Homenaje a Miguel Cabrera(2)

Homenaje a Miguel Cabrera (2)

Al lado de un gran hombre marcha una excelente .

Por ALFONSO HAMBURGER

Aquella vez Miguel Cabrera Castilla tenía como invitado en su casa de Corozal a una celebridad que aún lloramos: Mario de Jesús Paternina Payares, un amigo del alma, un cajero con manos de cura.

Y tener a Paternina como invitado era todo un lujo, una especie de fiesta de la vida, porque Mario de Jesús era pura risa y puro detalle.

Miguel estaba reposando en una hamaca colgada bajo la fronda de un árbol corpulento y veranero,en el patio, cuando llegó el invitado. Eran las once de la mañana, pero Miguel no sé levantó a recibirlo,dada la confianza que se tenían. Aquella vez lo recibió en la puerta una muchacha morena clara, de cabellos indios,de ojos grandes y aspecto regional, zenú. Simpática y sencilla. Cómo las que describe Alejandro Durán en sus discos.

Miguel Cabrera Castilla, y CD de Julio Rojas, en homenaje a Gabo.

La mujer guió a Mario a través de la sala,atravesaron el comedor y lo llevó hasta la hamaca, donde reposaba el artista,en el zaguán del patio. Miguel estaba sin zapatos y descamisado.

Mario tomó asiento. Miguel le ordenó a la mujer que le trajera las abarcas y una camiseta.

De allí en adelante todo fue un rosario de órdenes ,que la atractiva mujer cumplía con gran diligencia y siempre con una sonrisa a flor de labios. Les llevó dos tintos, el de Miguel sin azúcar,y un vaso de agua.

Ya habían hablado por lo menos una hora,en la que descompusieron el mundo y después lo pusieron en su puesto,como si armaran y desarmaran un rompecabezas, cuando la misma mujer los llamó a manteles.

En el almuerzo la mujer no dejó de atenderlos muy diligente y después se sentó un rato con ellos para acompañarlos.

A eso de las tres de la tarde, el mismo Miguel acompañó a Mario de Jesús a la puerta para despedirlo como es debido, con un fuerte abrazo y palmaditas en la espalda.

Mario sabía que Miguel había estado casado con una Juez de la República, de la que poco sabía y por prudencia,durante su visita al amigo, no le preguntó de quién se trataba la muchacha que los había atendido a cuerpo de reyes. Sólo lo hizo muy discretamente, en la puerta:

– Quién es la muchacha? Preguntó Mario.
…y con mucho orgullo, Miguel le respondió:

–!Ella es mi mujer!

Rogelio Goez Barragán,  gestor cultural, al lado del homenajeado.

DOS.

Aquel retrato que Mario Paternina me hizo de Miguel Cabrera lo pintaba de pies a cabeza. Así fue desde sus inicios. Un hombre auténtico,a veces desabrochado, sencillo, jocoso, como si nunca hubiera tomado nada en serio. Y sobre todo, con una chispa de inteligencia, que a veces no se alcanzaba a notar en su forma de ser. Un hombre muy capaz y tan fácil para hacer las cosas, que daba la sensación de ser irresponsable. Así transcurrió su vida,que de pronto pudo ser más fructífera, especialmente en la música, porque su irrupción en la farándula, cuando los consagrados del vallenato se podían contar con los dedos de las manos, fue por la puerta grande y sin ningún tipo de complejos. Aunque su voz era un poco arrastrada y comparada con la de Jorge Oñate, Miguel tenía su propio estilo dentro del estilo de Oñate y Beto Zabaleta. Pero el sucreño era mucho más completo,porque era un hombre de leyes, intelectual, tocaba la guitarra y hacia bonitas canciones,con las que alcanza a ganar festivales. Su oído es más universal y educado. Creo que esas facetas,todas exitosas, pudieron haberlo engolosinado y no consolidó un mejor éxito musical, filón que pasó a un segundo plano. Miguel estaba destinado para el éxito,en la profesión que escogiera, porque también pudo haber sido médico.

Miguel, como otros, prefirió el círculo de seguridad que da la familia, porque la música se convirtió en una aventura,en la que hubo una generación perdida , especialmente en Sucre. El terremoto vallenato aún se siente. Solo quedan los recuerdos.

Y sin exigirse al máximo, Miguel escribió una historia rutilante en la música sabanera.

Juan Sajona, Manuel Barrios Gil y Miguel Cabrera.

TRES.

Yo estaba en la calurosa sala de redacción del periódico El Universal de Cartagena una tarde de 1989 cuando alguien llegó a buscarme. Yo era periodista judicial y no cubría farándula, pero el artista que me buscaba quería era conmigo. Se trataba de Miguel Ángel Cabrera Castilla, eufórico y tenaz.
Se acababa de ganar un sonado caso judicial y atravesaba un gran momento artístico.

