– Portales que plagiaron la nota sobre Adolfo Pacheco.
Por ALFONSO HAMBURGER
Por lo regular nunca le presto mucha atención a las cosas que me suceden. Son cosas que solo me suceden a mí. Y que me las trago solito. Pero ya es bueno reaccionar para dar claridad a este asunto. Para que aquellas personas no mueran inocentes. Y sepan, antes de entregar los papeles, que nos esteramos de lo que nos hicieron. Pararles el macho, o la hembra, como decía mi abuelo.
El plagio, por ejemplo, no sólo se da en las canciones. En el mundo vallenato es muy frecuente. Y hasta lo celebran. Don Toba, Octavio Daza y en especial Rafael Escalona, fueron descarados plagiadores. De Escalona, denotado por su gran ego, quien enseñó a su estirpe a viajar en aviones tipo ejecutivo y a bajarse en hoteles de cinco estrellas (cosas que veo positivo) se le ha comprobado muchas canciones cuya melodía son plagio. Y hasta letras completas. La del vallenato Nobel, grabada por los Zuleta, la terminó de hacer Calixto Ochoa en Sincelejo. Y aquello era un privilegio. Hacían fila para regalarle canciones a Escalona. Don Toba, que se plagió “Mírame”, murió casi bravo con Escalona “porque no lo tuvo en cuenta”.
Bueno, de las cosas buenas de esta queja, es que suelen plagiar a los grandes. En este caso, el imitador se empequeñece, y se exalta a quien se le plagia. Hay por lo menos cien cantantes en Colombia imitando a Diomedes Diaz, entre ellos sus veinte y tantos hijos.! ¡Ridículos! ¡Busquen juicio!
Y ahora, con eso de copia y pegar, la vaina se ha exacerbado.
No me considero bueno. Solo un cronista que vive de escribir. Me desestreso escribiendo. Sin embargo, a mi me han ignorado con frecuencia, lo que es bueno y es malo. Y me han plagiado frecuentemente. Es bueno que a uno lo ignore la policía cuando lo hacen descender de un bus de pasajeros para una requisa y a uno ni lo miran. ¡Que bárbaro! También me ha pasado. Y con esta cara de curita de pueblo, de yo no fui, los policías ni me han mirado.
Tuve una hermosa novia en El Carmen de Bolívar, de ojos almendrados y piernas de batata, cuando estudiaba en el Instituto Parras Paris, que había peleado con su novio anterior. Cuando el tipo se enteró de que ella estaba saliendo con un personaje tan insignificante como yo, se reconcilió para casarse. El quiso evitarle a ella ese mal porvenir. Después se separaron y ella hoy es felizmente casada otra vez.
A mí me han plagiado desde que inicié mi carrera, en 1987, por Montería. Allá un corresponsal de Chinú, que después fue asesinado, tomó un texto mío y sin pena ni gloria, lo firmó como de él. Yo no lo podía creer. Estaba asombrado y hasta me dio risa. Nunca le dije nada.
Después, un insigne profesor de San Jacinto, dizque rector de un colegio, publicó un texto mío como si fuera de él, sin inmutarse. Habrase visto tanto descaro? Tampoco dije nada. Me volví a reír.
En uno de los encuentros nacionales de investigadores de música vallenata celebrados en Valledupar, estuve en primera fila, escuchando una conferencia sobre el maestro Lisandro Meza, el rey sin corona.
Al terminar la conferencia, la expositora, reconocida vallenatologa, cantante y estudiosa del género, se me acercó, me abrazó, me besó la mano para disculparse. Yo estaba aturdido no tanto por sus besos y sus abrazos, sino porque me rogaba que la disculpara. Como había mucho ruido me llamó al pasillo y me confirmó que la base, el sustento de su discurso lo había sustraído de mi libro “En Cofre de Plata”, música corralera de la plaza de Majagual a la Modernidad, pero que se le había olvidado darme los créditos, tanto en el libro que publicó, como en la conferencia. Le dije que estuviera tranquila, que yo no me ponía bravo por eso. Ni cuenta me había dado.
La verdad que es chévere que a uno le reconozcan el trabajo, pero nada más. Enrique Diaz decía que él no vivía de aplausos, que con eso no se va al Mercado. Y si las medallas son de “crisocal”, menos.
No obstante, esto del plagio es un asunto serio, y es tan delito como la mentira o la injuria y la calumnia. Empero, el periodista que plagia a otro, o toma un texto como de él, demuestra que su ética o su incompetencia son su manera de vivir. Son engatusadores. Le hacen mal al oficio. Como internet es un mar agitado, solo copian y pegan.
A raíz de la enfermedad del maestro Adolfo Pacheco, escribí una nota oficial sobre su estado de salud, pues una cadena nacional había especulado de que el juglar tenía Covid-19. En este tiempo donde ya no importan las exclusividades y creo que entre menos exclusivas sean las notas ( la idea es que vuelen por el mundo, que todos las reenvíen), es mejor. Internet nos desbordó a si mismos, pero hay que respetar el derecho de autor.
Mi nota, “Ni Covid ni infarto”, fue tomada por varios portales. Algunos colegas me pidieron permiso, otros no. Pero hubo un portal de Sincelejo que tomó párrafos completos y los difundió sin enconillarlos, sin decir que según difundió el portal de crónicas y noticias www.hamburgerchannel.como. Eso es un delito. Se nota su estilo falso, mediocre. Y se resalta el mío. Prácticamente le dio vuelta a la nota y la hizo confusa. Hubiese sido mejor ahorrarse esas angustias y haberlo publicado todo.
Y es bueno decir, que este que me plagia, o que toma mi nota sin advertir la fuente, tiene fama de redactar muy mal. Y si así hace con el resto de sus notas, ya es bueno que se le pare el macho. O al menos ponerlos en evidencia, porque hay un día, que dejamos de ser tan frágiles y pasivos.
Mi madre solía decir, que la patada del buey manso es mas fuerte que la de aquellos que se creen perversos.