MURIÓ EL CACIQUE DE LA GLORIA.
Por ALFONSO HAMBURGER
La colonia de San Jacinto en Sincelejo estamos de luto. Ha muerto Samuel Torres Fernández, el cacique de La Gloria. Decía Juancho Polo Valencia, que donde quiera que uno muera toda la tierra es bendita, pero morir en estos tiempos de pandemia, sin posibilidad de acompañar el féretro, es más doloroso.
Samuel se vino de San Jacinto, donde vivía con su familia en el barrio La Gloria, siendo un muchacho, en donde sobresalían unos bigotes bien definidos y unos ojos chinos, orquestados en afable sonrisa. Era un poco mayor, porque Cenit, su hermana menor, coincidió con nuestra generación de bachilleres del Pio XII modelo 79. De modo que Samuel coincidió, con el pintor Juan Carlos Ibáñez, con la caída de Las Corralejas, en el año 1980.
A su llegada fue vendedor de Lotería La Sabanera, pero Samuel tenia visión para el negocio y pronto se hizo socio de Aposucre, Asociación de Apuestas de Sucre, donde estuvo cinco años. Allí amasó un capital suficiente para seguir avanzando, entonces se puso a vender electrodomésticos por las calles, después creó con su primo Erasmo Torres Fernández, Créditos Torres, que a su vez se convirtió en ETG, Erasmo Torres Guzmán, distribuciones, en homenaje al gallero Nato Torres, quien fuera gran amigo de Adolfo Pacheco. Con el tiempo, Créditos Torres pasò a manos de Herasmo, quien también fue un gran gallero, logrando un emporio en esta actividad.
Samuel, con su gracejo y afabilidad, logró en sus 67 años, amalgamar una serie de actividades productivas, entre tiendas, restaurantes, distribuciones y ganadería, con la que crio a sus seis hijos. Siempre fueron gente de estirpe popular y sencilla, que a a pesar de amasar cierta fortuna, jamás se fueron del barrio El Recreo, donde mantienen a sus amigos de siempre, sin dejar el contacto con San Jacinto
Samuel era amante de los gaiteros de San Jacinto y alguna vez que vinieron para grabar el programa Vox Populi de Telecaribe, los hospedó en su casa. Igual los invitó a comer en su restaurante La Pajuela, que se convirtió en la sede colonial. A Mi llegada a Sincelejo, en 1993, me designaron presidente de la colonia, logrando hacer muchas actividades culturales con Lolita Anillo, Roberto y Dionisio Anillo, que tuvo un periplo por la Gobernación de Sucre. Con los hermanos Nader Alandete, Nicolás Mendoza Gaete y otros logramos llevar un grupo de Mariachos a las fiestas patronales de San Jacinto y le pusimos una serenata a Jacinto Llerena, en su cantina. Desde entonces se institucionalizó en San Jacinto lo de la serenata. La primera pudo haber sido en 1995 o 1997, tiempos muy difíciles.
Samuel adquirió dos predios de terrenos, uno entre El Carmen de Bolívar y Ovejas, que pronto le motivo de problemas. Los actores al margen de la ley lo extorsionaban, pero Samuel jamás los complació. Un día metió varios camiones custodiado por la Infantería de Marina y sustrajo todo su ganado. La tierra quedó sola por unos años, hasta que se normalizó la situación.
Cierto día que venía de visitar a su familia en San Jacinto en un bus de torcoroma, cayò en una pesca milagrosa de la subversión a la altura de “La Coquera”. Pensó que le había llegado la hora. Lo tenían como objeto de guerra, de modo que si lo identificaban, lista en mano, era hombre muerto. Era casi de noche. Caía un sereno mojamonte. A los pasajeros del bus los iban entrando al monte en fila india. A Samuel le dieron ganas de defecar y sin miramientos se fue bajando los pantalones. Cagaba como chivo, puras bolitas, del miedo que llevaba. En esos momentos, como por arte de magia, dos nubes bajas se chocaron y causaron un destello. Aquel trueno confundió a la guerrilla, que pensó que había llegado el Ejército con su avión fantasma, lanzando luces de bengala. Dejaron a los secuestrados y se dispersaron en la espesura de Los Montes de María.
Fue tanto el susto, que al llegar a Sincelejo, dos horas después, aún no articulaba palabras.
Posteriormente, a Samuel le descubrieron una diabetes mellitus, una enfermedad silenciosa y degenerativa, con la que batalló por muchos años, hasta la madrugada de ayer, cuando nos dijo ADIOS.
Había hablado con su primo Erasmo la noche anterior, con quien se despidió sabiendo de que iba a viajar al encuentro con el señor.
Samuel, Dios lo tenga en su Santo Reino. Descansa en Paz querido Padre.