Cuando Sucre se separó de Bolívar, el nuevo departamento asumió todos los compromisos laborales de empleados que venían trabajando con el viejo Bolivar Grande. Aquellas cuartas partes pagadas por Ley eran un montón de plata, que Miguel ganó en franca lid como apoderado del departamento de Sucre. De vaina no se volvió loco. No alcanzaba los treinta años,buen mozo, alegre, risueño, exitoso cantante y consagrado abogado. Para qué más? Hay mamá,para que me pariste macho?

Aquélla vez, con Tulio Villalobos, nos fuimos de rumba al fogoso festival de música del Caribe en la plaza de toros, cuando la música africana y el vallenato irrumpen con fuerza en Cartagena.

Esa misma noche, una pareja que departia en el festival se fue de liga a un conocido motel . Me tocó cubrir la infausta noticia. El hombre salió solo. Cuando fueron a ver,encontraron el cadáver de la mujer. Al parecer se pasó de droga. Cartagena estaba llena de peligros.

Miguel Cabrera, durante una protesta.

 

CUATRO.

Si Mario de Jesús Paternina era pura risa y detalles, su hermano Felipe Antonio es un rey de la amabilidad y la seriedad. A veces creo que el único que lo conoce de pies y cabezas es Carlos Pérez. Felo es demasiado discreto. Prudente.

Felipe es casi un santo. Si fuera papa habría que canonizarlo. Y dado que su temperamento tranquilo es todo lo contrario de Miguel Ángel Cabrera Castilla , aquella pareja sencillamente parecía dispareja. A Miguel, zaramullo, echador de chistes, había que ponerle una especie de bozal y frenar, sin que fuese una mala persona. Era su temperamento explosivo.

Miguel era impulsivo y sin talanquera. Con el dinero ganado en su primer litigio, se presentó donde Jaime Hernández Cavalo, quien era concesionario exclusivo de la firma Renault en Sincelejo. Tenían en exhibición un hermoso auto último modelo,al que Miguel le echó el ojo. Invitó a Felipe para que lo acompañara, quería darle un paseo. Lo pagó en efectivo. Quería llevárselo enseguida. Era sábado y el papeleo de la placa y matrícula se llevaba varios días, pero como Hernández Cavalo tenía uno igual que había comprado dos días antes y lo negociaron.

Miguel, eufórico, se puso al volante. Felipe iba de copiloto,atento a la maroma. Miguel no era muy diestro,no le conocía las mañas al auto.
El auto arrancó no sin cascaveleos ,pero Miguel logró estabilizarlo y cuando llegaron al semáforo que está en la droguería San Judas, Miguel no sabía cómo frenar el auto.

Y Felipe, que siempre ha sido muy responsable, amenazó con bajarse.

Allí estaba pintado Miguel, genio y figura,hasta la sepultura.

  Delegación de Sucre en el Pes Vallenato, Fonseca, La Guajira.

CINCO.

Julio Rojas Buendía, antes de morir, hizo un trabajo antológico con las trece canciones Vallenatas que más le gustaban Gabriel García Márquez ,en compañía de Miguel Cabrera.

Gabo fue jurado calificador en el segundo festival vallenato que se ganó Julio Rojas, que aquella noche le dio claridad al jurado, porque hasta allí nadie se había destacado para ganar.

Gabo estaba bostezando y creía que el vallenato estaba en crisis.

Julio Rojas estaba asustado, porque podían acusar a Gabo de nepotismo,dado que el segundo apellido del virrey era Buendía y la estirpe de los Buendía estaba condenada a Cien años de soledad,en la obra del Nobel.

Miguel tuvo el privilegio de poner su voz en este trabajo, pero ya Julio Rojas había muerto.

EPÍLOGO.

Mario Paternina, QEPD.

Siendo yo director de la emisora de la Universidad de Sucre, cuyos estudios quedaban en el tercer piso del edificio AV Villa, se me presentaron dos inconvenientes con los protagonistas del programa Valores de la Provincia, porque los invitados no podían subir escaleras y no había ascensor, Miguel Ángel Cabrera Castilla y Miguel Durán Olaya, a quien casi subí en hombros.

Pero en el caso de Miguel Ángel Cabrera Castilla, que venía siendo afectado por la diabetes, no fue necesario, porque cuando bajé a buscarlo, ya lo traía en brazos la misma mujer que le abrió la puerta a Mario de Jesús Paternina, el día que almorzaron juntos por última vez.

Alfonso Hamburger

Celebro la Gaita por que es el principio de la música.

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