Dice Alberto Salcedo Ramos: Me honra ser colega de Alfonso Hamburger, dijo el conocido periodista.
«Otro elemento que siempre me ha parecido admirable de Alfonso es su condición humana. Como el buen acero hay que partirlo, jamás se dobla. Es una persona integra, es una persona de una pieza, así lo ha sido en su vida personal y así lo ha sido en su vida profesional. Es una persona de la que yo me honroso ser colega de él, porque se que ha puesto su talento en función de las buenas causas, en función de las causas dignas, decentes. Un hombre que con su periodismo ha contribuido a hacer memoria y a hacer patria»: Alberto Salcedo Ramos.
¡Buenas Noches!
Como dice el presentador, Alfonso y yo hemos sido buenos amigos, pero yo también tengo amigos que no escriben y como si bien es cierto estoy aquí como consecuencia de esa amistad, le digo a Alfonso que estoy aquí porque creo en este libro, creo en su importancia y voy a tratar de argumentarlo con algunos puntos que tengo escritos en mi libreta.
Tuve la fortuna de conocerlo cuando no se quitaba los años. Cuando yo lo conocí me llevaba como diez años, cinco años después me llevaba solo cuatro, ahora es menor que yo un año y tengo la sospecha, que muy pronto será menor que sus dos hijas.
Siempre me impresionó, desde que lo conozco, su desafuero verbal, su capacidad de fabular, su capacidad de imaginar y una gran riqueza narrativa. Evidentemente es un gran cautivador con su narrativa. Sabe contar un cuento. Y no solo cuando escribe sino cuando habla, en su relación cotidiana con las personas y con quienes lo rodean. Además nos hacía reír mucho, siempre, desde que lo conozco ha sido una persona mágica con la palabra.
En el libro encuentro algunos guiños a esa amistad de la que el presentador hablaba al inicio, algunas anécdotas e historias, ya contadas de manera literaria y de las que yo fui testigo excepcional de ellas. Cuando Alfonso empezó a trabajar en el periódico El Universal, por allá en el año 1985, yo era el editor de corresponsales y me tocaba leer todos esos textos y era una cosa terrible porque a esos corresponsales les pagaban apenas cien pesos por cada notica que mandaban. Allí Alfonso era muy ingenioso.
Cogía un cumpleaños y de este hecho sacaba diez notas y en realidad era la misma nota. Ponía, por ejemplo, Pepito Pérez se vistió con una guayabera blanca para el cumpleaños de Miguel Manrique, luego hablaba del tipo que había tocada el bombardino en ese cumpleaños y otra del que preparó el sancocho, pero él sacaba diez para que le dieran mil pesos. Recuerdo que vivía en San Jacinto con el papá. En una ocasión mandó una crónica hermosísima sobre una vaca que dejó a medio pueblo sin luz, en su Bajo Grande natal. Resulta que la vaca tropezó con su lomo un poste de la energía y todo el pueblo quedó sin luz, porque era el poste que surtía a todas las viviendas.
Fue una crónica maravillosa, muy bien narrada, con pelos y señales. Yo se la publiqué en El Universal en primera página y causó un escándalo tremendo, Carlos Muthon se la mandó por RCN a Juan Gossaín a Bogotá, Gossaín la comentó en el Recreo, después la cogió la agencia AFP y la rebotó para el mundo, siendo traducida a varios idiomas. Eso fue como un viernes. El lunes estaba Alfonso en mi casa con una maleta grandísima, preguntándome que si se podía quedar en mi posada durante algunos días. Además tenia un rostro compungido, entonces le pregunté que si le había pasado algo, a lo que él me respondió: “Lo que pasa es que la vaca era de mi papá”.
O sea, que él, además que escribía esas cosas imaginativas, solía protagonizarlas.
Otro elemento que siempre me ha parecido admirable de Alfonso es su condición humana. Como el buen acero hay que partirlo, jamás se dobla. Es una persona integra, es una persona de una pieza, así lo ha sido en su vida personal y así lo ha sido en su vida profesional. Es una persona de la que yo me honroso ser colega de él, porque se que ha puesto su talento en función de las buenas causas, en función de las causas dignas, decentes. Un hombre que con su periodismo ha contribuido a hacer memoria y a hacer patria. Entonces, que para mi es muy grato estar acá.
