TA MALO, UNA ESTOCADA A LO QUE TODAVÍA QUEDABA DEL VALLENATO

Por ALFONSO HAMBURGER

Hace tiempo que el cantante Silvestre Dangond – Ahora compositor de reguetón – se salió del molde y convirtió su meteórica carrera mediática en una novela de lágrimas, sufrimiento, rebeldía y triunfo, con una realidad muy visible, el plagio, que ha sido uno de los grandes pecados del vallenato desde que era vallenato.

Silvestre, de quién nadie niega su inteligencia, copió el ego de Rafael Escalona, la locura de Diomedes Díaz, la afinación de Rafael Orozco, la expresión de su padrino Jorge Oñate, la picardía de Poncho Zuleta, la visión de Consuelo Araujo Noguera y plagió un nombre de un reguetón que salió al mercado en 2016.

Doña Consuelo, dijo a la prensa nacional , con su boca de feroz dragón, que el vallenato se iba a tomar el mundo y para ello todo se valía .

Y para lograr el sueño de la reconocida cacica, Dangond, que todo lo que canta lo convierte en oro, no sólo tuvo que romper el molde, sino que tuvo que superar esa especie de tapón del Darién que mantiene al valle puro y aislado del mundo – sino que articuló una guerra contra los demonios que asolaban su carrera. Fue una lucha titánica, espiritual, dé novela, contra el tiempo y contra la muerte. En el camino quedaron Peter Manjarrés y Luifer Cuello, que siguen divagando por los pueblos, muertos en vida y muertos de verdad verdad, como Rafael Orozco ( quien tuviera 69 años) , Jorge Oñate, Diomedes Díaz, Juan Manuel Estrada, Héctor Zuleta ( el más completo de todos), Kaleth Morales y Martín Elías Díaz, que le pisaba los talones y quien según el propio Silvestre estaría de estar vivo, haciendo lo mismo él, pero con la ventaja de ser hijo de Diomedes.

Dangond lo logró sin ser dinastía, otra de las advitrariedades creadas en el mundo mágico del vallenato, donde ahora se han inventado disque para ser dinastía han tenido que pasar cuatro generaciones.

Dicen que uno de los más afectados por la disrupción de Silvestre – usando un término que ya usa en su canciones como resetear- ha sido el cantante Iván Villazón, a quien se le olvidaban las canciones cuando se encontraba en un escenario con el urumitero, y quien intentó alguna vez pegándose a la rueda de Carlos Vives, se mudó a Bogotá, contrató un bajista con colita de caballo, pero tuvo que regresar a sus casetas de pueblo. También se quedó en el intento, con declaratoria de quiebra incluida, Jorge Celedón.

Con este molde, donde hay una combinación mediática, de marketing digital, mezcla del lenguaje reguetonero- vallenato y miles de millones en montaje( solo las luces que llevaron a Valledupar costaron 400 mil dólares y no hubo donde ponerlas), Silvestre le está dando la razón a quienes advertimos que el vallenato no existe, pero que todavía, pese a que el nombre se extendió por el mundo, no rebasa los éxitos de la cumbia ni de Lucho Bermúdez, que le dieron varias vueltas al mundo en forma pristina, a puro pulso y sin ruidosas ruedas de prensa.

El éxito de Silvestre, porque el tipo es súper inteligente, ha sido salir de Valledupar, de donde de hecho quieren salir otros, que de pronto no lo van a lograr con caja , guacharaca y acordeón, aunque bajen al parque de la leyenda en platillos voladores y se crean Los Corraleros de Majagual y se conviertan en los reyes del brincoleo.

Con Silvestre Dangond el vallenato dejó – como dice Roberto Díaz, el Pechón- de ser una ranchera mal cantada. Y el género entró en una crisis tan profunda – solo faltaba la estocada de Silvestre – que las parrandas de compositores, donde se refugian los puristas- se volvieron repetitivas, con precarios escenarios, donde algunos autores se presentan ebrios y desafinados. No hay relevo.

Silvestre es tan bárbaro que eliminó la figura del acordeonista, donde Rolando Ochoa, con todo lo bueno que es, quedó como un llorón sentimental. En su rueda de prensa, Silvestre criticaba que el día que se separó con R8 éste lo llamó al celular y le dijo que subiera al siguiente piso y terminaron llorando. Eso no es así, ahora son empresas donde se hacen análisis de mercadeo y todo es calculado.

Para escoger su nueva fórmula, Silvestre no hizo un concurso público, simplemente llamó a un bebé de 19 años con noventa kilos de peso y le dijo que preparara quince canciones. El joven barranquillero no había tocado en otro escenario más allá de su cuarto y los festejos del colegio.

Dangond es como cuando Wellington Ortiz jugaba en Millonarios. Eran el viejo Willy y diez más. Así hizo con cotizados compositores tradicionales que le enviaron bellos poemas, pero prefirió meter cuatro creaciones suyas y se hizo compositor. Y de verdad que le luce, porque todo es calculado en medio de su aparente locura. Hay una intención clara de mercadeo, de rentabilidad financiera, usando una jerga urbana que rima, como media llamada, cucuyo y vacano, ya explorado por el Binomio de Oro en algunos merengues.

A mi, que estoy pasando por un proceso de traga maluca, esas canciones me encantan. Parecen hechas para mi.

El proceso de deterioro del vallenato, en lo que no ha valido un Plan Especial de Salvaguardia, comenzó con el cantante Carlos Vives, quien era un rockero frustrado, y no atinó en una sola letra de los clásicos que cantó. Confunde, por ejemplo al Juan Polo, que es un ave de los Montes de María, con Juancho Polo Valencia.

Vives, con una guitarra, el pelo largo, un mocho de pantalón y una trayectoria de actor, los volvió locos.

Muchos empezaron a copiar el molde del Samario, pero no tuvieron el coraje, la estructura ni la personalidad de Dangond, para conquistar el mercado, aunque fuese a costa de las últimas gotas de pureza que le quedaban al género.

 

Alfonso Hamburger

Celebro la Gaita por que es el principio de la música.

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