Crónicas de Bogotá: ¿Vender libros o manejar taxi?

Banner_ECA(200px200pxalberto salcedo BOGOTA

En la foto de arriba con Alberto Salcedo Ramos, Juan Manuel Roca y JJ Junieles. Abajo con mis hijas Marialis y Melissa, mi sobrino Ricardo Hamburger y una amiga( de gafas) la camopeona en  bolos.

Por Alfonso Hamburger

Los escritores somos una especie de locos en busca de fama y que nuestros nombres se escriban en letras de molde. Somos ególatras. Vanidosos, despistados. La mayoría fracasamos. Y muchos de los que alcanzan la gloria, ésta les llega con kilos de barriga, barbudos, ciegos o después de los 73 años. Esa fue la percepción que recibí en la reciente Feria del Libro de Bogotá, donde estuve perdido en ese mar de rostros y de ojos que se pierden en otro mar de libros y de ofertas. Una de las muchachas hermosas que trataba de atraparnos como compradores no supo decirme si el escritor del departamento que impulsaba estaba vivo o muerto. Un político la había designado en ese cargo. Eso me hizo recordar a Jorge Luis Borges, en entrevista con Mario Vargas Llosa, al sostener que en estos congresos se iba a turistear, a beber y hablar de política, menos de literatura. Menos mal que caí en las tertulias y en los brazos de varios amigos, como Alberto Salcedo Ramos, Triunfo Arciniegas, Juan Manuel Roca, J.J Junieles , Otto Medina y Rafael Ricardo, entre otros, que me hicieron vivir la mejer feria.

Hay especialistas en despedazar colegas. Somos en la costa de un canibalismo salvaje. Hay escritores de todo tipo y por eso precisamente los descalifican, pero de esos hablaremos después.

Para empezar, lo bien que se portó mi sobrino, El Cachaco, Ricardito Andrés, quien nos fue a recibir al Aeropuerto el viernes, después de despedazar un examen en La Nacional. El clima está delicioso. En los alrededores de Corferias hay unos restaurantes costeños que son una delicia. Todo fue saliendo ni mandado hacer. Como si mi desorden hubiese sido organizado por Dios. Por la noche, por primera vez jugué Bolos. Tres mujeres y dos hombres nos batimos. Ya en la última tirada, estando de segundo en la tabla de posiciones, tuve opción de ser primero o tercero y fallé.
Bogotá es la ciudad costeña más grande de Colombia, con más de dos millones de paisanos, que llegan abrirse paso con el trabajo. Aun no me acostumbro a viajar como si fuese sardina en lata en esos pájaros rojos articulados: transmilenio.

Dos taxistas costeños, junioristas, nos pusieron a tono con ese tesón Caribe, laborioso, alegre, y hasta nostálgico por su tierra.
Mientras me perdía en ese mar de rostros que hacen cola tras la cultura, con esos avisos llamativos y esa publicidad agresiva, pensaba en “MI ensayo sobre la diabetes”, agotado ya en el Stand de Sucre ( 205) del pabellón seis, recordaba a Jorge Luis Borges. Uno es feliz mientras sabe quién es el que le compra los libros. Sabe su estado civil y sus otros datos. Sé que mi libro en manos de Numas Gil o de Roberto Samur, están en buena manos. No había pasado de 37 libros. Pero ahora que pasan de mil, uno se asusta, porque ya el libro deja de pertenecernos. El libro se aferra a nuestra derrota. Va donde va uno y uno va con él, sin saber si lo desprecian o no. Si lo abandonan o no.

Lo cierto, pese a que Ensayo Sobre La Diabetes fue el más venido el fin de semana en el Stand de Sucre, el taxista Barranquillero que el domingo ( cuando el Junior le ganaba 2-0 al Medellín), me dejó la irrisorio de nuestro mercado. Todos los referentes superaron nuestros guarismos. El chofer, que comió mierda el principio y que ahora es un avezado conductor, se echó a reír al oír mis cifras. El, que paga una tarifa de 90 mil, ese día debía pagar 50, a esa hora, ya llevaba ganado 300 mil pesos. Era su última carrera. Y mi sobrino, Ricardito, que el lunes se fue con la Tuna de la Universidad a un municipio a tocar música colombiana, pusieron un sombrero en el piso, recogieron más que yo con mis libros. Y eso que el mío fue el más venido.
De todas maneras, el ejercicio parece interesante y la aventura de vender libros, apenas comienza. (Continuará)

Alfonso Hamburger

Celebro la Gaita por que es el principio de la música.

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