A continuación voy a enumerar algunos puntos por los cuales yo considero que ATAQUE DE FRÍO DE PERROS es un libro meritorio:
- Su calidad narrativa
En primer lugar yo hablaría de su calidad narrativa. Está narrado con encanto, con agilidad, tiene la gracia Caribe. Creo que la faceta de contador de historias es predominante en Alfonso. Yo siempre he creído, porque él esta inmerso en esa tradición que en el Caribe colombiano ha sido muy fuerte, nosotros acá hemos tenido excelentes contadores de historia, desde los viejos que en un pueblo sacan un par de taburetes y se animan el uno al otro y se mantienen en vilo mucho, hasta gente que cultiva eso ya de una manera profesional como Alfonso y los compañeros que están sentados en la mesa.
En este libro yo descubro una gran capacidad de cautivar, de atrapar al lector. Yo diría con un vocablo vulgar que le escuché alguna vez a Gabriel García Márquez, que un buen narrador es un “encoñador”, o sea, alguien que encoña con la palabra, que te mantiene sentado allí y en el libro de Alfonso esa función se cumple. En ese punto de vista, yo le contaba ahorita al colega Manuel Medrano, que un buen narrador no es aquel que utiliza la palabra con funciones ornamentales, sino una persona que se juega la vida cuando cuenta el cuento, como Sherezada, que contaba una historia y se iba ganando un día de vida pero lo que se iba ganando era la vida misma. Yo encuentro que en este libro ese requisito se cumple, es un texto que enamora y que dan ganas de leerlo.
El cronista del Caribe colombiano es apreciado en la literatura colombiana. Alguna vez dije que el cronista es un recurso defensivo de nuestra cultura para proteger al brujo de la tribu. Yo creo que Alfonso también viene a proteger a ese brujo de la tribu con este libro. Su calidad narrativa, seria para mí su primer mérito.
- La recreación acertada de la cultura popular
Una segunda virtud que yo destacaría para concluir que este es un libro meritorio, es su recreación acertada de la cultura popular, desde la gracia de la oralidad, con frases callejeras que se escriben sin ninguna pretensión pero que son agradables de leer y divertidas, como «todo limpio es bonito, menos el bolsillo” , “lluévele al sucio» o «bueno, probando es que paren las mujeres”. Luego la mitologización. Hay una crónica muy bonita, quizás la más bonita del libro, la crónica de la bandera, que habla de una bandera que de pronto aparece en una colina del pueblo Mapocho, que es una transposición poética de Bajo grande, tierra del autor. Los habitantes de ese pueblo empiezan a suponer cosas, a hacerse preguntas y la bandera, un simple objeto, un símbolo, un trapo ondeando al viento se convierte en el pretexto para la fabulación. La gente empieza a imaginar cosas sobre la bandera, entre ellas que es de un grupo insurgente, pero luego esa bandera se convierte en el centro de un mito porque ya los campesinos empiezan a verla como un talismán de a buena suerte.
Dicen que desde que la bandera está allí les va mejor y que tienen mejores cosechas. A lo largo del libro encontramos que Alfonso tiene un oído muy fino para percibir esas voces que hablan de nuestros mitos y él lo recrea acá con un buen pulso narrativo. Luego la picaresca del Caribe, el humor esta allí presente. Hay una anécdota sobrecogedora, entre muchas otras. Es el caso de un alcalde que se levanta de madrugada a orinar y descubre en el patio a un ladrón que se está cogiendo un pato noctámbulo y el alcalde no se inmuta, mientras él otro le roba. Y el ladrón ve al alcalde y tampoco se mosquea. Ya cuando están en las últimas, que parece que el tipo se va a robar el pato, el alcalde le dice: “ Carajo y es verdad que te lo vas a llevar”. Parecen unas tonterías, se dan tan cotidianas, se dan tan silvestres en nuestro medio que nosotros no nos sorprendemos, pero en verdad son un reflejo de nuestra cultura.
Luego, hay una cantidad de arcaísmos ahí, de frases que utilizaban los bisabuelos, las abuelas, frases del buen castellano que se han ido perdiendo , como los objetos perdidos con ellas, como el aljibe, el agua llena de verdín, todo eso está recreado acá. Noto también en este libro una obsesión por los detalles. Flower decía que en los detalles está la verdad. Es realmente lo que hace que nosotros veamos que un personaje que tiene dolor de cabeza no es que nos den la información que tiene ese dolor sino es mostrarnos esos pequeños detalles que nosotros descubramos que tiene eso. Acá Alfonso tiene muchos de ellos.
