmarito, la hacienda del distinguido médico, Leonardo Maya Brujes, ubicada en el municipio de La Paz.
Al llegar al Puente de Salguero, en la carretera que de Valledupar conduce a la tierra de las almojábanas, se encontró el rio Cesar crecido, a cuyas aguas habían desembocado las del Guatapuri. Los sonidos de ese paradisíaco lugar impresionaban el ambiente con lenguaje y voz propia, creando una inusitada sinfonía que variaba de acuerdo a la fuerza del cauce y a los obstáculos que encontraba. Todos esos fenómenos naturales eran semejantes a sus amores pasajeros, apacibles algunos, otros tormentosos e inquietantes.
Ese sonido particular que se daba en la confluencia de los dos ríos y el plácido ambiente generado por los frondosos algarrobillos que crecen en el entorno, lo llevaron a reflexionar sobre los encontrados sentimientos que lo avasallaban continuamente
Disfrutaba las parrandas comentando sus recientes composiciones producto de amores furtivos que en su trajinar encontraba, pero sabía que su mente creadora y sensible no se apartaba del cariño que le entregaba su Maye.
Esa situación lo atormentaba, pero no era capaz de resistir las tentaciones que a diario lo acechaban. Tenía claro a quien verdaderamente quería y sabía que su espíritu conquistador con las mujeres que encontraba, no era suficiente para compensar las penas que le ocasionaba el distanciamiento con la mujer que amaba.
Esa situación recurrente lo dominaba, tenía claro que ninguna mujer era capaz de calmarlo, disfrutaba momentos con una y otra pero en el fondo deseaba que su corazón se pareciera a las aguas tranquilas del Río Cesar en verano. Sin duda, quería regularse, porque su corazón la mayoría de las veces, era un caballo desbocado.
Rafa disfrutaba muchísimo conquistando. Su obstinación por un nuevo amor lo obnubilaba, día y noche, luchaba por una nueva conquista, nada lo detenía. Esa férrea condición era similar al embate que la creciente genera con el fin de sobrepasar los obstáculos que encuentra en su cause
Su condición de hombre andariego no le permitía estar tranquilo y entregarse a la mujer dueña de su corazón; disfrutaba temporalmente algunas relaciones, otras eran difíciles y tormentosos, similar al enfrentamiento de la corriente del rio con las piedras que se interponen a su recorrido.
Quería a La Maye, que en aquel momento estaba en Urumita, al otro lado del rio con sus hijos, en la casa de su pariente Pedro Nel Aponte, pero sentía que no podía dejar los amores pasajeros aunque no le brindaran el equilibrio emocional que tanto anhelaba.
Ante esa lucha interna que lo estremecía, constantemente inventaba pretextos para parrandear con sus amigos, que al unísono festejaban sus andanzas .
Al pasar por el puente y observar el rio crecido, contagiado por el espectáculo natural sintió la necesidad de dirigirse a ella. El estremecedor vigor de la creciente motivó su estado emocional. Sintió la necesidad de contarles a sus amigos cercanos en pletóricos versos la situación que vivía.
«Maye no le tengas miedo
a la creciente del Cesar
Que yo lo voy a cruzar
es por el puente de Salguero
Y si el rio se lleva el puente
Busco otro modo de verte
Por que pa’l cariño mío
nada importa un rio crecido
Yo vi al rio Cesar caer en su corriente a un ahogao.
Que se ahogó porque iba a ver a su novia al otro lao’
Como el otro iba bollao el doctor Maya exclamó
fue Escalona que se ahogó porque estaba enamorao»
Escalona estaba convencido de que el amor profundo que sentía producto de sus innumerables virtudes, lo podían calmar y era consciente de que un hombre soñador, luchador y romántico requería de una mujer Inteligente y cariñosa, pero era imposible mantener esa relación por el asedio permanente de sus amigos parranderos que le patrocinaban sus andanzas con el fin disfrutar sus cantos.
Esta situación permitió que su alma solitaria se devastara emocionalmente. Era La Maye. Rafa, la quería a su manera , como lo hacen las brisas indómitas del Caribe que se deleitan retozando en las diferentes playas que encuentra y besan fugazmente la arena del mar .
Ella, una mujer entregada a sus hijos, esperaba su regreso anhelando que las cosas tomaran un rumbo distinto. Lamentaba que no pudieran compartir el calor del hogar en su plenitud, siempre soñaba con un amor duradero cuyos cimientos profundos mantuvieran unidos sus corazones. La realidad era dura, sentía que el sol brillaba, pero la soledad la atormentaba. Necesitaba resignarse para no sufrir tanto, pero aún esperaba que volviera.
En alguna oportunidad le pregunté a La Maye: ?Si Rafael resolviera regresar, tú lo recibirías? Sin titubear me contestó. Sí, yo hace mucho tiempo entendí que Rafael no era para mí sola. El nació para el mundo entero.