Nuevos detalles de la muerte de Eduardo Lora.
– Entrevista con Héctor Romero Buelvas, único sobreviviente.
Por ALFONSO HAMBURGER.
Luis Viana, el relojero, estaba reparando un reloj imposible, cuando levantó su mirada y alcanzó a ver la última parte de una escalera que alguien llevaba en hombros. La vio a través del ventanal de su casa, en el barrio La Bajera de San Jacinto de Duanga,Bolívar, mientras un lotero callejero anunciaba la suerte.
El relojero, conocido por su carácter irascible de hombre jodido, quien meses antes se había dado plomo con Nando Pereira, frunció el ceño, entonces se asomó en la puerta de la casa y vio que Juvenal Castellar, trabajador de la Electrificadora de Bolívar, estaba colocando la escalera sobre la pared para cortarle la luz. Luis tenía una deuda de varios meses y un reclamo sin resolver.
–Este hp me corta la luz y le pegó un tiro, pensó Luis e inmediatamente hizo un giro de ciento ochenta grados sobre sus talones, tomando rumbo al cuarto de uno de sus hijos, agarró una guacharaca y acarició un revólver calibre 38 largo que lo acompañaba desde siempre en la pretina del pantalón.
Decidido a resolver el problema Luis volvió a asomarse a la puerta de su casa. Allí observó que Juvenal no estaba mandando gallo y que trepado en la escalera, ya se aprestaba a cortar la luz con una pinza ganzuda. Luis sustrajo el arma de fuego con la mano derecha y con la otra mano le dio la guacharaca a Juvenal.
Cuando Luis lo tuvo apuntado con el arma, le dijo:
– Mira HP, tú me cortas la luz hoy y te pego un tiro!
Ante semejante amenaza Juvenal estuvo a punto de caerse de la escalera del susto.
En ese momento pasaba el voceador de la lotería de Bolívar,que estaba caliente. Había caído en el pueblo.
– La tradición que paga está caliente,comprala ahora, juega el lunes y paga el martes, gritó el lotero.
Luis Viana no se distrajo con el pregón y le entregó la guacharaca a Juvenal sin dejar de apuntarlo:
– !Toma la guacharaca y me cantas la Molinera!
II
Héctor Romero Buelvas, único sobreviviente.
La Molinera, un paseo de Rafael Escalona, estaba tan pegado, que fue el último tema que interpretó Eduardo Lora Castro, antes de matarse en un Jeep en la Loma la Venera , el 19 de marzo de 1953..
Ese día, por la mañana, Eduardo Lora Castro estaba repellando su casa, en el barrio Miraflores,cuando vio llegar a su amigo Héctor Romero Buelvas, quien había nació en el barrio El Chicharrón del Carmen de Bolívar el trece de abril de 1937 y había aprendido a tocar acordeón con Andrés Landero y se había mudado para San Jacinto,en el deseo de perfeccionar su arte.
Romero,a quien le dicen Romerito, y es el último sobreviviente del accidente, saludó a Eduardo Lora, quien se apresuró a terminar su tarea para acompañarlo. Se fueron a una cantina a tomar tragos. Allí se entusiasmaron y mandaron a buscar el acordeón. Estaban tocando, Romero al acordeón, Eduardo Lora en la guacharaca y el canto y Néstor Lora, hermano de Eduardo,en la caja, cuando se presentó el Sargento Julio Vásquez Alandete,a buscar a Andrés Landero,en un Jeep de su propiedad. Landero no apareció por ningún lado.
Lo había buscado por todas partes,pero no lo había encontrado. Le decían el Sargento Vásquez, nacido en San Jacinto,pero se desempeñaba como alcalde del Carmen de Bolívar y se había ganado un quinto de la Lotería de Bolívar.
Ese día por primera vez el destino separaba a Andrés Landero de su amigo Eduardo Lora, convirtiéndose aquel suceso en el motivo de una de las canciones más elegiacas de Colombia.
Hoy, a sus 85 años, Héctor Romero Buelvas, residenciado en San Juan Nepomuceno,padre de quince hijos y habiendo superado varios accidentes en su longeva vida, es el único sobreviviente de la trágica noticia sobre la muerte de Eduardo Lora.
LA BUSQUEDA DEL AMIGO.
Andrés Landero se levantó bien temprano en la víspera de la tragedia, se bañó, se puso sus abarcas nuevas y su sombrero,se sintió satisfecho de su figura gallarda al mirarse en el espejo y salió caminando a la casa de Eduardo Lora, en el barrio Miraflores.
Rosa Landero,su madre, se asomó en la puerta y observó la figura gallarda de su hijo,que iba contento a sus 22 años,saludando a sus coterráneos y no se metió a su casa hasta no verlo desaparecer en la esquina.
Eduardo Lora acababa de darle la última mano al repello a su casa y estaba en cuclillas, hurgandole la paciencia a las hormigas locas,que habían construido su nido en el piso,cuando llegó el juglar a buscarlo.
Landero entró en confianza. Iba a buscar a su amigo para que lo acompañara a una parranda en la Hacienda Helena Ramona, en San Juan Nepomuceno.
Eduardo se refirió a que las hormigas, estaban anunciando un aguacero. Llovería fuerte por la tarde, pero más allá del comportamiento de las hormigas,su lamento era que no lo podría acompañar, porque se había comprometido con Héctor Romero Buelvas y el sargento Julio Vásquez Alandete, para una parranda en el Carmen de Bolívar.
Fue la última vez que Landero vio con vida a su mejor compañero
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