Analisis de la obra de Alfonso Hamburger

ALFONSO HAMBURGER, EL PERIODISTA QUE SE INCIO ENTREVISTANDO A LOS MUERTOS.

 

MIS SUEÑOS PERNOCTAN EN LOS PATIOS DE BAJO GRANDE, DICE

 

Por  MAGLIO VALDEZ.

 

 

  1. Inicio comentándole que en san Jacinto se le recuerda de alguna manera, se ha convertido en un referente  deportivo, periodístico, literario  e investigativo  para las nuevas generaciones de   estudiantes. Por  esta  razón  quiero provocarlo  para que nos cuente sus inicios, sus curiosidades infantiles  que en los primeros años  anunciaban lo que sería  usted más tarde. Le sugiero, que empecemos  hablando un poco de su formación  como  escritor.

AHF.  ¡Interesante! Apenas hace unos días estuve haciendo un recorrido retrospectivo de mi vida, especialmente de mi forma de iniciación en el periodismo y encuentro que mis primeras entrevistas las hice a los muertos.  Un día llegó a nuestras manos, en Bajo Grande, donde fuimos tan felices, una tabla oija, con la que convocábamos a los espíritus del más allá. Aquella especie de cartilla de cartón que hablaba en nuestras manos marcando letra a letra, la habían traído de Bogotá y los niños de la casa grande la tomamos como juego divertido. Nos poníamos entre dos, rodilla con rodilla, sentados  reverencialmente, frente a frente con la taba en el medio y yo tomaba la palabra, pidiendo que los espíritus “buenos” que estuvieran por esos andurriales, se conectaran con nosotros. Aquello era mágico, mejor que navegar en Internet ahora. La ficha en forma de corazón empezaba a cobrar vida, algo invisible la iba empujando y ella mostraba letra a letra las palabras. Yo tomaba el mando. ¿Cómo se llama? ¡¿Cuándo murió? ¿De qué y dónde murió? Le preguntaba cosas que nos interesaran, como la ubicación de una vaca extraviada o el balón de infancia perdido. Saúl Castellar, un pariente nuestro, medio hermano de mi abuela, Teresa Vásquez Castellar, era el más asiduo contertulio. Nos decía que se había ahorcado, que era loco. Y efectivamente, era loco y se había ahorcado. Yo mismo alguna vez lo ayudé a soltarse del cepo donde lo mantenían atado, en un carrizo de palma caliente.  Se nos pegaban espíritus malvados, que siempre repetían lo mismo, como uno que se denominaba Ñame Bueno y al que dejábamos tirado, sin despedirnos. Alguna vez se me perdió un trompo labrado en guayacán, con vetas negras y blancas,  muy  preciado. De una nos concentramos en el ritual e invocamos un espíritu  bueno que inmediatamente nos reveló el lugar donde se hallaba el trompo. Escribió, sin tapujos “En la Cola”. Sin esperar que el espíritu terminara la frase y sin despedirnos, lanzamos la tabla y corrimos  a buscarlo. Empezamos a buscar en las pilas de canastas de Pepsi Cola, Cola Román y Coca Cola que estaban arrumadas en la tienda, pero nada. Después de dos horas, en que dejamos la tienda con las patas levantadas, tiramos la toalla. El espíritu nos había salido mentiroso, lo odiamos. Sin embargo, a los dos días, buscando en el armario distraídamente, hallé mi trompo en unos tarros de Kola Granulada GBC, tarrito rojo. El espíritu tenia mala ortografía y yo desde ya era un tipo emotivo, que a veces cree que se las sabe todas, que no espera se le explique bien, para lanzarse al vacío. Y es por eso que me he llevado muchos chascos.

Esa fue mi escuela, los diálogos con el abuelo, las charlas en los pretiles, en la baranda de los puentes y algo de lectura desordenada. El resto no ha sido más que vivir con intensidad y ser un apasionado del periodismo.

 

 

MVA. Ahora  le propongo  hablar sobre su infancia, de su paso por la escuela primaria  y  secundaria en   San Jacinto de sus profesores, sus inclinaciones  por la lectura y sus curiosidades  por el periodismo.

