«LA TRAGEDIA» DE PEDRO PEREZ FLOREZ…
– El mejor poeta cantor de Sincelejo, incluso por encima de Rubén Darío, se rebeldiza ante la indiferencia frente a una obra colosal y desconocida.
Por Alfonso Hamburger
Sobrio, en sus cabales, un solo ojo le basta para verme y decir que Alfonso Hamburger, es el periodista- libra por libra- más grande que ha pisado Sincelejo. Pedro Pérez Flórez- necesariamente hay que mencionarle el segundo apellido para diferenciarlo de otros Pedros Pérez- me abraza, me besa la mano, hasta tanto que tengo que retirarla rápido, porque lo hace hasta el fastidio. Y sus bigotes son molestosos. En Pedro Pérez Flórez, no hay términos medios. Ama y odia. Alaba o maldice. Sobrio me bendice, borracho me maldice. Y ya en lo más profundo de la borrachera, este poeta cantor a quien un solo ojo le ha bastado para atrapar lo bueno y lo malo de este mundo, maldice al Torcoroma que un día trajo a Alfonso Hamburger a Sincelejo.
Y yo, que viajo a su lado, lo contemplo profundamente, ahora que duerme su juma. Nos acompañan Jorge, al volante; y Oswaldo Vergara Vergara, en estas excursiones del folclor, que hemos emprendido casi todos los fines de semana por la extensa sabana. Al lado viaja otro que a estas alturas no cuenta, porque al igual que Pedro Pérez Flórez, ya viene dormido: Gabriel Rosales Fernández, mi pariente. Esta excursión de hoy nos llevó a San Andes de Sotavento y Tuchín, donde hemos contemplado una riquísima región artesanal y étnica. La indígena que nos atendió, Maruja Mendoza, estudiante de psicología, es un monumento de mujer: Pedro pudo contemplarla y describirla, mientras atendía a los turistas en la venta de artesanías: tiene los ojos rasgados y negros, las cejas bien delineadas, la boca grande y triangular en sus formas, dientes de perlas y pómulos salientes. Coqueta sin darse cuenta y embutida en un jean corto, Maruja- así como la canción de Landero- no deja de peinar su mata de cabello azabache, con colas que le salen de lado y lado y le besan los pezones. Después se la amarra en un moño, para estar más liviana. Maruja es delgada, pero al levantarse, su trasero es notable.
– Si me quieres Maruja, dame lo que te pido. Si quiera una sonrisa o un poco de cariño.
Con la canción de Landero, la enamoro, pero me dice que no tiene celular. El que tiene es de la empresa y el que lleva a veces es de su novio. Nos frenó.
En media hora, Maruja vendió tres sombreros finos, varias pulseras, una cartera tejida y recibió nuestros piropos. Y nos fuimos.
II
Alfonso Méndez dice que la visita de Alfonso Hamburger y Pedro Perez Florez a Tuchin es una bendición. Nos lleva a su castillo, en una de las últimas casas del barrio, frente a la cancha de futbol que es de softball a la vez, tejida de hinchas, porque juegan el último partido del campeonato para rodillonas. El hombre del equipo rojo, que gana uno a cero, el que acaba de entrar, tiene 36 años. Lo ha dicho la indígena ancha que mira el partido y no deja de mirarme. La excursión tiene cara de gente importante y eso, me imagino, la distrae de las jugadas, porque ha vuelto varias veces su mirada para vernos.
Méndez tiene 67 años y su mujer 36. Para buey viejo, pasto biche, dice. Tiene un hijo de 22 años, que es todo un as en la programación radial y dos hembras que estudian idiomas en la Universidad de Pamplona. Su castillo es pequeño y confortable, en la antesala hay un rancho, donde desvaran motos y el cuarto principal es un estudio de radio, desde donde inunda estos valles del Sinu con la programación de Artesanal Estero, una emisora ejemplar, pirata, pero distinguida. La del cura es la oficial, pero nadie la oye.
Pedro Pérez Flórez, un poeta sentimental y llorón, también abraza a mi tocayo, que es su sangre. Le hemos llevado 48 canciones seleccionadas en un CD. Son canciones, poemas, en tonalidades menores, que marcan todo un derrotero en la obra colosal de este bohemio, quien se declara, sin tapujos, ahora que lo he provocado, mejor que Adolfo Pacheco, mejor que Andrés Landero y me grita que le eche a Miguel Manrique, para “ripiarlo”.
Claro, en medio de la juma, aclara que es el mejor de todos, en la expresión poética.
Mi madre decía que ningún borracho se come su propia caca. Además, se sabe que el borracho no solo lo cuida El Diablo, sino que por lo regular dice la verdad. Y Pedro dice la verdad cuando se refiere a mí, aun en los extremos. Y dice la verdad cuando se refiere a la poesía. Su obra es profundamente poética y quizás por eso ha sido despreciada en las emisoras. Y pocos la entienden, porque las canciones de Pedro Pérez Flórez, no tocan la epidermis. Esos poemas van a lo profundo del alma, con unas melodías y unos cambios en las tonalidades, que se necesita un cantor con sensibilidad social para cantarlas. Es por ello que cuatro de esos poemas, los interpretó Daniel Celedon, esa voz tenor, no muy típica vallenata. Entre ellas le interpretó una canción que es pura ternura, denominada la de los colmillos negros, dedicada a la muerte de un perro. En su casa de Las Margaritas, donde una diligente mujer lo espera- la única que ha soportado con estoicismo sus borracheras eternas- Pedro tiene cuatro perros, que complementan ese entendimiento que ya supera el estado supremo de la poesía.
