Como en el más pomposo Club Social de Valledupar, en el colegio Nuestra Señora de las Mercedes de Sincelejo, al principio el acordeón no fue muy bien visto. La sociedad culta de La Sabana tuvo por mucho tiempo en el pasillo, el bolero y el bello porro de salón, la música escogida, como gente distinguida, para sus fiestas más celebradas.
Cada promoción anual, con un promedio de 100 bachilleres- ahora entre niños y niñas- trata de botar la casa por la ventana. Lo primero es escoger un nombre, unos colores, un slogan y un calendario, que incluye, entre los actos más llamativos lanzamiento de la camiseta, una convivencia y la ceremonia de graduación. El pomposo Club Sincelejo, siempre fue tradicional para la jornada de graduación, hasta hace cinco meses, cuando el grupo de graduandos, se dividió. A la Junta de Padres y profesores encargados de hacer la fiesta, todo se le salió de las manos. Hubo entonces un ingrediente insuperable, la presencia del Gran Martín Elías, que era amigo personal de un reducido grupo de estudiantes. Claro, la mayoría lo aclamaba. El problema era cómo recoger para pagarle la tarifa, que se salía de las posibilidades de la mayoría. Los padres se quejan de la gran cantidad de dinero que se necesita para finalizar el bachillerato. La inversión se triplica en el grado once.
Este año, al iniciar la promoción denominada Sénior, los padres de familia mostraron la preocupación. No podían seguir propiciando tales divisiones. Los niños y niñas sacan pecho con el carro bonito, la casa grande, la beca, viajes al exterior, que sus padres puedan financiar y el barrio distinguido donde viven, sin importar como hubiesen adquirido esas propiedades. La competencia por sobresalir conlleva bulling y matoneo, a veces incentivado por la lucha que libran los grupos vallenateros y regueatoneros por el primer lugar. De allí que los videos donde Diomedes Díaz, Martin Elías ( qepd) o Silvestre Dangond, se disputan esos espacios a punta de palabras vulgares o piquerías por fuera del verso, se vuelvan virales. Ellos son sus ídolos y tratan de imitarlos, dice el Psicólogo Jaime Acosta Núñez.
Y eso fue lo que pasó realmente. Algunos estudiantes, con cierto poder en el bolsillo, votaron por el Gran Martin Elías. A una de las niñas, de Apellido Corrales, se le sumaron seis, quienes corrieron con la cuenta. El resto, la inmensa mayoría, siguió la tradición. Los siete que contrataron a Martin Elías, alquilaron un pomposo hotel e hicieron su fiesta exclusiva y se tomaron fotos con su ídolo, sin pensar que casi cinco meses después, ya no estaría más con ellos.
Los puristas se quejan de que estas fiestas promocionales, se convirtieron en un culto a la música vulgar, especialmente del reggaetón. Este año, en el acto de lanzamiento de la camiseta, primaron los reguetoneros y el estribillo más cantado fue “hace falta una tabla en la cama”, acompañado del ruido del catre desarmándose.
Algunos dijeron que si la hermana Murcia, fundadora del plantel, reviviera en esta época, se desmayaría viendo estas generaciones, afectadas por el vallenato nueva ola, el reggaetón y la champeta.