¡S.O.S ESTÁN TRATANDO DE MATARME!
En medio de la pandemia, sin trabajo y sin EPS.
Por Alfonso Hamburger
Soy consciente de que, en algún tiempo, como corresponsal de guerra, un revólver con el gatillo montado estuvo apuntando a mi bella cabeza. Por aquella realidad palpable de la guerra que ninguno buscamos, tuve que refugiarme en Bogotá. Soy victima reconocida del conflicto armado y he recibido constantemente los aguijones de un sistema colapsado por la corrupción.
He sido hostigado por una clase dirigente cuestionada nacionalmente, pero solo hasta en esta pandemia he descubierto que las amenazas de muerte no son solo por el coronavirus, sino por el sistema de salud que maneja al usuario como una mercancía y que en cualquier momento te puede matar, sin dolor y sin pataletas. Sólo es caer redondo, como un pollo. Y listo para el hoyo.
Para no abundar en tanta retórica, les confieso que el sistema de salud de Sucre y Colombia, ha tirado a matarme salvajemente. La ley 100, nos excluyó a los periodistas de la posibilidad de jubilarnos con un régimen especial, a los 52 años. El periodismo no es una profesión, sino un oficio. No es considerado un oficio riesgoso. Se nos quitó la tarjeta profesional y se nos redujo la posibilidad de pensionarnos. A ello se suma las advitrariedades que se cometen en algunas administraciones. Del último empleo se me lanzó sin miramientos y la entidad borró toda evidencia de diez años laborales, como si no hubiese pasado por allí, en un acto de violencia terrible contra la memoria institucional. Cometieron peculado. Así como un juez de la república no pudo probar que televisión no es igual a televisor, tampoco yo pude comprobar ante otro juez, que tengo doce años de ser diabético y que incluso escribí un libro sobre ese tema. Sencillamente, han tirado a matarme de frente, sin necesidad de apuntarme con un revólver. Este un sistema asesino. Que privilegia el negocio sobre el servicio.
Cuando vi la triste historia de Sigifredo Eusse Marino, mi profesor de periodismo en la Universidad, ganador de un Premio Nacional de periodismo Simón Bolívar y autor de varios libros, hoy postrado en una clínica, atravesando múltiples problemas económicos y de salud, porque no ha logrado pensionarse pese a sus casi setenta años, me puse en mis pies. Yo tengo el riesgo de no pensionarme, porque la Universidad donde laboré durante diez años, un día decidió unilateralmente no renovarme el contrato, ya casi para pensionarme, sin ningún tipo de miramientos y sin causa justificada. Y puso a quien le dio la gana, de pronto sin méritos. Y a esta edad es casi imposible conseguir empleo, máxime cuando existe una horda de jóvenes que egresan de las universidades y quieren tragarse el mundo, en medio de una pandemia que ha colapsado el mundo. La única idea que se me ha venido es seguir luchando desde la dignidad, sin bajar la cabeza, o pedir que Colpensiones me devuelva las mil semanas cotizadas en efectivo para poner una cría de pollos, porque de alguna manera tenemos que subsistir hasta que Dios nos llame a rendir cuentas, si es que antes el sistema no nos mata, como ha intentado hacerlo varias veces.
Les cuento. En octubre del año pasado me fui a San Jacinto a rodar una comedia. Tuve un contrato laboral por tres meses, por lo cual regresé al régimen contributivo. No laboraba desde diciembre de 2019. En este año 2021 los contratos están como el lucero espiritual, por lo que tuve que regresar al régimen subsidiado en Enero. Eso creía.
En marzo , porque estuve residenciado en Bolívar, vine a Sincelejo por una orden médica. Lo hice bien madrugado para obviar el problema de la policía en la carretera, que es otra amenaza de muerte en los retenes (haré una crónica por aparte). Fueron dos horas manejando. Logré hacer una cola de una hora más en la IPS. Y después de pelear con un portero dictador, la señorita que maneja el sistema me dice que ya no puede darme la orden para exámenes, porque ya no pertenezco a Sucre, sino a Bolívar y es allá donde deben atenderme. El azúcar se me elevó a mil. Me puse iracundo. Son momentos en que no puedo controlarme. Les dije su pocotón de cosas y salí. Fue donde tuve que empezar otra lucha, en medio de la pandemia. El sistema de salud en Colombia, donde se privilegia al administrador del régimen, las EPS, cuyos trabajadores laboran en salas refrigeradas, en confort como si fuesen banqueros, convertidas en fachadas de la corrupción. Mientras el médico y las enfermeras se debaten en el primer anillo de la guerra contra el covid-19, los directivos pueden estar celebrando una fiesta con la mejor champaña del mundo. Son arrogantes desde el portero para adentro. Ya no se sientan en los pretiles con el pueblo.