Hay otro cuento maravilloso de unos campesinos que guardan la cédula por allá en un calabazo de donde nunca la sacan porque jamás la necesitan, porque para ellos la ciudadanía es un asunto del corazón , de la piel , de la memoria y no de un documento, pero de pronto, cuando empieza la violencia aparecen unos policías que quieren comprobar los buenos procederes de ciertas personas, entonces ellos tienen que desempolvar esas viejas cédulas que tienen guardadas y tienen que ir con ellas al monte.
Esa cédula es metafórica, esa cédula es el emblema del desastre, es el emblema del cambio que sufrieron todos estos pueblos con motivo de la violencia. Y de allí, del buen uso de los detalles, descubro también de que hay una gran capacidad para la creación de Atmósfera, que es una de las grandes virtudes del libro. Esas son unas de las virtudes superiores del libro, que sabe crear atmósfera, que sabe recrearlas, eso que hace que el lector se sienta de cuerpo presente en el lugar que se está narrando.
- Realidad y ficción
A un cuarto elemento que quiero referirme es a ese híbrido de realidad – ficción que Alfonso maneja en el libro. García Márquez dice que una gota de ficción contamina un océano de realidad, por lo tanto que en el momento que la ficción llega al periodismo narrativo, el periodismo narrativo se desvirtúa como periodismo aunque empieza a funcionar como literatura. Yo creo que en el caso de este libro me atrevería a definirlo con una palabra que le escuche a Julio Villanuena Charris, director de la revista La Etiqueta Negra, hablaba de “facción”, o sea, un libro que tiene ficción y tiene realidad. Creo que es literatura porque esta bien escrito, pero creo que es periodismo porque está contando una situación que nos toca directamente, una situación desgarradora en muchos casos.
Entonces destaco en Alfonso la capacidad de hacer una transposición poética de contar ciertas verdades dolorosas que de otra forma no podría contar. Fíjense que curiosamente en esas fiestas como los carnavales, en ensayistas como Humberto Eco, en el caso de la máscara, que todo el mundo la ve como una forma de ocultar algo, no necesariamente todo el que se pone una mascara se esconde, porque ponerse la máscara es mostrarse. En Barranquilla conocí un Gay que se disfraza y me dijo que el Carnaval le da la posibilidad de ser marica sin que se burlen de él. En los 360 días del año le dicen Marica de Mierda y en los Carnavales le dicen gay no más. Entonces el decía que con la Máscara asumía su verdadera realidad.
- Una novela universal
Otro elemento de esta novela es la universalidad. León Tolstoi decía que para ser universal lo que hay que hacer es pintar bien su aldea, entones Alfonso a través de contar la historia de la gaita está contando la existencia de una realidad mucho mas profunda, es la historia de una región, es la historia de un país donde el desarraigo se volvió pan de cada día por cuenta de la intolerancia, de la escasa presencia del Estado, de la exclusión. Es la memoria y hay que verlo con más ambición de lo que aparentemente esta reflejado en él.
- El rescate de la memoria
Y un último elemento del que yo quiero hablar es el del rescate de la memoria. Los buenos cronistas no solamente informan, sino que construyen memoria. Lo que pasa es que la información es un dato para el presente mientras que la memoria es un dato para siempre. Yo creo que este libro es una forma de dar datos pero construyendo memoria.
Ya para terminar, yo creo que el más grande valor de este libro es el poder de la palabra para reconstruir memoria. A través de este Alfonso reconstruye la memoria de su pueblo en una época en la que muchas cosas se perdieron por causa de la violencia., inclusive se perdió la investigación cultural, porque nadie se atrevía a remover un tiesto de los indios en parajes perdidos. Y quien cuenta esta memoria no es un advenedizo que llega con ojos de turista, sino por un personaje que interactúa y padece los rigores de esos tiempos. Entonces el mejor homenaje que le podemos hacer a Alfonso es comprar su libro. Muchas gracias.
- Palabras de Alberto Salcedo Ramos, en el acto de lanzamiento de la novela Ataque de Frìo de Perros, del periodista Alfonso Ramón Hamburger, teatro de Sincelejo, octubre 31 de 2008.
«Cuando yo tenía 19 años empecé a usar una gorra a medio lado, y entonces mi hermanazo Alfonso Ramon Hamburger Fernandez, que ya en esa época era inteligente y gracioso, me mató con este chiste: «no joda, compa, con esa gorrita usted sí se parece a Neruda. ¡Ya nada más le falta es la poesía!» De vez en cuando recuerdo este episodio y sonrío, especialmente cuando veo gente ya grande convencida de que para pintar Guernica basta con calarse la boina vasca, sin necesidad de preocuparse por ser Picasso».