Norma Fernández Vásquez, izquierda, musa de Calixto Ochoa y su hija lina María.
EN SAN JACINTO HALLAMOS LA MUSA DE CALIXTO OCHOA.
– Hoy se cumplen 4 años de la muerte del juglar.
Por Alfonso Hamburger
Norma del Socorro Fernández Vásquez fue la mujer más bonita que tuvo San Jacinto en los tiempos en que Rodrigo Barraza se cráneo la Feria Artesanal y Ganadera, que en 1971 hizo revuelo nacional con la presencia de los más grandes juglares del vallenato. Fue la mejor época del folclor San Jacintero, porque sus grandes músicos estaban vivos y en su mejor momento. Surgía con fuerza La Hamaca Grande y Calixto Ochoa, cuya entrada a la Sabana había sido por San Jacinto, se unía a la firma Codiscos, extrenándose en esa compañía con el LP “ Divino Rostro” y el tema «Norma», un paseíto de 3 minutos y diez segundos, cuarto del lado A, inspirado en la San Jacintera más bella de la época.
Norma Fernández, nació el 20 de enero de 1953 en el barrio La Gloria, vecina de Andrés Landero, precisamente meses antes de que Calixto Ochoa arribara a San Jacinto, con un guacharquero y un cajero, pero éstos se regresaron al vallle y Calixto se quedó para siempre en La gran Sabana. Es posible que Calixto, quien se dedicaba a componer acordeones dañados, se haya topado con aquella niña de meses, porque se hospedó en casa de Ana Rovira Lora, esposa de José Manuel García, Don Joso, quien tocaba acordeón. Ana Rovira era jacarandosa y alegre, vendía chirrinchi y animaba las parrandas. Coindicencialmente, era pariente de Norma, quien estaba aún de brazos.
Calixto se fue al Carmen, donde recogió al Mocho Herrera, su cajero eterno, pasó por Ovejas, San Onofre y muchos pueblos, hasta quedarse en Sincelejo en 1956.
En este LP, 1971, aparece Norma, corte cuatro, lado A.
Mientras tanto, la joven de brazos, que había nacido en el seno de una familia dedicada al transporte, fue creciendo y deslumbrando por su belleza. Eran siete en total, Julio, Néstor, Graciela, Judith, Neyla, Cesar y Cristóbal, criado que tocaba acordeón. “Los coquitos”, como se conocían los varones, porque uno de ellos se rapó la cabeza y ésta simulaba un coco, eran muy celosos con sus hermanas. Cuando estaban entre quince y veinte años, eran las más bellas de San Jacinto, sobre todo la quinta, Norma, con una mata de cabello rubio, espeso y ondulante, unos ojos verdes matadores, una cadera de mármol, una nariz recta, pestañas largas y una gracia que hacia parar a los muertos, pues vivían al frente del cementerio del barrio en una casa esquinera al comienzo de la loma, donde se escondían los serenateros cuando el viejo Julio Fernández o sus hijos mayores se envalentonaban contra los pretendientes, que llegaban con acordeón y guitarras a poner serenatas.
Contracaratula, del LP, todo un exito.
Los asechantes impertinentes no eran unos caídos del zarzo. Entre ellos iban hijos de los ricos y universitarios, gente de bien, como German Bustillo Pereira, Adolfo Pacheco, Edgardo Lora, Piero Fernández y por supuesto Nelson Barraza Hamburger, el más aventajado, porque se raptó a Judth, la segunda de las mayores, también muy bella.
La escapada de Judith con Barraza no aclimató los ánimos. Más bien fue Norma y el resto quien pagó los platos rotos. Las vigilancias de los varones sobre sus tesoros se incrementaron. Norma, que resaltaba por su belleza esplendida, culminaba su primaria y tenía entre sus sueños estudiar en el distinguido colegio Nuestra Señora del Carmen, donde las monjas, en el Carmen de Bolívar, pero vieron sus celosos padres, que era como ponerla en las garras del gavilán. No la enviaron a estudiar.
Dado su belleza Norma del Socorro fue propuesta como reina de la Feria Ganadera y para convencer al padre, le enviaron como señuelo al empresario de moda, dueño de almacenes Pereira, caballos finos, gallos de pelea y haciendas ganaderas, Don Nando Pereira, quien le había puesto el nombre a la Hamaca Grande. La respuesta del señor Fernández fue contundente:
– ¡Busquen otra que se preste para esas payasadas!
Norma Fernandez, aun con el luto reciente, sigue siendo bella.
El barrio La gloria, per cápita el más importante de San Jacinto, pues allí vivían casi todos los músicos de fama (entre ellos Adolfo Pacheco , Andrés Landero y Miguel Manrique, ), tenía una planta eléctrica, el hospital, el cementerio, un colegio, un bosque de mangos y el campo de futbol, que era muy nutrido los fines de semana. Allí Norma, que era amante al futbol, encontraría al amor de su vida, Edilberto Manuel Tapia Martínez, un mono robusto y agraciado, dueño de una patada venenosa, rápido goleador y parrandero, como todos sus hermanos, quienes habían fundado al mejor equipo de la región: Los Católicos, que era una réplica de Millonarios. El nombre del glorioso equipo, con un invicto de más de cien fechas (Perdió con Bajo Grande solamente), llevaba veneno, los católicos no eran tan católicos y ellos lo sabían. Eran los chachos del balón. Viví, el Mono, el Gordo, Jairo, fueron extraordinarios futbolistas, menos el hueso, porque era delgado.