 

AHF.  Mi infancia transcurrió en un paraíso llamado Bajo Grande, en medio de la abundancia de comida y de derroche callejero, pero con una severa protección de nuestros padres, que no nos dejaban andar a pata limpia, ni jugar a sol caliente. Mi padre era el eterno Inspector de Policía, hombre de caballos y pistola al cinto, a quien respetaban y algunos odiaban, quizás por ser el marido de una mujer que educó al pueblo a su imagen y semejanza, la seño Viña, dueña de una conducta moral impecable y una pedagogía exitosa, que más allá de las aulas de clase, iba de casa en casa, llevando la medicina, los buenos modales y la mejor ortografía. Mi padre preparaba la comunidad para los festejos de independencia, los bautizos, el matrimonio, las primeras comuniones y las fiestas patronales. En nuestra casa se bajaba la musía que llegaba a la fiestas, el cura y los políticos conservadores. Teníamos la mejor tienda, un picot , un carro, una planta eléctrica que le daba luz a medio pueblo. Mis padres tenían tanta influencia en el pueblo, que mi padre hizo detener la procesión de Santa Catalina, un 25 de noviembre de un año de los 70s para que bautizara a nuestra hermana menor. El mejor ganado de la región pastaba en las tres fincas de mi padre. Sus ganados eran gordos, las vacas no ahorraban crías ni se malograban en las travesías.

Sin embargo, en medio de aquella abundancia, también había escasez. Mi madre se desvelaba por el bienestar del pueblo y de sus alumnas. Mi padre siempre anhelaba el agua helada y los abanicos eléctricos para matar el calor. .Nosotros estábamos en la escuela de varones, donde las maestras no eran tan buenas como ella, La Señor Viña. Recuerdo a la seño Elsa Herrera, que aún vive, en el Magdalena y a Judith Medina, hermosa y de cuerpo torneado, tanto que todos los alumnos la adorábamos y para algunos fue la primera heroína de la vida real. En sus ajetreos de maestra, mamá me dejaba, recién nacido, en manos de vecinas como Lola (que había parido a Wilfrido el 12 de abril), Horfelina, que había parido al Pocho el 13. Yo había nacido el 11 de abril, de modo que me pegaba en las tetas de estas vecinas, en las ausencias de mi madre. Ello quiere decir que me alimenté con leche popular de varias vecinas, de pronto es por eso que miro a todas las mujeres con tanta ansiedad.

Después del paraíso, la libertad del patio, vino la cárcel. En 1972 me matricularon en San Jacinto en el colegio General Santander, alzado en una loma, donde me enfermé de sentimiento, fingí apendicitis, estuve internado en el Carmen de Bolívar( Hospital monte Carmelo) y de allí me devolvieron al paraíso. Fue un regreso maravillo, a lomo del chumbito, un caballo pasero que solo montaba mi padre. El castigo fue someterme al bachillerato por radio, que escuchaba de noche, mientras la barriada jugaba en la calle con el resplandor de la luna.

En el general Santander recuerdo al profesor Clemente Castellar, de peinado impecable, bien engomado y excelente vestido, al profesor Rafael Pacheco, que me levantó en vilo celebrando mi camisa de cuadros ( vestido de marco, me dijo)  y el mocho.

Después, hacia 1974, después de haber cultivado tabaco en 1973, la familia se traslada a San Jacinto, poco antes de que empiece la guerra. Comienzo el bachillerato en el Pio XII, donde ocupé el primer lugar ese año y de regalo me dan “El Cristo de Espaldas”, que es la novela que me abre el apetito por la escritura. Supe allí que alguna vez Haría eso, escribir. Sin embargo, viviendo en Bajo Grande, le confesé a mi hermano José Wilfrido, que es un hombre muy práctico e inteligente, que yo sería futbolista o escritor. Lo de futbolista se frustró a los 20 años, cuando un bus de la línea Murillo me fracturó los goles, en Barranquilla. Aquella vez, sin haber visto nunca futbol organizado, José nos dijo que el fútbol no era patear para arriba y para abajo sin ningún rumbo, que cada quien debía tener una posición y una misión. Y en cuanto a escritor, me advirtió que debía tener un tema para escribir y después ponerle el culo a la silla.

 

MVA. Reconociendo que usted proviene de un contexto campesino. Donde las costumbres  son diferentes, cuéntenos que  influencia tuvo  la tierra  de Bajo Grande en su formación como escritor.

 

 AHF. Toda mi influencia proviene de allí. No he salido de allí ni quiero salir. Es mi hábitat natural como escritor y periodista. Allí duermo de noche. Mis sueños siempre me llevan recurrentemente por esos andurriales y esos caminos reales. A veces planeo como un avión  de papel sobre el techo de las casas y percibo los patios esplendorosos, herrumbrosos a veces, huelo la flor de los guayacanes, trupillos y aromos, palpo con mis pies desnudos la boñiga de vaca y veo los pájaros levantando vuelo.

