Se conocen nuevos detalles de muerte de Rafael Ricardo

 

 

 

RAFA REGRESÓ A SU PUEBLO PARA MORIR.

Por ALFONSO HAMBURGER.

Rafael Ricardo y Alfonso Hamburger, en Bogota, 2017. (Foto de Otto Medina)

Rafael Ricardo Barrios era consciente de que regresó a morir a su pueblo.  La estocada que le habían pegado a su ego, a su obra, a su vida, fue mortal para un hombre que vivía del reconocimiento social y cultural. Era una figura cimera de la música colombiana. Lo sabía. Pero necesitaba que fuera refrendada no sólo con palmaditas en la espalda y el reconocimiento cuando iba al supermercado o se lo hallaban en la calle o en el banco. Cuando le pedían autógrafos o le decían que lo habían visto en Oye Bonita o en El Gurrufero o que sus canciones habían sido vitales en la construcción de sus matrimonios y en su felicidad. Que Otto y Rafa, terminaron de construir nuestra adolescencia. Todo ello, todo lo que trabajó por el posicionamiento de su nombre, legando a la música un gran talento, debía haberse reflejado en su bienestar social, psicológico y económico. Pero no. Un hombre necesita su júbilo al completar determinado ciclo, con una digna pensión, que le permita reposar sus días viejos con la seguridad de que mañana podrá encender el fogón, máxime cuando estamos en una sociedad donde los hijos crecen y se van en búsqueda de construir sus  propias vidas y los viejos quedan solos en casa. No como antes, que no existía pensión de jubilación, pero se tenían muchos hijos que servían de brazos y palancas para soportar la vejez de sus padres. Era así. Hoy no. Como en África, donde se tienen muchos hijos por la gran morbilidad y esos hijos son la pensión.

Rafael Ricardo estaba afectado. Y aquel desconocimiento que habían hecho adrede sus propios colegas a través de la compañía- un libreto- hecho para que ellos le jugaron una pasada, lo sacaron de quicio, dio la pela y la piedra. Y se murió antes de lo previsto. Bien que nos habría servido con un poco más de buen tiempo de vida.

No era bueno repetir el libreto grabado en fila india por más de trescientos compositores colombianos, pero aquello de negar la obra de un colega, es lo más absurdo que se haya visto. Una obra que ahora la resaltan por todas partes por su finura. Algo muy sublime, sutil y bello.

La buena comida era una de las pasiones de Rafa Ricardo. Aquí con el periodista Alfonso Hamburger.

Rafael Ricardo , como casi todo el mundo, tuvo sus equivocaciones, pero era un tipo bueno. Era un caballero, cuidadoso de su profesión y del castellano.

Desde los catorce años, en el Seminario de Cartagena, conde compartió aulas con el cardiólogo José Gabriel Espinosa, ya era un maestro de música, encargado de dar clase a sus propios compañeros. Eso dice de su trayectoria. De modo que al asumir un acordeón piano, que no era el tradicional para el denominado vallenato, le dio una connotación tan armónica, tan especial, que parecía música de conservatorio, de música, más tarde vista por la competencia como verdaderos “Villancicos”, especialmente cuando adopta a Otto Serge como su fórmula para crear una escuela romántica del acordeón.

Pero a Rafa lo pelaba era la bohemia, la comida y las tabernas, donde él desfogaba tu talento imperial. Por su condición de artista, Rafa necesitaba de espacios especiales para moverse, espacios que tuvieran por encima de la guerra musical, la política o la envidia. A Rafa no había que ponerlo a votar en las elecciones por determinado candidato para que le dieran un contrato como maestro de música.

Es bueno que nos detengamos en la parte psicológica. En Colombia venimos de una guerra que dejó ocho millones de víctimas oficiales y después atravesamos una pandemia que casi nos liquida. No hay en el país los suficientes psicólogos para asumir la tarea de revisar en qué momento ( a través del sistema de Sigmund Freud) algo se nos averió en nuestra psiquis. Todos, uno por uno, necesitamos esa revisión.  Muchos no tenemos la inteligencia emocional para manejar nuestras vidas. Y hay casos de casos.

El sancocho sabanero, preparado por Otto Medina, era el favorito de Rafael Ricardo.

La música, que es algo sublime, el acto que más nos diferencia de los animales ( que no exigen reconocimiento como los hombres), la volvieron una competencia. Nos adoctrinan desde niños a enamorarnos de algunos ritmos, géneros o estilos. Vivimos en una piquería eterna con los hermanos de aquel lado del río. A nuestros niños también los están adoctrinando algunos movimientos que impulsan la hipersexualidad y los inducen a adoptar posiciones con las que nuestros abuelos no comulgaban.  A que Ellos escojan si se sienten niñas o niños.

