El REENCUENTRO
Por Luis Emiro Villadiego Lora
Luis Emiro Villadiego Lora, evoca cuarenta años de nostalgias.
Las circunstancias marcan las personas dependiendo del grado de intensidad con el que inciden: un evento ocurrido en determinada fecha marca de manera distinta a las personas que en él participan; unos lo olvidan fácilmente, otras simplemente lo ignoran, pero algunas lo mantienen vívidamente hasta el punto de ser imposible desprenderse de éste. Esto último le sucede más que a nadie a las personas para las cuales el evento en mención resultó frustrante y doloroso.
Para quien escribe, el año 1979 fue un lapso de tiempo bastante convulsionado, diría mejor, muy convulsionado y difícil: se fue la primera novia, tuvo un accidente laboral en el momento más trascendental, la economía familiar estuvo al límite, el acné se apreció y otras circunstancias familiares que no es preciso mencionar para no remover cosas que nos pueden herir nuevamente. Es posible que, traídos a la actualidad, como dicen los contadores: a valor presente, a lo mejor no sumen tanto, pero en esa época, para una sola persona, era mucha cosa. Es por eso que el terminar el año escolar, la celebración de la ceremonia de grado se convirtió en un evento de suma importancia. Además, que tenía la esperanza, no sé por qué, de que la novia regresara para ver graduar a sus antiguos compañeros. Puedo decir, antes de continuar, que recordar esos sucesos me parece hasta divertido, pero en esa época fue toda una catástrofe.
Les diré que desde ese día no hay un seis de diciembre que yo no digas las mismas palabras: hoy hacen tantos años que me gradué como bachiller. Sólo le cambio el número. He descubierto que, si en los colegios en que he laborado, los grados eran el seis de diciembre, me inventaba las excusas y no asistía a las ceremonias de graduación. También quiero aclarar que me he animado a contar esto, contagiado con la valentía de Henry, Pocho, Mane y todos los que se atrevieron a contar “intimidades” de aquella época y también para hacer catarsis y dar por superado el asunto. Me faltaba eso.
Luis Villadiego Lora, en su misión de educador.
Todo lo anterior para decirles que hace aproximadamente 5 años, de manera inesperada, me encontré con mi amiga Ledis Rodelo Vásquez. De manera inesperada porque hasta ese día no tenía la más mínima idea que ella hiciera parte del conglomerado familiar de los Villadiego Lora por ser la compañera de un pariente cercano a la señora Carmela, mi madre. Ese día nació la bella idea de algún día reunirnos todos los que aquel grandioso día para muchos, nos graduamos como bachilleres académicos, segunda promoción, de colegio Departamental pio XII de San Jacinto, Bolívar. Me parecía solo una idea, porque ese día, seis de diciembre de 1979, comenzó a expandirse la ola y era imposible que algún día se recogiera para juntar tanta gente que había tomado rumbos diferentes en toda la geografía nacional e internacional.
Luis Villadiego Lora, con sus hijos.
A decir verdad, la idea era muy tenue, parecía más bien un anhelo de dos personas que se habían tropezado por las circunstancias inentendibles que tiene la vida y que algunos llaman destino. Al terminar aquel encuentro familiar que fue todo un acontecimiento social, se pasaron las calenturas del momento y todo parecía perdido en el olvido, pero quedaron los contactos. Un día cualquiera, en un momento de esos que nos ha regalado la tecnología, ese momento en que se coge el equipo celular para buscar nada, apareció el contacto de la Rodelo y después de pensarlo y repensarlo, me decidí a enviarle un mensajito en el que le recordaba la conversación de Caracolí (Caracolí es corregimiento de Malambo, ahí en una casa campestre de la familia se llevó a cabo el renombrado encuentro familiar). Parecía que mi interlocutora estuviera esperando una señal para proceder. De una vez montó un grupo de WhatsApp y nos pusimos la tarea de buscar contactos e incluirlos en el grupo. Por fortuna contactamos a Nelly Judith Lora Teherán, de inmediato demostró un interés que contagió a más de uno. Ella fue factor fundamental en este magno evento. Así comenzó lo que el día 21 de diciembre se llevó a feliz término en ese hermoso lugar enclavado en el corazón de Los Montes de María.
Y el encuentro fue hecho.
Desde el momento de la creación del grupo y de la aceptación de los implicados, hasta el día de la realización sucedieron eventos que por poco nos hacen desistir de la idea del reencuentro. Partiendo de que 40 es un número muy grande, bueno eso depende de qué se esté hablando. Voy a aprovechar este momento para referirles una anécdota protagonizada por dos de mis hijos Oscar David y Rubén Darío. En ese momento Oscar de siete y Rubén de tres. Como todo niño moderno, a ellos no les gustaba comer y los alimentos se los daban con juegos o con engaños, de esos que se inventan las mamás para con los hijos. Resulta que a ellos no les gustaban las sopas, pero se las daban. Una mañana salí con los dos a darles unas vueltas por el barrio. Rubén, que es el menor, no sabía leer, pero preguntaba siempre qué decía en los avisos; cuando pasábamos por un almacén de compraventa, Rubén me hizo la pregunta respectiva: ¿Papi qué dice ahí? Yo le leí: compraventa 24 horas. Inmediatamente me contraatacó con la siguiente: ¿y 24 son bastante? Enseguida respondió Oscar: eso depende Rubén, porque si son 24 cucharadas de sopa, son bastante, pero si es otra cosa sabrosa…Contextualizando, 40 añ0s caminando en direcciones distintas, sin un patrón que nos haga volver al sitio inicial, eso es bastante, yo diría que son demasiado. Esa era la primera dificultad. La segunda era la incertidumbre que generan cuarenta años, en esta ocasión aumentada por la noticia que circulaba en las redes sociales sobre lo que sucedió en Australia, si no estoy mal: un grupo de personas celebraba un reencuentro por los 50 años de graduación, alguien al que siempre le hicieron burlas y chanzas pesadas se hizo militar. En esa reunión se encontró con el compañero que más lo molestaba y le exigió disculpas, éste, después de tantos años lo cogió como broma y el ofendido lo llenó de plomo. Cuando leí eso, me puse a pensar en cada uno de los que le mamaba gallo, que no fueron pocos. La conclusión lógica hizo seguir adelante: Es imposible que en ese grupo de amigos se pueda presentar una situación similar. La tercera dificultad era contactar a todos y cada uno de los bachilleres académicos promoción 79. En esta tarea fue fundamental la participación de Juancho Gutiérrez. El cuadrar la fecha de tal manera que la mayoría pudiera asistir fue otro lío hasta cuando se le ocurrió la idea a Henry de someter a votación las dos últimas fechas que habían sido decantadas. Lo que sí estuvo claro desde el principio fue el sitio del encuentro: finca Viña de Hamburgo cuyo nombre realmente es Hamburger el de Viña. Los demás detalles son de conocimiento de todos.
En el encuentro en sí, hay que destacar entre todo lo maravilloso que ocurrió que parecía que el reloj se había parado el seis de diciembre de 1979 y había arrancado nuevamente cuarenta años después. La misma alegría, la misma manera de actuar, todo idéntico. Obviamente, todos con algunos kilitos más que en aquel tiempo. Todos con unas maravillosas familias, mejores ni escogidos, como dice el otro. En estos cuarenta años sí que se notó el progreso, con lo que podemos decir que cumplimos la tarea que nos impuso la sociedad cuando nos dio la oportunidad de ser Bachilleres Académicos segunda promoción del glorioso Colegio Departamental Pio XII de San Jacinto Bolívar.
Espere la segunda parte
Luis Villadiego Lora