También me duele su abandono, el desplazamiento sistemático, orquestado entre agentes del Estado y paramilitares, sin desconocer  la presencia previa y  también nefasta de la guerrilla. Lo dolorosos es que en este pueblo no hubo un solo guerrillero y que no contentos con matar a la gente, quemaron sus casas y después le metieron buldóceres a los patios, arrasaron cercas y linderos, dejando un solar sin calles ni callejones. Todo quedó amontonado e informe. Creyeron en que había oro negro allí, metieron grupos de desminados que actuaron como en un teatro y salidos ellos después de no hallar peligro alguno, entró el hombre del carriel a comprar las tierras, donde ya se había repoblado la fauna típica.

MVA. Lo invito  a recordar   los lugares  emblemáticos   de San Jacinto, a recordar  sus personajes inolvidables, aquellos con los que se ha divertido en su infancia y aún  permanecen  fresco en su memoria.

 

AHF: San Jacinto, como Bajo Grande ha sido todo para mí. Soy sentimental con este tema, más cuando observo que no hemos sido bien administrados y hoy somos un mito.

De esos lugares recuerdo primero La Bajera, cuna de grandes deportistas y de un pensamiento distinto, rebelde y hasta incomprendido.  La laguna que allí estaba y La Variante, con sus ruidos de civilización, la loma Las Mellas, Bremen y Loma del Bálsamo, viniendo de Las Palmas. La Campesina con sus marchas y La Vocacional, donde tuve memorables batallas en las maratones y en el fútbol. El puente del 20 de Julio, donde mi abuelo materno casi se desnuca tirando del cabestro de un burro receloso; los billares de Napo y de Narge Herrera, La Trampa y las tiendas del Curita, Licho el de Gucho y Anillito. La caseta Tres Esquinas y la Muchachita. La fiesta de las calles y la caminata de Álvaro Arrieta, mi amigo del alma, malogrado tan tempranamente. Los partidos de fútbol en la Gloria, como líder de Estudiantes del Pio XII, equipo juvenil con el que fui cuatro veces campeón. Los triunfos deportivos y la tristeza del domingo. Personajes como Petróleo, Pastrana, Miguel Manrique, Licho Traste. Tantos personajes, sin mencionar mis idolos de siempre, que son todos los músicos. Enm el futbol también tengo una serie de personajes que merecen un capítulo aparte, como Sancocho de Mico, La Nigua, Los Tapia, Los Católicos, Los Primos, Junior Muñoz, Luis Michel, Mane Villa Díaz, El Canario, y sobre todo mi hermano Henry Javier, que ha sido como mi alma gemela.

MAV: San Jacinto es un pueblo de una gran  riqueza musical. Cuéntenos  como  ha percibido  la música de Landero, Adolfo Pacheco y los gaiteros.

AHF. En mi primer día de clases en la Universidad Autónoma, en febrero de 1981, los 120 alumnos de periodismo nos metimos todos en un solo salón. El profesor que nos atendió, burlón, y tan joven como nosotros, sentado sobre el espaldar de una silla, empezó a interrogarnos y a burlarse de la decisión  que habíamos tomado. ¿Para qué diablos nos habíamos matriculado en esa carrera incierta? Las niñas querían ser como Gloria Valencia de Castaño y los hombres como Pacheco o Edgar Perea o Fabio Poveda. A mi turno le respondí que yo era de San Jacinto, donde habían nacido unos gaiteros gloriosos que le habían dado varias vueltas a la bolita del mundo, pero que se estaban muriendo de hambre. Mi misión seria, pues visibilizar su obra. Y el profesor, más burlón todavía, me dijo:

  • ¡Para eso debes meterte a político!

Posteriormente, la primera entrevista, en ese mismo semestre, se la hice a Adolfo Pacheco Anillo y aquello marcó mi vida. Me hice Adolfito desde entonces y creo que se convirtió  en mi mejor profesor de periodismo. Me le pegue literalmente a Toño Fernández, a Juan Lara, a José, a todos, a algunos casi los vi morir. Empecé a publicar en El Universal. Y tenía un libro casi armado cuando apareció Numas Armando Gil con el proyecto de Mochuelos Cantores, le cedi algunos textos y me puse a escribir En Cofre de Plata. Creo que allí estuvimos bien, pues la idea no era que lo escribiera yo, sino que alguien del pueblo organizara la historia, que hasta entonces estaba dispersa. En eso los San Jacinteros hemos sido muy unidos y celosos de esa herencia.

Al final no tuve que meterme a político para alcanzar algunos reconocimientos, pues el segundo premio de periodismo Ernesto Mc Causland, a la mejor crónica del carnaval de Barranquilla, la gané  con un trabajo a los gaiteros y creo que la labor sigue, pues aún no se ha logrado toda la meta de dignificación de nuestros gaiteros.