El tema expuesto así, es muy delicado. Habría que profundizar en ello. Tuve el privilegio de ver el rostro de Rafael cuando alguien en la calle lo reconocía como actor. Eran momentos sublimes.  Su rostro se enrojecía. De excelente humor. Era un tipo fino, de la tierra del sabanero, desde Ovejas a San Juan, pasando por Corozal, San Jacinto y Sincelejo. Pero también amaba el resto de regiones. Hablaba bien del vallenato como márquetin.  Ese era su territorio. Sus atuendos eran los nuestros, las abarcas, el sombrero zenú, la toalla al hombro, la buena comida, la mujer y sus amigos, porque el trago lo había dejado hacia más de 25 años.

Y Rafa vino a morir a su tierra, sin saber que sería tan pronto. Su batalla era muy dura. A veces rogaba un contrato con su organeta. No imploraba, pero se le notaba su necesidad de reconocimiento y de dinero. La escasez como la abundancia no se pueden ocultar. Pero Rafa tuvo mucho aprecio en sus dos pueblos más queridos, San Juan Nepomuceno y Corozal, pero también pudiéramos incluir a  San Jacinto, donde estudió y Ovejas, la tierra de sus ancestros.  Obvio que Cartagena y Bogotá, lo marcaron.

Parcialmente tuve tocando el tema con Félix Carrillo Hinojosa, quien goza de un alto reconocimiento como escritor , periodista y autor de más de 250 canciones de su género, a quien le prometí que no lo iba a citar en esta crónica.

Carrillo, ganador del festival vallenato y creador del Grammy cumbia- vallenato (la cumbia primero), como Otto Medina, compositor, comunicador social y abogado, coinciden en que Rafael Ricardo se fue a morir a San Juan. Pero Rafa, porque quería mucho a su San Juan de sus amores, decía que era profeta en la tierra que lo vio nacer. Si lo fue, pero en el fondo había sufrimiento.

Mis fuentes dicen que en estos pueblos, atravesados por un mercantilismo exacerbado , que han ido perdiendo los valores de antes, se aprecia al hombre que regresa después de los sesenta años con una camioneta TXL , los bolsillos llenos de plata y una pensión de diez millones de pesos. Le dicen marica al que ocupa un cargo de elección y no se llena de plata y han inducido a que roben, pero que hagan algo. Eso ha fomentado una clase política despiadada y sin el aprecio por el arte, como sucedió en Sincelejo, donde hicieron desmontar una hermosura de burrita, porque su flor fue expuesta con un realismo estoico. !Que lástima, la burra tenía la cola erguida al cielo y una flor abierta al sol!

Uno de esos alcaldes, le negó la posibilidad a Rafael de dar clases en su pueblo porque el artista votó por otro candidato, sin pensar que el arte está por encima de un voto político.

Pero eso sí, en las exequias, son los primeros en llevar la corona, para estampar la publicidad.

Me decía uno de mis contertulios, que no cometerán el error de regresar a sus pueblos en esas condiciones, porque los crucificarían. “Mira, Alfonso, tú que eres un man que escribes muy bien y haces unos documentales espectaculares, no cometas el error de regresar a tu pueblo sin un patrimonio, vete a Cartagena o Barranquilla y metete en Telecaribe, pídele a las universidades que te permitan hacer tertulias, compartir tus saberes, porque en tu pueblo te vas a morir de hambre”.

Y eso fue lo que le pasó a Rafael, pese a que él decía que era muy querido en su pueblo ( era verdad), por el otro lado  sufría.

Félix Carrillo Hinojosa ( esto si es mío), ha sido un guerrero incansable, desde que tuvo la valentía de enfrentar al asesino de su padre cuando era un niño, pero como frentéa las cosas y aboga por una unidad nacional, es combatido. En su tierra( Valledupar) no ponen su música, pese a que tiene casi trescientas canciones grabadas en varios géneros. Incluso en gaitas y porros. Prefiere quedarse en Bogotá.

Sería importante, que la dirigencia, tomando como ejemplo el caso de Rafael Ricardo, que ha conmovido las fibras del país, pueda desarrollar programas donde  esos valores de la cultura y la música, puedan ser enganchados como asesores, instructores o programadores de talleres y conversatorios, para ilustrar a las nuevas generaciones de todo ese bagaje de conocimientos, sin fronteras ni ideologías regionales.

Todavía tengo rabia.

 

 

 

 

 

 

Alfonso Hamburger

Celebro la Gaita por que es el principio de la música.

1 Comment

  1. Muy buena crónica para resaltar esos valores de nuestro amigo y compañero de música Rafael Ricardo sabemos lo que sufrió y soporto por culpa de esa lucha qué inicio justificada o no, pero que solo buscaba un pequeño y merecido reconocimiento a su larga y exitosa carrera musical y que hoy necesitaba más que nunca por su condición de hombre mayor…paz en su eterno viaje..

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