EL HOMBRE EN EL ESPEJO.
-La celebrada canción de Adolfo Pacheco, ganó el titulo rey de reyes en el 40 Festival Bolivarense de Arjona.
Por Alfonso Hamburger
En sus tiempos de bohemia eterna, en una de las tantas echadas del hogar- bebía todos los días- el maestro Adolfo Pacheco Anillo se levantó y sin lavarse la cara se miró en el espejo. Y se vió tan ajado, con aquel rostro partido por el guayabo, que se interrogó sobre la existencia de Dios. La melodia donde emvasó los primesos veros hacía parte de la cochada, del molde donde vinieron canciones como Mercedes, el Mochuelo y la Hamaca Grande. Le dió y le dio, pero por más que trazó versos en el papel, jamás pudo cuadrarla. La canción estuvo guardada en el rincón de su subconciente desde entonces, soportando aguaceros fragorosos como los que casi se lo llevan en Barranquilla, veranos devastadores como los que matan de sed a La Guajira o la violencia tan despiadada como la que azotó nuestra región. Vinieron volteretas en la politica, triunfos y reconocimientos a una obra corta, pero compacta.
Cuando Adolfo parecia haber cerrado esa época, vinieron dos canciones que parecieron las ultimas: el diablo de los García, que presentó sin éxito en el Festival Vallenato hace tres años y otra dedicada a los arroyos de Barranquilla, que estuvieron a punto de liquidarlo. Fue en aquella entonces, cuando consultó a sus amigos de la red de sabaneros militantes, para ver si era pertinente volver a los festivales. Su planteamiento era que los festivales, por ser una competencia ardiente, motivan la vocación de gallero, de medirse al contendor a pico y espuela. Adolfo se lamentaba aquella vez el haberse retirado de los fetivales y consideraba que su obra era muy corta, pese a que casi triplica a la de Rafael Escalona.
-Si yo sigo en los festivales tuviera 500 canciones, dijo.
Sin embargo, Numas Armando Gil, su guia de cabecera y yo, le recomendamos que parara allí, porque en los festivales tenía el riesgo de perder. Y eso era fatal. Ya le habia pasado en Valledupar, donde su merengue el Diablo de Los García, no pasó ni la primera ronda.
Sin embargo, esta canción( El hombre en el espejo) con la que acaba de ganar el festival rey de reyes de Arjona, es como la tapa del frasco, porque hace parte de aquella cochada exitosa, de los 8 años de soltería y bohemia donde su prima en San Jacinto, Silvia García, en los que hizo su mejor obra. La melodía original y los versos metafisicos, en los que hace un reclamo a los terroristas del medio oriente, que se inmolan y van al cielo, no importa que en su acto suicida de explotarse una bomba, maten centenares de inocentes. Es una posicion desde el punto de vista de un hombre que se precia de tomarse un trago en nombre de la religión católica, que trasciende el amor de la mujer y se sale del patio, para convertirse en un mensaje cosmico.
Y lo mas grande de este triunfo del gran juglar, es que derrotó en la final a grandes figuras de aquel lado del río, como Rosendo Romero, Sergio Moya Molina, Tuto Uia y a Wiston Muegues, el rey del merengue.
Al parecer, las canciones de sus aguerridos competidores, eran delgaditas frente a la naturaleza metafísica del Hombre en el espejo, que será grabada próximamente.
Y como los festivales tienen sus trampas y compromisos- este de Arjona es proclive a los vallenatos- tuvieron la intención de bajarlo del caballo: quisieron declararlo fuera de concurso, una modalidad perversa que se inventaron en algunos festivales, para despojar al ganador de la plata. No aceptó.
Y el marco de la canción- kalcula tu- estuvo en la digitación sabanera de la memoria viva del maestro Ramón Vargas, Ramoncito Vargas, quien hizo un notable ejercicio de acompañamiento, con la voz del hijo de otro tigre, del propio cable de buque, el muchacho Diogenes Romero Vasquez.
Pacheco habia estado al mediodia en la apertura de la parranda de Adalberto Torres, en la finca La Viña de Hamburgo, antiguo Palo Negro, entre San Jacinto y El Carmen, de donde salió a defender su reinado. Y por poco no presenta la canción, porque cuando el cantante salió de San Jacinto, sólo faltaban 4 canciones para que los llamaran a tarima. Se fueron a 200 kilometros por hora, porque el cantante estaba con Los Hermanos Lora, y llegó justamente para subir y cantar, aun traspajoso por el esfuerzo. Y valió la pena. Caray.
Inicialmente, el tema iba a ser presesntado por Miguel Adolfo Pacheco, pero no pudo viajar de Bogotá.
Sin duda, estamos felices con nuestro maestro Pacheco, quien siempre nos deja en alto.