Ahora, creo que has escogido tres nombres que casi llenan nuestro pentagrama musical. Toño fue el hombre que nos dio la identidad, la jerarquía, el orgullo de ser San Jacintero, eso de creernos más que todos los hombres del mundo. Es el arquitecto de nuestra forma de ser. Andrés Landero, que lleva la voz de la gaita al acordeón y se convierte en el rey mundial de la cumbia y Adolfo Pacheco, el poeta, el investigador, quien recoge lo de los anteriores para meternos a todos en una hamaca grande donde cabe toda la cultura.

 

MVA: usted  a través de sus  crónicas  ha sido un defensor   de  nuestro artistas, que  a pesar  de la fama y el  reconocimiento que tiene  a nivel nacional e internacional, muchos  han muerto  o viven en una pobreza casi extrema. ¿A qué se debe este fenómeno?

AHF: Es la misma pregunta que se hacen quienes creen que Gabo debió poner a Aracataca como una tacita de plata. Así como el primer reto político de un escritor es escribir bien, la primera misión de un estadista es pensar no en la próxima elección, sino en las próximas generaciones. Y eso ha faltado en nuestros dirigentes, pero han actuado así, de una forma pretilera, porque hemos dejado solos a nuestros pueblos. Por eso creo que La Fiesta del Pensamiento debe ser más reflexiva y poner puntos clave a seguir, no temerle a la política. Creo que ya es bueno de dar el salto a la buena política.

MAV: Su trabajo y labor  en los campos del  periodismo, la crónica, la novela y los documentales en televisión, le han valido para   ganar premios  regionales y nacionales (30 si no estoy equivocado).  Cuéntenos,  cual  considera  que es su principal aporte  al arte.

 

AHF. Los premios me gustan, porque me ponen a prueba y en algo contribuyen en los magros  ingresos de los periodistas, pero ellos solo sirven para ir defendiendo la cuchara. Los periodistas y escritores somos personas normales, con los mismos problemas de los mortales, cuyo aporte máximo es la búsqueda de la verdad, con el privilegio de poder cambiar cosas en las personas todos los días, porque tenemos ese privilegio de ser oídos, vistos o leídos por miles de personas. Pero los aportes que uno haga no le corresponde a uno explicarlos, máxime que mi obra literaria está casi inédita. Pese a los premios, mis mejores libros están inéditos y son mejores que los anteriores, pues mi meta es superarme a mí mismo todos los días. Sin embargo, en el caso de Ataque de Frio de Perros, es un libro meritorio, según el concepto de Alberto Salcedo Ramos, quien lo explica en cuatro puntos: bien escrito, tiene encoñamiento, rescata la memoria de los Montes de María, utiliza un lenguaje sencillo y frases de la región como “todo limpio es bonito, menos el bolsillo” y algunas escenas de la guerra de las que se hablara en cien año. (Ver discurso de Salcedo Ramos), En En Cofre de Plata (música corralera de La Plaza de Majagual a la Modernidad), es el primer libro sobre jugaría en la sabana, no exclusivamente de San Jacinto. Ambos son iniciáticos, tanto en novela como en música en esta región. En televisión, más de 400 crónicas en Telecaribe, se convierten en la memoria visual de la Sabana.

 

 

 

 MVA: JORGE Ramírez,   Tomas  Vásquez, Numas Gil, Fredy Chamorro, Álvaro Hamburge, hace parte de un grupo de escritores  de la Tierra de la   Hamaca. ¿Cuál es el concepto  que tiene usted  del grupo de  escritores sanjacinteros?

Jorge Ramírez, es sin duda el mejor escritor del pueblo o quizás quien ha encarado esta actividad con más profesionalismo. Es un hombre formado y con un criterio crítico fuerte y profundo, de gran arraigo con lo nuestro, convencido de que San Jacinto no es un nuevo Macondo, sino que tiene su propia magia, sus propios creadores. Está en la caza de un gran premio para sentarse a escribir. Yo, personalmente le tengo temor a su crítica. Es un poeta del dolor, de la muerte, como él se define, que siempre está en guardia contra los poderosos. El proceso de su pluma ha ido en incremento, desde La Máquina de Los Recuerdos (su primer libro de cuentos), cuyo espacio es Conejito o cualquier calle de San Jacinto y en los que toca aspectos críticos de la educación lancasteriana, hasta Jinete de Sombras, que es un diario crudo a raíz de la muerte de su hermano. Es una literatura del dolor fecundo, pues Ramírez se inmola con la barbarie que ha sido nuestros Montes de María, para recrear escenas crudas y poéticas de nuestras propias miserias. Esperamos con expectativa su libro anunciado sobre nuestra cruda realidad.

