La mañana primaveral era fría y solitaria, estaba sentado en la plaza Rösemberg de Frankfurt,
Alemania, había salido a caminar como de costumbre, en realidad, un escape para hablar con
Dios; rodeado de construcciones antiguas sacadas de los cuentos de los hermanos Grimm.
En mi mente un carrusel de nostalgia y ansiedad, mi mamá por obra de Dios, eludió como muy
pocas personas el agresivo impacto de un monstruo llamado cáncer, y por otro lado sentía
ansiedad, las ganas de abrazar a mi mamá eran más importantes que todo, me tranquilizaba
un poco la intermitente compañía de mis hijos a mi mamá.
Estaba en Alemania de nuevo, está vez, como compañeros de viaje, unos participantes del
proyecto en Colombia, llegamos por invitación de uno de nuestros aliados comerciales.