Crónica del domingo, la filosofía del fútbol.

Hacen diez de Pelé y después la de ellos.

Por Alfonso Hamburger.

El futbolista colombiano es bueno y barato, con un biotipo cercano al brasilero, mestizo, con fuerza africana dado el gran porcentaje de esta etnia en las dos costas, bien dotado en la física y la técnica, pero le ha faltado fundamentación, predicamento en el campo de juego, mejor actitud y pensamiento para entender la filosofía del juego- que va más allá de meter el balón en el arco contrario- y creer que realmente son buenos. Hasta el momento no hemos ganado nada. Son pocos los triunfos para la gran cantidad de recursos, televisión , tiempo y vitrina, porque siempre nos hace falta un centavo para el peso. Sin tanto apoyo, son el boxeo, el beisbol y el ciclismo, quienes nos han llenado de triunfos.

Nuestros futbolistas y es una cosa cultural- tal como les ha pasado a centenares de boxeadores- no han sabido administrar los tiempos fugaces de sus éxitos parciales. Cuando ganamos la Copa América, no participaron Brasil ni Argentina. Fuimos locales y a duras penas le ganamos a México con un gol agónico de cabeza. Los triunfos en copa libertadores han sido tan accidentados como el 0-5 con Argentina, lo que es casi improbable que se repita. Algunos triunfos han sido por la inspiración de individualidades en un deporte colectivo, como lo hizo Higuita en el triunfo de Nacional. El tapaba y los otros desperdiciaban.

Creo, que nuestros futbolistas siempre hacen una jugada de más. No son prácticos, como los europeos, prefieren una filigrana improductiva, para la retina y su propio ego, donde el resultado parece lo de menos.  Salvo algunos casos, como el de Luis Diaz, que a veces se raja a todo un equipo, pero al final pone un mal pase. Es una situación cultural, más allá de su éxito. Allí prima la lúdica, el goce de eludir hasta un charco en la arena, que el propio gol. El sistema capitalista prima el resultado al goce.

Aún no nos olvidamos de la imagen tétrica, de impotencia y entrega total, de Eduardo Emilio Vilarete Fernández- dicen que tenía un martillo en su cabeza seca-, sentado en el balón en todo el centro del campo del estadio Maracaná, después que Meriño había marcado el cuarto gol de Brasil. Era aquella selección de la banda cruzada en el pecho, que parecía un amarre de brujos, que desperdició la genialidad del viejo Willy, que jugaba en forma horizontal y para atrás. Era la época, como siempre, en que los dirigentes nuestros, en esa eterna disputa entre costeños flojos y cachacos traidores, estábamos tan distraídos en nimiedades, que los peruanos manejaron muy bien las relaciones con la FIFA, para traer el Cholo Sotil, quien se encargó de desnivelar el empate y en cancha neutral nos fusiló. Fue la época del caimán Sánchez y Pedro Zape del 75, que nos ilusionó.

Y ha sido una prensa gritona, mediocre, sin  una tercería, manejada desde el interior o desde Barranquilla,  la que se encarga de enfermar a esos deportistas sin fundamentación. Se encargan de madurarlos verdes. Como aguacate que se madura con periódico y mal cosechado, que no aguanta una exportación. Y es donde los mexicanos se inventan el guacamole, pero envenenado con químicos.

Cuando éramos favoritos de Pelè- quien no acertó un solo pronostico, en el mundial del 94 en USA, después del 0-5 con Argentina-, Maturana se acordó de su filosofía congelada, en el sentido de que perder también era ganar, se le salió el proceso de las manos. Se creían campeones antes de jugar el primer partido.

Ojala que Junior sepa manejar este primer triunfo ante Botafogo y sea consciente de que la cuesta arriba apenas comienza.

Los futbolistas colombianos- la mayoría negros bien dotados- en una tarde de inspiración le pintan la cara a cualquiera, pero en la instancia decisiva, después de hacer veinte jugadas a lo Pelè, sacan la suya y le pegan torcido al balón. Es el caso de James Rodríguez, que en su momento cumbre- mundial del 2014- y con apenas 24 años se dedicó a modelar y a llorar, como cualquier cantante vallenato, que se vuelven mas figuras por fuera de las tarimas. Ahora le atribuyen su caída a Zidane, absurdamente.

Allí también hay un caso de racismo- somos sudacas- , que agobio a Fredy Rincón en el Real Madrid y al fin terminó como  Carlos Monzón o Salvador Sánchez

Para los Argentinos, que viven del futbol como Valledupar de sus vallenatos, el único futbolista colombiano que juega a la par de ellos, porque entiende la filosofía del futbol en la cancha y fuera de ellos, es Teófilo Gutiérrez. Ha sido el de la Chinita superior a sus dirigentes- Fuad Char maneja a su equipo con chismes de lavandera- un jugador que sabe la filosofía del juego, que tiene visión perimetral del campo de juego, como si tuviera ojos en la espalda, que volantea con elegancia, que levanta la cabeza, es elegante y llega al gol cuando le place. Sus goles nunca son malucos. Tan diferente a Valenciano. Teo , incluso, es un artista, como Pibe Valderrama- pese a que este ha exagerado con algunos clichés como las del padre linero- pata dar declaraciones, genio por dentro y por fuera.

Con la gran cantidad de futbolistas de alto nivel en el mundo- buenos, bonitos y baratos- Colombia está obligada a ganar la próxima copa América. Ser segundos no sirve, porque habremos regresado a 1975.  El fútbol no sólo se juega el día del partido. Los dirigentes y la hinchada también deben jugar su partido, porque si la meta es meter el balón, se necesita todo un proceso, donde la cultura es importante.

 

 

 

 

Alfonso Hamburger

Celebro la Gaita por que es el principio de la música.

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