Numas Armando GIL. Más que como escritor, yo calificaría a Numas como el jefe de la tribu, es nuestro líder de pensamiento, el intelectual integro que nos anima a meterle el pecho a la brisa en materia cultural. Sus textos filosóficos en diálogo con sus colegas del mundo y sus continuos viajes a Europa, le dan una mayoría intelectual que contagia a todos, desde el maestro de la gaita hasta el trabajador cultural. Numas pesa en el concierto latinoamericano, sin dejar de consultar a los más viejos, a quienes no deja tranquilos, porque sabe que el mundo ya fue explicado por ellos y un reciclaje con ellos puede ser la respuesta al amor a la sabiduría. Además, Nago, ha encarado la defensa de los vencidos y se pone del lado de los desheredados. Yo, personalmente, me siento muy afortunado de ser su amigo.

Álvaro Hamburger, Mas que escritor  es una magnifica persona, un ángel de la humanidad, aquel que es capaz de viajar de pie en un bus, para darle el puesto a la mujer embarazada o aquella que lleva un niño de brazo, en un mundo donde no existe la caballerosidad. Sin embargo, el  término de la escritura, es un académico riguroso, editor, que le ha dedicado gran parte de su labor intelectual a textos  al crecimiento económico  y mejor comprensión de la realidad.

Fredy Chamorro Tovar. Conozco solo el texto de la hamaca, el hamakasutra, que tengo entendido ha tenido buena circulación, pero no puedo aventurarme a un mayor análisis.

Tomas Vásquez Arrieta. Para mí ha sido el pionero de todos los escritores de San Jacinto, por sus cuentos en el Espectador, lo cual representó una gran motivación para quienes ya teníamos la inquietud de incursionar en esto. Me gusta su interpretación de los espacios y el tiempo, especialmente cuando aborda nuestros patios, calles y callejones. Habitualmente se habla del tiempo, pero poco del espacio y en Tomas hallamos esta parte tan importante de la filosofía.

Noveno aspecto: Gracias a sus aportes  investigativos  acerca de la música  sabanera, se ha logrado despertar  el sentido de identidad de artista  sabanero. Cuéntenos  cuál  es su punto de vista  sobre   la identidad  de la música  sabanera  frente a la música  vallenata del  Cesar y La  Guajira?

 

Es un aspecto  muy importante de nuestro movimiento denominado Red de Sabaneros Militantes.  En el 2014 tuvimos la oportunidad de reunirnos en Sahagún un grupo de 20 maestros de la música sabanera, como Peyo Torres, Miguel Emiro Naranjo, Adolfo Pacheco, Juancho Nieves, Edwar y Edgar Cortes Uparela, Mario y Felipe Paternina, Rubén Darío Salcedo, entre otros. En un selecto grupo, en el que yo era el único periodista y el único que no era músico, nos propusimos que en 20 años Colombia supiera diferenciar musiva Vallenata de la música sabanera. Desde entonces nos hemos paseado por el país dictando foros, conferencias, festivales, hemos hecho documentales, escrito textos, programas radiales, pero aun la tarea va muy atrasada, porque los medios de comunicación están en manos de analfabetas en materia musical y creen que todo lo que se toca con acordeón es vallenato. Nos falta mayor organización y más apoyo estatal para que el movimiento se lleve a la academia y sea institucionalizado en la escuela como catedra obligatoria, necesitamos más caciques sabaneros que le metan el hombro a esto. Observo que el movimiento se ha atomizado porque han surgido satélites que trabajan en lo local, siendo fuertes los nodos de San Jacinto, que tiene su fortaleza en Barranquilla con Numas Armando Gil y Adolfo Pacheco, el de Cartagena que lidera Juan Carlos Díaz, Gina Ruz; el de Sahagún que tiene a los hermanos Cortez Uparela, Juancho Nieves y otros, mientras que en Sincelejo y Corozal surgen los Hermanos Paternina, que son más universales. En Los Palmitos, un poco aislado por su espíritu argentino, trabaja el maestro Lisandro Meza y los hijos de la niña Luz.

 MVA.  Mirándolo como un referente  de las  letras especialmente en la escritura de   crónicas  y novelas. ¿Cuál sería  su propuesta o recomendaciones  para   fomentar el arte de escribir  en las nuevas  generaciones  de estudiantes  en todos los niveles?

Nosotros somos el reflejo de un país sin planificación en  materia cultural. Somos como los Pambelès, Cochices, Gabos, Pibes, que se dieron por generación espontánea. Lo mío es igual, obedecemos a talentos propios, naturales, sin demasiada formación, atrapados por la oralidad popular, a la necedad de insistir para romper el medio ambiente adverso. Mis lecturas fueron pocas, pero ello me obligó a escribir para mí mismo, para entenderme y por ello logré un estilo.  No me aventuraría a dar una recomendación más allá de leernos entre nosotros mismos y buscar con creatividad los satisfacientes para lograr los sueños.