Atraído por la bonanza de la música san Jacintera, Calixto Ochoa llegó a aquel panal musical, esa fábrica en ebullición, se cree que hacia 1968 e hizo una parranda de seis días con Pacheco, Toño Fernández, Alejo Duran, Lisandro Meza, Luis Enrique, en casa de Andrés Landero y allí vieron pasar el rácimo de muchachas que iban al campo de futbol. Admirado la belleza de la muchacha el maestro Calixto se interesó. Las mandaron a buscar y ellas fueron y se asomaron en la parranda. Cincuenta y un año después, Norma del Socorro, dice que no hubo siquiera un beso ni estrechón de manos. A Calixto Ochoa le bastó verla para hacerle uno de los treintaidos temas de su repertorio con nombres de mujer, Martha, Irene, Nubia, Marilyn, Diana, Nancy, Rosarito. Etc.
Norma parece una Diosa
Muchacha preciosa que linda eres tu
Cuando te miro parece que tus ojos verdes van a ser mi luz.( Norma,paseíto)
Enjaulada en su casa por el celo de sus padres, Norma del Socorro decidió fugarse con Edilberto Manuel Tapia Martínez, el Mono Tapia, a quien había visto jugar en el Campo de La Gloria y donde se pegaron la primera mirada. Un 31 de diciembre de 1970, en las primeras horas de la mañana, decidieron fugarse. Se citaron en la Bomba de Gasolina a la salida a Cartagena. Pero no pasaba bus y corrían el riesgo de ser detectados. Fue Rafita Lora, quien tenía una venta de artesanías en ese sector, quien les indicó que debían irse ´pronto si querían burlar la vigilancia familiar, porque no demoraba Néstor en aparecer por allí, porque llegaba siempre de mañana a surtir su camión de gasolina. De modo que ante las afujías se fueron en un camión lechero que Rafa les ayudó a parar.
Llegaron a Cartagena y pidieron las llaves de La Nena Tapia, hermana mayor del Mono y consumaron su amor. Se casaron a los tres meses como Dios Manda. Tuvieron siete hijos, Sandra, Juan Carlos, Edilberto Rafael, Norma Judith, Lina María, Carmen Yaneth y Yaneth Paola.
“El Mono”, que no quiso seguir los estudios, pronto se convirtió en un audaz comerciante y ganadero, sin dejar al futbol, pasión de toda la familia. Fue socio de comerciante y ganadero Silvio Vásquez, adquiriendo un terreno por los lados de Gavilán.
Al principio vivieron en varias casas de arriendo, incluso donde el famoso Macarrón sin Sal, en el barrio Coco Solo, hasta que El Mono liquidó un buen negocio con su socio. El dinero era suficiente para adquirir una casa, pero el Mono pensaba en un carro. Al fin ella lo convenció de adquirir la casa donde han vivido siempre, colindantes con la residencia que era de Homero Wilches, hoy de la familia Fernández Chamorro, y el profesor Hugo Lora por atrás, y Álvaro Castillo al lado, al frente Los Barrazaña, diagonal de la tienda la Despensa de Licho el de Gucho y más arriba Los Estrada y Las Vásquez. Si se pierden es porque quieren.
Norma recuerda que el Mono era fregado y bromista. Cuando le entregó las escrituras del inmueble ,le dijo: “Coge, come casa”.
Foto de boda con Edilberto Tapia Martinez.
La felicidad de la familia Tapia Fernández fue interrumpida hace unos cinco años, cuando Edilberto murió de un infarto.
Con sesenta y seis años y a pesar del luto que la embriaga, Norma mantiene vivos esos ojos verdes, ese aire de Diosa y ese porte elegante que inspiraron a Calixto Ochoa.
El maestro Calo ganó el tercer festival vallenato en Julio de 1970 y aun con la esperanza de conquista le envió a Norma la carátula de un LP para deslumbrarla con aquel triunfo, pero ella ya estaba casada y ni siquiera se atrevió a guardar aquel regalo.
Norma , en aire de paseíto, salió en 1971 en el LP “Divino Rostro” compitiéndole a una seria de éxitos de Calixto Ochao, quien se estrenaba como artista exclusivo de Codiscos, cuyo director artístico era su hermano Alfredo Gutiérrez.
La musa de Calixto Ochoa, a quien no le tocó un solo cabello, se mantuvo anónima de este acontecimiento, hasta el pasado fin de semana, donde su hija Liana María reveló orgullosa el caso y que hoy publicamos cuando se cumplen cuatro años del fallecimiento del gran compositor.