III
De regreso, mientras me maldice y maldice el Torcoroma que trajo a Alfonso Hamburger a Sincelejo, Pedro Pérez Flórez llora. Ahora pide perdón por los excesos. Dice que Alfonso Hamburger es el mejor director que ha tenido la emisora de la Universidad de Sucre. Yo no le creo, porque sé realmente quien soy, pero me acuerdo de mi mamá, entonces me trato de confundir. Y Pedro, hombre que ya pasa los 60 años, llora por su único ojo sano. En el otro tiene una prótesis que lo hace ver como un pirata. Su cabellera india y su estatura, delgado, son como la de un Gustavo Gutiérrez de las tonalidades menores.
-Lástima que Alfredo Gutiérrez me grabó ya en su ocaso, dijo esta tarde, cuando aún no se había emborrachado por completo.
IV.
Ahora son las 3 de la mañana del domingo 6 de marzo. Lo que me dijo mientras veníamos en el Toyota Perico Pedro Pérez Flórez, no me deja dormir. He tenido que levantarme y tomar el computador para escribir las frases, tal como la las dijo Pedro, y mi deber es hacerle un homenaje. Sé, que en esta región, nos ignoramos, nos agredimos unos a los otros. No nos reconocemos entre nosotros mismos. Solo al final, con las ultimas paladas de tierra, es que empezamos a lamentarnos y solemos decir que “tan bueno que era el difunto”. No hay entonces, muerto malo.
Y es obvio, en medio de esa batalla diaria que es nuestra vida, cuando alguien nos alaba, mostramos extrañeza. Después del elogio, puede venir el zarpazo.
Una de las frases de Flórez, quien se emborracha muy rápido- y por eso ha perdido varios festivales- ya que se le olvidan sus propias canciones, es que yo menciono mucho a San Jacinto. Pérez Flórez no sabe que fui aspirante a ser alcalde allá, pero que no saqué los votos suficientes, porque nadie es profeta en su tierra. Y tampoco quiero ser profeta en Sincelejo, la parte del mundo a la que le he dedicado más años: 23. Viví los primeros 15 en la finca Frio de Perros, 6 en San Jacinto, 4 en Barranquilla, 4 en Cartagena y uno en Montería. Entonces, soy Sincelejero por años, como Nacho Paredes. Pero eso no lo tengan en cuenta, no importa.
Trato de entenderlo. Pedro nació por accidente en Cartagena. De pequeño se impregnó de la sabana. Su padre de origen Turbaquero y su madre sabanera, se establecieron en Sincelejo, donde se nutrió de todo ese movimiento de la generación perdida, que en un momento produjo un sinnúmero de poemas y canciones que dio sus mejores frutos en la década de los setenta, en el apogeo del festival sabanero, pero que pronto cayeron rendidos ante la avalancha vallenata. Pedro grabó con el profesor Filadelfo Fuentes en Medellín, pero para decir verdad, no fue un trabajo bien logrado. Por esos días salió Jorge Oñate.
Sin duda, algo que afectó a Pérez, y eso lo aflora en sus jumas casi eternas, es el hecho de haber pedido un ojo muy temprano, en un accidente laboral. El poeta tiene un taller de maquinaria pesada, una de las herencias familiares, de donde han surgido sus mejores poemas. En medio del yunque y la musa nace el dolor y la espera eterna. Ha sido un rebelde y sus cantos son de tinte social. El accidente, su accidente, la muerte de un perro en la noche profunda, la infidelidad, la pobreza, el amigo fiel, y otros temas psicológicos, abordados en su obra, parecen salidos del contexto de lo cotidiano y de lo fácil, por eso quizás ha sido poco valorado, porque habría que entregar sus poemas a un analista literario y no ponerlos al servicio de una radio dirigida por locutores ignorantes que no salen del saludo y nada más. Y por supuesto, de “la payola”. Y de San Jacinto, por supuesto.
Este poeta profundo, no tiene una obra muy grande, pero sus 48 canciones, grabadas por Daniel Celedon ( 4), Alfredo Gutiérrez( 2) Patricia Teheran (1), Zico Berrio, Carlos Pérez, entre otros, donde también abundan porros sublimes al pueblo o al amigo, son de una belleza armónica y de una hondura insondable, que no parecen hechas por un músico cualquiera, sino por un estudioso del hombre y un cultor de la buena poesía.
“Soy el mejor”, dice, borracho, antes de quedarse dormido, para despertarse apenado, sin saber lo que había hecho y dicho, para empezar de nuevo, como en el cuento del gallo capón.
Pedro duerme y yo le creo.
Sincelejo, domingo seis de marzo 2016, el computador marca las 05:03 y cantan los gallos.