Dice Alberto Salcedo Ramos:

ATAQUE  FRIO DE PERROS, UNA NOVELA MERITORIA (*)

–          Me honra ser colega de Alfonso Hamburger, dijo el conocido periodista.

 

“Otro elemento que siempre me ha parecido admirable de Alfonso es su condición humana. Como el buen acero hay que partirlo, jamás se dobla. Es una persona integra, es una persona de una pieza, así lo ha sido en su vida personal y así lo ha sido en su vida profesional. Es una persona de la que yo me honroso  ser colega de él, porque se que ha puesto su talento en función de las buenas causas, en función de las causas dignas, decentes. Un hombre que con su periodismo ha contribuido a hacer memoria y a hacer patria”. (Alberto Salcedo Ramos)

 

Buenas Noches.

 

Como dice el presentador, Alfonso y yo hemos sido buenos amigos, pero yo también  tengo amigos que no escriben y como si bien es cierto estoy aquí como consecuencia de esa amistad, le digo a Alfonso que estoy aquí porque creo en este  libro, creo en su importancia y voy a tratar de argumentarlo con algunos puntos que tengo escritos en mi libreta.

Tuve la fortuna de conocerlo cuando no se quitaba los años. Cuando yo lo conocí me  llevaba como diez años, cinco años después me llevaba solo cuatro, ahora es menor que yo un año y tengo la sospecha, que muy pronto será menor que sus dos hijas.

Siempre me impresionó, desde que lo conozco, su desafuero verbal, su capacidad de fabular, su capacidad de imaginar y una gran riqueza narrativa. Evidentemente es un gran cautivador con su narrativa. Sabe contar un cuento. Y no solo cuando escribe sino cuando habla, en su relación cotidiana con las personas y con quienes lo rodean. Además nos hacía reír mucho, siempre,  desde que  lo conozco ha sido una persona mágica con la palabra.

En el libro encuentro algunos guiños a esa amistad de la que el presentador hablaba al inicio, algunas anécdotas e historias, ya contadas de manera literaria y de las que yo fui  testigo excepcional de ellas. Cuando Alfonso empezó a trabajar en el periódico El Universal, por allá en el año 1985, yo era el editor de corresponsales y me tocaba leer todos esos textos y era una cosa terrible  porque a esos corresponsales les pagaban apenas  cien pesos por cada notica que mandaban. Allí Alfonso era muy ingenioso. Cogía un cumpleaños y de este hecho sacaba diez notas y en realidad era la misma nota. Ponía,  por ejemplo, Pepito Pérez se vistió con una guayabera blanca  para el cumpleaños de Miguel Manrique, luego hablaba del tipo que había tocada el bombardino en ese cumpleaños  y otra del que preparó el sancocho, pero él sacaba diez para que le dieran mil pesos.  Recuerdo que vivía en San Jacinto con el papá. En una ocasión mandó una crónica hermosísima sobre una vaca que dejó a medio pueblo sin luz, en su Bajo Grande natal. Resulta que la vaca tropezó con su lomo un poste de la energía y todo el pueblo quedó sin luz, porque era el poste que surtía  a todas las viviendas. Fue una crónica maravillosa, muy bien narrada,  con pelos y señales. Yo se la publiqué  en El Universal en primera página y causó un escándalo tremendo, Carlos Muthon se la mandó por RCN a Juan Gossain a Bogotá, Gossain la comentó en el Recreo, después la cogió la agencia  AFP y la rebotó para el mundo, siendo traducida a varios idiomas. Eso fue como un viernes. El lunes estaba Alfonso en mi casa con una maleta grandísima, preguntándome que si se podía quedar en mi posada durante algunos días. Además tenia un rostro compungido, entonces le pregunté que si  le había pasado algo, a lo que él me respondió:  “Lo que pasa es que la vaca era de mi papá”.

O sea, que él, además que escribía esas cosas imaginativas, solía protagonizarlas.

Otro elemento que siempre me ha parecido admirable de Alfonso es su condición humana. Como el buen acero hay que partirlo, jamás se dobla. Es una persona integra, es una persona de una pieza, así lo ha sido en su vida personal y así lo ha sido en su vida profesional. Es una persona de la que yo me honroso  ser colega de él, porque se que ha puesto su talento en función de las buenas causas, en función de las causas dignas, decentes. Un hombre que con su periodismo ha contribuido a hacer memoria y a hacer patria. Entonces, que para mi es muy grato estar acá.

