Carlos Vives debería renunciar.
Por Alfonso Hamburger
La lluvia de críticas caída sobre la Fundación del Festival Vallenato por escoger a Carlos Vives como figura central del próximo evento no para. De un chaparrón en el que algunas respuestas fueron racionalizadas -y políticas para lavarse las manos- sigue una especie de huracán con granizos y caídas de árboles en los caminos y alumbrado público en la parte urbana, porque la brisa sigue lluviosa. El corcovado amenaza en la Nevada. Se deduce, por esta nueva arremetida, mientras la figura de Alfredo Gutiérrez se engrandece, a manera de protesta unánime, y se orquesta, para usar un término musical, la posibilidad de que Carlos Vives, dado lo caballero que es, pueda renunciar a ese ego y esperar dos o tres años más. El samario todavía no llega a los sesenta años, mientras que Náfer Duran, Alfredo Gutiérrez, Jorge Oñate, Adolfo Pacheco, Alberto Fernández, Sergio Moya Molina, e incluso, los limitados visuales, Hermanos Luis Enrique y Alcides Manjarrez, quienes pese a su ceguera han hecho los mejores festivales, ya casi pisan los ochenta años.
En algunos festivales- siempre nos acomodamos a las circunstancias- y como para ir saliendo del problema, homenajean en chagua, en lotes. O sea, escogen a varios, para no meterse en problemas, como ha ocurrido en Arjona, Chinú, San Juan Nepomuceno o Sahagún. Y por lo regular meten a uno vallenato con un sabanero en el mismo. Es el colmo, por ejemplo que a Adolfo Pacheco lo pongan al Lado del «Catedrático», Juan Manuel Pérez o un tal Chiche no sé qué.
Sin salirnos del tema, es obvio que Carlos Vives tiene sus cosas. Cosas que le gustan a los directivos del Festival Vallenato, más en busca de rentabilidad comercial que en defensa del moribundo folclor, con juglares que agonizan en la indiferencia, caso Yonhy Cervantes, quien es moto taxista en Valledupar o Daniel “Ñañe Pérez” en Corozal, abandonado a su suerte. Vives logró una conexión entre lo más ancestral (la gaita), con la versatilidad del acordeón y la guitarra que encaja en todo , para un sonido moderno, mientras luce un cintillo de La Plaza de Majagual, poniéndose pantalones cortos. Y mezcló la espectacularidad de la televisión para llevar al exterior un “vallenato” Rock, ocupando lugares donde antes sólo habían estado Lucho Bermúdez, Luis Carlos Meyer, Los Gaiteros de San Jacinto y los corraleros de Majagual. No fue más, pero como llevaba la palabra “vallenato”, tuvo el eco en el festival de Valledupar (que se antepone a lo sabanero), cuando Vives era más inquieto por la cumbia, de la cual se prepara un trabajo editorial con Guillermo Barreto. No sé en qué momento se coló esa palabra, cuando Vives usaba el nombre de Clásicos de La Provincia y se mostraba más universal en el patio. Cuando interpretó a otros juglares diferentes a Escalona se engrandeció, porque el mundo se dio cuenta que esta música no era sólo Valledupar.
Paradójicamente, Alfredo Gutiérrez, quizás en forma profética y sin pensar que éste iba a ser su verdugo, dijo que Carlos Vives era un “rockero frustrado”. Y lo es. Se aquerenció en eso. Y los vallenatos, sin mercados más allá de las parrandas, lo asumieron como propio, hasta negarse a si mismos.
Alfredo Gutiérrez, quien antes de ser rey vallenato andaba buscado conexiones con mariachis, baladistas, guaracheros, paseboleros (boleros en acordeón) y violinistas, llegó a San Jacinto en busca de sus gaiteros ancestrales, con el fin de experimentar lo que Carlos Vives haría muchos años después. Pero resulta que en San Jacinto había caído la semilla del comunismo, que salpicó a muchos músicos, como Toño Fernández, Andrés Landero y hasta al maestro Adolfo Pacheco, que se volvió pastelero. Al regresar de una gira de varios años “por las Europas”, Toño dijo que “Ya pensaba de otro modo” y sostuvo que el godo y el liberal sufrían de la misma ancheta, peleando la teta que ambos querían chupar. Los gaiteros, maliciosos como son, no le comieron el cuento a Gutiérrez, no se movieron. Juan “Chuchita” Fernández, receloso a los aviones y a los hoteles de lujo, se excusó de viajar para “echarle un gritico”. Landero tampoco quiso moverse cuando David Sánchez Julio lo fue a convidar para grabar con Codiscos una entrevista en cabina, como la que había hecho con Alejando Durán. Argumentó que no se iba a dejar explotar. De modo que nos privamos de esas cosas, explotadas después por Carlos Vives, cuando cayó en sus manos, siendo director artístico de una disquera , una maqueta que William Molina había hecho ( al mezclar acordeones con gaitas y guitarras) durante un exilio obligado en Estados Unidos. El ingenuo envió su maqueta a esa compañía y años después Vives aparece con el mismo viaje. ¿Plagio? Es posible. Lo cierto es que William Molina, quien iba a ser quizás superior a Alfredo Gutiérrez, se vino desahuciado de la Nasa, donde lo metieron en una capsula para revisar su cerebro (aparentemente afectado por la epilepsia) y como no le hallaron el motivo de sus vahídos, lo mandaron de vuelta con el consejo de que “buscara a Dios”.