Pasarme nuevamente al régimen subsidiado fue un lío. Maxime cuando tuve que visitar otra sede, la de la EPS, a esa hora atestada de gente mendigando atención, solucionando impasses quizás como el mío. Como se me habían agotado las medicinas ( Yo me inyecto insulina) tuve que recurrir a mi bolsillo, pues el tratamiento es permanente. Busqué apoyo de un diabético disciplinado, de aquellos que hacen colas y pelean sus medicinas, y me surtió de las de él. Volví a la mibenclabida, una pastilla menudita, cuyo sobre apenas vale dos mil pesos, y a la meformina, que me descompone el estómago. Me voy en churria. Logré nivelar mis niveles de azúcar e incrementé los ejercicios físicos. Me las tiré de loco, caminé como un loco y di rienda suelta a mi afición de fotógrafo de arboles muertos y puestas de sol.
Regresé a San Jacinto sin hacerme los exámenes de laboratorios que me había ordenado la internista vía telefónica en diciembre del año pasado. Nunca se supo a dónde fue a parar aquellas órdenes. Aunque regresé al régimen subsidiado, quedé en un vacío. No hubo ni exámenes ni medicinas. No soy hipertenso, pero me han ordenado varios exámenes y me ha llamado la especialista del ramo. Al parecer les gusta facturar. Yo lo que necesito es otra cosa. Y siento que el Covid 19 me ha atacado varias veces, porque me hicieron una prueba que nunca tuvo resultado. Quedé en el aire, sin trabajo y sin seguridad social.
Lo cierto es que logré, después de ingentes gestiones, que me autorizaran exámenes de laboratorio para el 18 de junio y una cita del internista para el 26 del mismo mes, pero cuando fui a reclamar la orden, ya no estaba en el sistema. Nadie me da razones de porqué no estoy en el sistema. Apagaron los celulares. Me dijeron que era culpa de la Secretaria de Salud de Sucre, pero nada más. No me dijeron que justificación tuvieron para excluirme. Me tiraron a matar de frente.
Lo que he descubierto es que el sistema administrativo se acomoda en su confort y el eslabón más importante de la cadena, que somos los usuarios, es lo más delgado. La cabuya se rompe por donde la muerde el perro. Nos manejan como mercancías. Llevo quince días en Sincelejo solucionado el problema. Logré que me recetaran la medicina y me dieran una cita. Fui con las ordenes a la farmacia- en la parte opuesta de la ciudad- y después de una hora en una inmensa cola, exponiéndome al coronavirus, la muchacha que atiende me dice que necesito copia de la cédula, la historia clínica y una reconfirmación de la EPS. No era muy lejos, en el barrio La Ford. La misma cosa. El celador hecho un pachá. Las inmensas colas. Dos horas de espera para que me llamen. Módulo seis. La muchacha, de ojos grandes, hablaba por celular. A esa hora le anunciaron que le enviarían su almuerzo. Ella pagaría al mototaxista que se lo llevaría. Me toca mi turno. Le entrego los papeles. Me dice que espere. Me deja esperando para siempre, porque se levanta, ha llegado su almuerzo. Me le acerco y me dice que debo volver al siguiente día. No hay línea. Dizque es un problema nacional. En la farmacia solo atienden de siete de la mañana a dos de la tarde. Es igual que en San Jacinto, donde solo vacunan para Covid 19 por la mañana. En la tarde no hay coronavirus. Es Viernes, por lo que tengo que volver el lunes. Ya no puedo hacer nada. El sábado extravío los papeles en una mudanza. El lunes voy de nuevo para que me den una orden nueva, pero son los 11 y 12 minutos, Solo atienden hasta las once. Debo ir por la tarde, pues abren a la una y treinta. Ellos se acomodan siempre. El lunes se perdió.
El martes 4 de mayo madrugo a solicitar la orden para las medicinas, pero ya no figuro en esa EPS, me han excluido. Regreso a la EPS en La Ford, de nuevo el prepotente portero, las largas colas, pido el ficho, la espera, y la reconfirmación. He sido excluido del sistema.
Hoy, miércoles 5 de mayo, a las 5 de la tarde, sigo sin respuesta. No me dan razón de porqué fui excluido.
Aun sigo esperando. Los celulares se van a buzón.