A continuación voy a enumerar algunos puntos por los cuales yo considero que ATAQUE DE FRIO DE PERROS es un libro meritorio:

  1. Su calidad narrativa.

En primer lugar yo hablaría de su calidad narrativa. Está narrado con encanto, con agilidad, tiene la gracia Caribe. Creo que la faceta de contador de historias es predominante en Alfonso. Yo siempre he creído, porque él esta inmerso en esa tradición que en el Caribe colombiano ha sido muy fuerte, nosotros acá hemos tenido excelentes contadores de historia, desde los viejos que en un pueblo sacan un par de taburetes y se animan el uno al otro y se mantienen en vilo mucho, hasta gente que cultiva eso ya de una manera profesional como Alfonso  y los compañeros que están sentados en la mesa.

En este libro yo descubro una gran capacidad de cautivar, de atrapar al lector. Yo diría con un vocablo vulgar que le escuché alguna vez a Gabriel García Márquez, que un buen narrador es un “encoñador”, o sea, alguien que encoña con la palabra, que te mantiene sentado allí y en el libro de Alfonso esa función se cumple. En ese punto de vista, yo le contaba ahorita al colega Manuel Medrano, que un buen narrador no es aquel que utiliza la palabra con funciones ornamentales, sino una  persona que se juega la vida cuando cuenta el cuento, como Sherezada, que contaba una historia y se iba ganando un día de vida pero lo que se iba ganando era la vida misma. Yo encuentro que en este libro ese requisito se cumple, es un texto que enamora y que dan ganas de leerlo.

El cronista del Caribe colombiano es apreciado en la literatura colombiana. Alguna vez dije que el cronista es un recurso defensivo de nuestra cultura para proteger al brujo de la tribu. Yo creo que Alfonso también viene a proteger a ese brujo de la tribu con este libro. Su calidad narrativa, seria para mí su primer mérito.

 

  1. La recreación acertada de la cultura popular.

 

Una segunda virtud que yo destacaría para concluir que este es un libro meritorio, es su recreación acertada de la cultura popular, desde la gracia de la oralidad, con frases callejeras que se escriben sin ninguna pretensión pero que son agradables de leer y divertidas, como “todo limpio es bonito, menos el bolsillo” , “lluévele al sucio”,o“bueno, probando es que paren las mujeres”. Luego la mitologizaciòn. Hay una crónica muy bonita, quizás la más bonita del libro, la crónica de la bandera, que habla de una bandera que de pronto aparece en una colina del pueblo Mapocho, que es una transposición poética de Bajo grande, tierra del autor. Los habitantes de ese pueblo empiezan a suponer cosas, a hacerse preguntas y  la bandera, un simple objeto, un símbolo, un trapo ondeando al viento se convierte en el pretexto para la fabulación. La gente empieza a imaginar cosas sobre la bandera, entre ellas que es de un grupo insurgente, pero luego esa bandera se convierte en el centro de un mito porque ya los campesinos empiezan a verla como un talismán de a buena suerte. Dicen que desde que la bandera está allí les va mejor  y que tienen mejores cosechas. A lo largo del libro  encontramos que Alfonso tiene un oído muy fino para percibir esas voces que hablan de nuestros mitos y él lo recrea acá con un buen pulso narrativo. Luego la picaresca del Caribe, el humor esta allí presente. Hay una anécdota  sobrecogedora, entre muchas otras. Es el caso de un alcalde que se levanta de madrugada a orinar y descubre en el patio a un ladrón que se está cogiendo un pato noctámbulo y el alcalde no se inmuta, mientras él otro le roba. Y el ladrón ve al alcalde y tampoco se  mosquea. Ya cuando están en las últimas, que parece que el tipo se va a robar el pato, el alcalde le dice: “ Carajo y es verdad que te lo vas a llevar”. Parecen unas tonterías, se dan tan cotidianas, se dan tan silvestres en nuestro medio que nosotros no nos sorprendemos, pero en verdad son un reflejo de nuestra cultura.

 

Luego, hay una cantidad de arcaísmos ahí, de frases que utilizaban los bisabuelos, las abuelas, frases del buen castellano  que se han ido perdiendo , como los objetos perdidos con ellas, como el aljibe, el agua llena de verdín, todo eso está recreado acá. Noto también en este libro una obsesión por los detalles. Flower decía que en los detalles está la verdad. Es realmente lo que hace que nosotros veamos que un personaje  que tiene dolor de cabeza no es que nos den la información que tiene ese dolor sino es mostrarnos esos pequeños detalles que nosotros descubramos que tiene eso. Acá Alfonso tiene muchos de ellos. Hay otro cuento maravilloso de unos campesinos que guardan la cédula por allá en un calabazo de donde nunca la sacan porque jamás la necesitan, porque para ellos la ciudadanía es un asunto del corazón , de la piel , de la memoria y no de un documento, pero de pronto, cuando empieza la violencia aparecen unos policías que quieren comprobar los buenos procederes de ciertas personas, entonces ellos tienen que desempolvar esas viejas cédulas que tienen guardadas  y tienen que ir con ellas al monte.  Esa cédula es metafórica, esa cédula es el emblema del desastre, es  el emblema del cambio que sufrieron todos estos pueblos con motivo de la violencia.  Y de allí, del buen uso de los detalles,  descubro también  de que hay una gran capacidad para la creación de Atmosfera, que es una de las grandes virtudes del libro. Esas son unas de las  virtudes superiores del libro, que sabe crear atmosfera, que sabe recrearlas, eso que hace que el lector se sienta de cuerpo presente en el lugar que se está narrando.

