Si vamos a entrar en una etapa de pos acuerdo- por no llamarla pos conflicto, por ser una utopía-, el Gobierno debería preocuparse por mejorar primero la relación que tiene con los ciudadanos que pagamos impuestos y los servicios más caros del mundo. Estoy de acuerdo en que debemos darnos una oportunidad de paz, recibiendo a esos compatriotas que una vez no hallaron algo distinto a las armas para solucionar el conflicto interno. Aquellos que buscan el poder con las armas y con las ideas.
Sin embargo, estamos en un sistema perverso, en el que el ciudadano recibe a diario las andanadas de la corrupción y el mal trato. La capacidad del ciudadano comun ahorro es mínima y como el vendedor de patillas de la equina, del que yo me he ocupado, vivimos al filo del desastre. El sistema de enganche laboral o de asistencia en salud es endeble, mientras en cualquier momento te asaltan en el camino con una foto multa, un despido injusto, un parte por mal parqueo o te retiran del sistema de salud. Allí se te enreda la vida. Eso sin meter la pérdida o el hurto del celular o las colas posteriores para reclamar tus derechos. “Lo único que funciona como un relojito en este país es la corrupción y nos la quieren quitar”, dijo el cantante Poncho Zuleta.
Ayer discutí con un policía. Lo recuerdo intacto, delgado y afiebrado. Tenía un diseño de sonrisa en todos los dientes y su boca ancha parecía prestada. Era delgado y eléctrico. Se paseaba con su bastón entre Almacén Carmencita, pasando por la antigua sede de Comfasucre, hasta la esquina siguiente, en un lote viejo de Jairete. Ante la urgencia para una diligencia, esperaba a mi hija, quien compraba un cuaderno, parqueado frente al Palacio del Moruno. No serían más de 5 minutos, pero la cola alargó el tiempo. En la acera había varios taxistas esperando sus clientes y eso no es malo. Ellos viven del pasajero. Y nosotros, los que poseemos autos particulares, también tenemos derechos, pagamos impuestos y como tal debemos disfrutar de la ciudad. Parquear diez minutos acá es un delito.
El tipo me conminó a que anduviera. Le pedí cinco minutos. Me dijo que no. No le pregunté como Merlano que si sabía quién era yo, pero empecé a hablarle de la cordialidad, de la lógica y del posconflicto, en el que todos debíamos aportar un granito. Me amenazó con llamar a una patrulla y que entonces sí íbamos a arreglar el problema a las buenas o a las malas. Le dije que yo me movía cuando se movieran los cinco taxis que estaban delante de mí. Rodé mi auto cincuenta metros más adelante y me parqueé casi en la esquina. El afiebrado agente, delgado, muy joven, siguió hacia Almacén Carmencita, pitando duro. Yo lo vigilaba por el espejo retrovisor y al rato, cuando vi que venía muy resuelto, puse a andar el auto, entonces se detuvo. No quería problema. El tipo estaba solo y no aguantaba un pescozón. Por eso me fui, pero mientras andaba y daba varias vueltas en espera de mi hija, que se retardaba, pensé en estas cosas que solo me pasan a mí.
El año pasado, me estrenó la Dian con una multa de dos millones de pesos, lo que me hizo perder bastante tiempo en papeleo. Igual, el 13 de enero, un policía me puso un parte por un presunto mal parqueo. En esos días me llegó la notificación de que me había volado cuatro foto multas en mi último viaje a Barranquilla de 2014, más de un millón doscientos mil pesos. Así las cosas, tener auto, que antes era un privilegio, hoy se convirtió en un dolor de cabeza. Y no incluyo las tres veces que se lo ha llevado la grúa. Hasta lo sellaron una vez, como si fuese un papel de regalo. Alguien dijo que mi ex mujer lo había sellado para que no embarcara a mis conquistas. Además de eso me llamó un tipo que se hacía pasar por jefe de las AUC, pidiéndome 100 pasajes para traer igual número de milicianos para hacer un paro armado en desarrollo de las fiestas del 20 de Enero. Si les daba el botín (unos $14 millones) yo y mi familia estaría protegido por ellos. Además, me entregarían un código que debía cargar en mi cartera y si llegaba a caer en uno de sus retenes, podía pasar tranquilo.
Y la lista perversa no para allí. Fui a Coomeva por un certificado y me dicen que estoy retirado desde el 31 de agosto del año pasado. Yo seguí pagando mis cuotas como independiente puntualmente, hasta el 31 de diciembre. Asopagos me pasa virtualmente el certificado de pago de salud, pensión y riesgos profesionales. Ya he ido cuatro veces a Coomeva, donde el servicio ha mejorado en atencion. El certificado lo expide una maquina con solo poner la cédula, que es leída virtualmente. Pero ayer que fui por una relación de pagos, la maquina estaba dañada y el ascensor en desuso. No había luz y las colas eran inmensas. Me aparecen tres meses sin pagar y sin intereses la cuenta ya es grande. Desde junio del año pasado no tengo- en el papel- servicio de salud, pero no sabía porque desde 2004 tengo médico particular para ahorrarme esos trámites. La última vez que intenté esos servicios fui por unos lentes, pero ya, según me dijeron, alguien los había reclamado un día feriado ( primero de enero) día en que por lo regular estoy en mi tierra, en el monte. Y eso dizque los dan cada cinco años. Ahora debo enviar una carta para que me devuelvan mis pagos de salud desde junio a diciembre del año pasado, lo que me dicen, si es que aceptan, se demoraría tres meses. Mientras tanto, yo si debo pagarles a ellos para que me den un paz y salvo. ¿ Y la plata que giro mensualmente dónde va? ¿Será que el Fosyga le da buen uso? ¿No era mejor que hicieran un cruce de cuentas y me devuelvan mi dinero? ¿Acaso el dinero de ellos vale más que el nuestro?
Si el Gbierno hace un acuerdo de paz con los guerrilleros, que han secuestrado, violado niños y mujeres y que han cometido crímenes de lasa humanidad, no será posible que haga un nuevo contrato social con nosotros los ciudadanos?.
Sincelejo, febrero 9 de 2016.