Y Vives aparece ahora, risueño, extrañado, sorprendido, de que lo hayan antepuesto a los verdaderos abridores de caminos a punta de hacha, machete y garabatos.
Se espera en estos días el pronunciamiento del PES, Plan Especial de Salvaguardia del Vallenato, que se mantiene en acuartelamiento de primer grado en su grupo de WhatApp, que también ha llevado de esta brisa que estremece los trupillos y deja regadas sus espinas en el camino real.
Jorge Oñate, afectado en su ego, tan grande como la nevada, se excusó diciendo que acababa de enterarse, en una entrevista con Vicky Dávila, que resultó de la familia. Todo en este país se vallenatizó. Lo Mismo hizo Ivan Villazón, quien tiró para los dos lados. Alfredo, en su voz, tuvo un color emocional ambiguo. Estaba herido. Y el resto, ha demostrado temor político, tanto a Vives como a los Molina Araujo, quienes manejan casi todo, incluso el vaivén de las hojas que caen del palo de mango. Todos quieren estar bien con los Dioses. Y nadie rinde cuentas. Todos se suman a donde va la gente, sin pensar que mas adelante puede existir un precipicio.
Entre tanto, existen tímidos movimientos desde las sabanas, anunciando un festival de desagravio para “El rebelde”, el 28 de abril de 2018, simultáneo en Cartagena, Montería, Sincelejo, o San Jacinto, donde Gutiérrez tocaría con los gaiteros más antiguos del mundo. Ya está ratificado el homenaje en Arjona y se anuncia otro en Villanueva. Las redes están rebeldes y con solo la puya de la fiesta de los pájaros, donde Marcos Russo toca la guacharaca con los dientes, es un fuetazo para Vives, quien debería renunciar.
Mientras tanto, una persona tan ecuánime y centrada como el ingeniero e investigador Julio Oñate Martínez, en su última columna de opinión plantea una tímida sugerencia, avizorando la posibilidad de que Vives renuncie: “no sería extraño pues conociendo las excelsas calidades humanas de Carlos Vives su claridad mental, su desprendimiento y generosidad decidiera declinar a tan honrosa distinción
para darle paso al sentimiento y al clamor del pueblo vallenato”
Como decía Andrés Landero, no es lo mismo que tocar y cantar, que brincar por aparte.
Y eso le cae a Oñate, quien habiendo abierto el desorden, ahora lo dejan como segundón.
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Respetuosa y humildemente, opino que el folclor vallenato está en unidad de cuidados intensivos por todo este anda me hace que la comercialización de la música han armado, hombres disfrazados para hacer menos triste lo real: ahora escuchamos «nueva ola», «vallenato-pop» expresión ancestral de nuestro aire musical decrrece cada día con calificativos disfrazados. La creación vallenata ha entrado en desuso porque, para los nuevos intérpretes, ya «no es moda escuchar los mismos temas de antes», en aras de una supuesta globalización que, si toca la expresión vernácula del vallenato, le dará a ésa, nuestra música, un definitivo entierro con despreciada sepultura. Carlos Vives introdujo interesantes mezclas para hacer más ‘universal’ el sonido de los temas vallenatos que ‘remozó’ por llevar un estilo ‘fresco’, cosa que permitió ampliar la audiencia del vallenato pero al tiempo le ha desgastado el alto relieve o la ‘impronta’ de este folclor.
Lejos quedarán las expresiones de los reales cultivadores de este aire musical: pasarán a la historia, pero sólo como piezas de museo, los piezas musicales de nuestros juglares de cimiento.
¿Acaso qué persigue la organización del Festival Vallenato, que o qué gana este folclor, con llevar reguetoneros, salseros o intérpretes de ‘musica urbana’ a dicho festival? Queda entonces planteado el dilema: Se pretende ganar vulomen de asistentes al festival o se busca profundizar en las raices y en fijar esa impronta del vallenato.
Respetuosa y humildemente, opino que el folclor vallenato está en unidad de cuidados intensivos por todo este andamiaje que la comercialización de la música ha armado con nombres disfrazados para hacer menos triste lo real: ahora escuchamos «nueva ola», «vallenato-pop» y la expresión ancestral de nuestro aire musical decrece cada día con calificativos disfrazados. La creación vallenata ha entrado en desuso porque, para los nuevos intérpretes, ya «no es moda escuchar los mismos temas de antes», en aras de una supuesta globalización que, si toca la expresión vernácula del vallenato, le dará a ésa, nuestra música, un definitivo entierro con despreciada sepultura. Carlos Vives introdujo interesantes mezclas para hacer más ‘universal’ el sonido de los temas vallenatos que ‘remozó’ por llevar un estilo ‘fresco’, cosa que permitió ampliar la audiencia del vallenato pero al tiempo le ha desgastado el alto relieve o la ‘impronta’ de este folclor.
Lejos quedarán las expresiones de los reales cultivadores de este aire musical: pasarán a la historia, pero sólo como piezas de museo, los piezas musicales de nuestros juglares de cimiento.
¿Acaso qué persigue la organización del Festival Vallenato o qué gana este folclor, con llevar reguetoneros, salseros o intérpretes de ‘musica urbana’ a dicho festival? Queda entonces planteado el dilema: Se pretende ganar volumen de asistentes al festival o se busca profundizar en las raices y en fijar esa impronta del vallenato.