Por Marialis Hamburger Cárdenas
Las manos de Carmelo Torres tienen la huella de la historia. Son manos curtidas por los años, por los caminos embarbascados de los Montes de María y por los bordones de un acordeón que ha contado más historias que las páginas de un libro. Sentado bajo la sombra de un árbol en San Jacinto, el juglar sonríe con la misma tranquilidad con la que ha sostenido el legado de su maestro, Andrés Landero. No es solo un acordeonista. Es un contador de memorias, un guardián de la cumbia sabanera.
Su historia comienza en Canutal, un corregimiento de Ovejas, Sucre donde la música es más que un pasatiempo: es el latido de la vida. Allí, entre las faenas del campo y las fiestas patronales, Carmelo creció viendo cómo el acordeón podía hablar sin necesidad de palabras. «Mi primer acordeón fue prestado», recuerda con una sonrisa en su rostro, «pero desde que lo toqué, supe que era mi destino».
De Canutal a San Jacinto hay algo más que 86,5 kilómetros de distancia. Hay un puente invisible que une a los músicos que han hecho de la cumbia un canto eterno, pues ambos hacen parte de la subregión de los Montes de María. Fue en San Jacinto, cuna de grandes exponentes del género, donde Carmelo encontró su segunda patria. Y, más importante aún, encontró a su maestro: Andrés Landero, el Rey de la Cumbia. «Él me enseñó que el acordeón no es solo para tocar, sino para sentir», dice con la voz pausada, como si cada palabra llevara el peso de los recuerdos.
El legado de un maestro
Andrés Landero vio en Carmelo un discípulo con madera de juglar. Le enseñó los secretos de la cumbia, la esencia de los bajos marcados y la cadencia que hace imposible escuchar sin mover los pies. Carmelo no solo aprendió: heredó. Porque en la música sabanera, los legados no se escriben en papel; se pasan de manos, de fuelles y de notas.
Con la bendición de su maestro, Carmelo Torres emprendió su propio camino. Los festivales lo vieron brillar, y las plazas de los pueblos lo recibieron como el nuevo portador de un estilo que parecía destinado a quedarse en el pasado. Pero Carmelo no dejó que eso ocurriera. Con la misma naturalidad con la que rasga su acordeón, llevó la cumbia a otros escenarios, a otros públicos.
Si en San Jacinto la cumbia es el pan de cada día, en el resto del mundo es una joya exótica, una reliquia viva de un Caribe profundo y auténtico. Carmelo lo entendió y, con la maleta llena de historias, cruzó el océano. Festivales en Europa, giras por Latinoamérica y presentaciones en lugares donde jamás se imaginó que alguien pudiera gozar con la cadencia de un porro sabanero.
«Lo más bonito es ver cómo la cumbia no tiene fronteras», dice con orgullo. «En cualquier parte del mundo, cuando suena un acordeón sabanero, la gente siente la misma emoción que sentimos aquí». Y así es. No importa si es en un pueblo de Sucre o en un teatro de París, cuando Carmelo Torres sopla vida a su acordeón, el espíritu de la sabana se apodera del aire.
Más que música, identidad
Carmelo no solo toca. Narra. En sus interpretaciones, la historia de su pueblo, de su tierra y de su gente se enreda entre cada melodía. Por eso, más que un músico, es un cronista de lo intangible. Es el último de los juglares que aprendieron directamente de la fuente, de aquellos que tocaron bajo los árboles y en las plazas sin amplificadores ni artificios.
Hoy, la cumbia enfrenta un reto: mantenerse viva en un mundo donde los sonidos digitales invaden el espectro musical. Pero Carmelo, con la paciencia de quien ha visto cambiar generaciones enteras, no se preocupa. «La cumbia es eterna», dice. «Podrá cambiar la forma, pero la esencia siempre estará ahí».
Aunque su acordeón es el mismo que tocó hace décadas, Carmelo Torres entiende que la música debe adaptarse a los tiempos. Las redes sociales han abierto un nuevo camino para la cumbia sabanera, permitiendo que su sonido viaje sin necesidad de maletas. Su legado ahora se encuentra en videos de YouTube, en playlists de Spotify y en historias de Instagram. «Es bonito saber que un joven en otro país puede descubrir la cumbia con solo un clic», comenta con la humildad de quien nunca ha buscado la fama, pero la ha encontrado en el camino.
Y es precisamente en YouTube donde su historia cobra vida de una manera más cercana. En nuestra entrevista reveladora de Hamburger Channel, Carmelo Torres cuenta en detalle su viaje musical, su relación con Landero y su pensamiento sobre el futuro de la cumbia. Un testimonio imperdible para quienes quieran conocer, de primera mano, la esencia de un juglar auténtico.
No te pierdas la entrevista completa en YouTube: https://youtu.be/mVA3p7qArcE?si=zcHMgUyDVfdue_iZ
Mientras la tarde cae sobre San Jacinto, Carmelo Torres sigue tocando. Su acordeón, fiel compañero, sigue cantando historias. Y la cumbia, eterna como el viento que cruza la sabana, sigue su curso, llevada por las manos de un hombre que nunca ha dejado de ser un niño enamorado de su música.