  1. Realidad y ficción.

A un cuarto elemento que quiero referirme es a ese híbrido de realidad – ficción que Alfonso maneja en el libro. García Márquez dice que una gota de ficción contamina un océano de realidad, por lo tanto que  en el momento que la ficción llega al periodismo narrativo, el periodismo narrativo se desvirtúa como periodismo aunque empieza a funcionar como literatura.  Yo creo que en el caso de este libro me atrevería a definirlo con una palabra que le escuche a Julio Villanuena Charris, director de la revista La Etiqueta Negra, hablaba de “facción”, o sea, un libro que tiene ficción y tiene realidad. Creo que es literatura porque esta bien escrito, pero creo que es periodismo porque está contando una situación que nos toca directamente, una situación desgarradora en muchos casos. Entonces destaco en Alfonso la capacidad de hacer una transposición poética de contar ciertas verdades dolorosas que de otra forma no podría contar. Fíjense que curiosamente en esas fiestas como los carnavales, en ensayistas como Humberto Eco, en el caso de la máscara, que todo el mundo la ve como una forma de ocultar algo, no necesariamente todo el que se pone una mascara se esconde, porque ponerse la máscara es mostrarse. En Barranquilla  conocí un Gay que se disfraza y me dijo que el Carnaval le da la posibilidad de ser marica sin que se burlen de él. En los 360 días del año le dicen Marica de Mierda y en los Carnavales le dicen gay no más. Entonces el decía que con la Máscara asumía su verdadera realidad.

  1. Una novela universal

 

Otro elemento de esta novela es la universalidad. León Tolstoi decía que para ser universal lo que hay que hacer es pintar bien su aldea, entones Alfonso a través de contar la historia de la gaita está contando la existencia de una realidad mucho mas profunda, es la historia de una región, es la historia de un  país donde el desarraigo se volvió pan de cada día por cuenta de la intolerancia, de la escasa presencia del Estado, de la exclusión. Es la memoria  y hay que verlo con más ambición de lo que aparentemente esta reflejado en él.

 

  1. El rescate de la memoria.

 

Y un último elemento del que yo quiero hablar es  el del rescate de la memoria. Los buenos cronistas no solamente informan, sino que construyen memoria. Lo que pasa es que la información es un dato para el presente  mientras que la memoria es un dato para siempre. Yo creo que este libro es una forma de dar datos pero construyendo memoria.

Ya para terminar, yo creo que el  más grande valor de este libro es el poder de la palabra para reconstruir memoria.  A través de este Alfonso reconstruye la memoria de su pueblo en una época en la que muchas cosas se perdieron por causa de la violencia., inclusive se perdió la investigación cultural, porque nadie se atrevía a remover un tiesto de los indios en parajes perdidos. Y quien cuenta esta memoria no es un advenedizo  que llega con ojos de turista, sino por un personaje que interactúa y padece los rigores de esos tiempos. Entonces el mejor homenaje que le podemos hacer a Alfonso es comprar su libro. Muchas gracias.

 

  • Palabras de Alberto Salcedo Ramos, en el acto de lanzamiento de la novela Ataque de Frìo de Perros, del periodista Alfonso Ramón Hamburger, teatro de Sincelejo, octubre 31 de 2008.

Alberto Salcedo Ramos

Cuando yo tenía 19 años empecé a usar una gorra a medio lado, y entonces mi hermanazo Alfonso Ramon Hamburger Fernandez, que ya en esa época era inteligente y gracioso, me mató con este chiste: «no joda, compa, con esa gorrita usted sí se parece a Neruda. ¡Ya nada más le falta es la poesía!» De vez en cuando recuerdo este episodio y sonrío, especialmente cuando veo gente ya grande convencida de que para pintar Guernica basta con calarse la boina vasca, sin necesidad de preocuparse por ser Picasso.

 

Alfonso Hamburger

Celebro la Gaita por que es el principio de la música.

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