Cronología de un proyecto que se gestó en una parranda con guitarras en Sincelejo. Adrián Villamizar tienen el ego como una catedral. Tiene la doble condición de ser argentino y de ser Guajiro. Guajiro vallenato. Calculen ustedes el detonante de esa mezcla. Además de hablar con cierto aire de argentino y guajiro, es rey de la canción inédita del Festival de la Leyenda Vallenata, con una canción dedicada al maestro Leandro Díaz, interpretada por un grupo de niños con limitaciones visuales. Aquello fue todo un gesto extrategico.
Adrián se hace llamar el ángel bohemio, compuso una gaita a pedido mío y vive en Barranquilla. De allá vino a buscarme, encontrándose de plano con mi ego, y casi se frustra una vez exploró el libro “En cofre de plata”, música corralera, de La Plaza de Majagual a la Modernidad, que lleva dos ediciones agotadas y donde planteo algunas hipótesis muy polémicas contra el vallenato. Me terminaron de criar a punta de vallenatos, pero por encima de todo soy sabanero montemariano y orgullosamente san jacintero. Hasta a Diomedes Díaz le hubiese gustado haber nacido allí.
Aquella noche estaba en una reunión de médicos en el barrio Boston- porque más que compositor, este argentino hazañoso de ser vallenato- es médico. Y además, toca guitarra. Me andaba buscando, después de toparse con mi nombre en las redes sociales y en Telecaribe. Quería que yo le expusiera mi tesis sobre “el vallenato” que se hace en la sabana, el denominado viejo Bolívar Grande. Lo primero que le dije, empuñando la tesis de Adolfo Pacheco, es que el vallenato sabanero no existe, que hay vallenato y hay sabanero, parecidos, pero distintos en estilos, en aires y en instrumentación. Coincidimos solo en dos aires- paseo y merengue- el resto, más de 22, en los que grabó Calixto Ochoa ( un vallenato construido con aires sabaneros), son amancebados en la extensa sabana, conocida por su poliritmia y exploración a través de las fusiones, desde la cumbia. La cumbia es la primera fusión de la historia.
Es posible que el proyecto de Adrián se haya enfriado con mi postura, porque lo de él era una visión más nacional. El Vallenato iba de la punta de la Guajira al Urabá antioqueño y de la Amazonía al Chocó. Su expansión era avasalladora, es cierto, pero deformada por lo comercial. Lo que quedó en el documento que se envió al Ministerio de la Cultura y a la Unesco, firmado en Hatico ( Fonseca) la tierra de Luis Enrique Martínez, en diciembre de 2012, logra precisar casi con exactitud, las áreas geográficas del vallenato, con epicentro en La Guajira, Magdalena y Cesar, la antigua provincia de Padilla. Valledupar es el epicentro comercial, pero La Guajira su núcleo folclórico. Y los núcleos sabaneros, donde lo tocamos muy bien sin dejar de ser sabaneros.
Adrián se quemaba las manos con su proyecto. Su visión era más de realizador que de formulante, en lo que ya había participado. No quería amarrarse para los proyectos que se visualizaban. Quería un relevo, porque estaba mamado de las reuniones y los viajes y quería participar en el recorrido de las rutas a través de videos. Y así lo hizo. Planteó que yo lo reemplazara, empezando por recolectar el acervo sabanero y su aporte a la construcción del vallenato tradicional. Me cedió el liderato. Debía seleccionarle diez pensamientos sabaneros. Los escogí a conciencia. Él puso dos amigos, que son Joaquín Rodríguez y Roberto Burgos, de Montería. El resto, fueron mis fichas, que escogí sin contratiempos. Desde hace tiempo venía trabajando en foros y tertulias, con los hermanos Mario y Felipe Paternina ( que son el aporte fuerte al vallenato en la sabana), Adolfo Pacheco, Numas Gil, Víctor Uribe, Ariel Castillo Mier, Lenin Bueno Suarez, entre otros. La mayoría quedamos en el Comité de Seguimiento al PES vallenato. Yo estaba un poco desentendido del asunto porque no quería enredarme más, pero me incluyeron encabezando el comité de proyectos e investigación, donde figuro con Adela Becerra.
Reuniones en Valledupar, Riohacha, Fonseca y Ciénaga ( Magdalena), y otras, más que de trabajo ( Con algunas memorables parrandas), en las que siempre había un delegado del Ministerio de Cultura y de Patrimonio ( Como Viviana Cortez, Patric Morales y Henry Ortiz Cassiani), se constituyeron en tertulias muy cordiales. Para mí, fue muy placentero y hasta de ponto inmerecido, compartir esos momentos con ídolos de mi adolescencia como el maestro Rosendo Romero, Estela y Santander Duran Escalona y Beto Murgas. Lo mismo que con el exgobernador de la Guajira, Álvaro Cuello Blanchar( un ejecutivo y sociólogo muy interesante, que a diferencia de nuestros ex gobernadores, se ha dedicado a trabajar por la cultura) y Carlos Llanos Diazgranados, un barranquillero que llegó hablando de salsa a Valledupar y ahora habla vallenato puro. Es Carlos líder del Clúster, la entidad que direcciona el proyecto, porque Ocaribe tuvo ciertos tropiezos.
La tarea no fue fácil. Los guajiros, que son el epicentro del vallenato, fueron los primeros en retobarse. En la primera reunión de Riohacha, pelaron los dientes. Estaban celosos con Valledupar, donde se centra un movimiento fuerte de expansión. Tenían dos banderillas casi insanables, las derrotas de Luis Enrique Martínez y Juancho Rois en el Festival Vallenato. Y Los sabaneros (a quienes represento) teníamos el dolor por las reiteradas derrotas de Alfredo Gutiérrez, Lisandro Meza, Andrés Landero, Felipe y Ever Paternina y Ramón Vargas. Alfredo fue el único que logró romper aquel cerco del inicio. Por ello nació, en 1974 en Sincelejo, el malogrado Festival Sabanero.
El aporte de la sabana fue clave en el desempantamiento del proyecto, porque todos debíamos estar de acuerdo. Si alguien se oponía, todos se oponían. El aporte sabanero, que ha sido incuestionable en la construcción del vallenato tradicional, fue importante. Se habló de nodos vallenatos en la Sabana, como Arjona, San Juan Nepo , San Jacinto, Corozal, Los Palmitos, San Pedro, Chinu y Sahagún, por sus festivales, entre otros. En estos puntos hay ejecutores que dominan el estilo vallenato, aunque también toquen sabanero. Sin embargo, hay que aclarar, que el espíritu del documento, ha sido proteger a lo que es el verdadero país vallenato ( la vieja provincia de Padilla), sin desconocer las otras regiones.
Recuerden que el mejor merengue en estilo vallenato, en construcción y melodía, es el Viejo Miguel, de Adolfo Pacheco. Y los tres más grandes modernizadores del acordeón, con excepción de Luis Enrique Martínez, nacieron por fuera de esa región, que son Aníbal Velásquez, Alfredo Gutiérrez y Alberto Peñaranda.
En los primeros proyectos ejecutados, ya incluido el vallenato en la lista de Patrimonio de Mincultura, en la vigencia de 2014, se logró que en las programaciones denominadas Vallenato Al Parque, realizado en Valledupar, se incluyeran representantes nacidos en la Sabana, como Cristian Álvarez , de Sincelejo y Carolina Ramírez, de San Jacinto, dos grandes promesas del acordeón. Si se quiere, esta fue mi humilde gestión en el proyecto de patrimonializacion del Vallenato Tradicional, pues no todos podían ser de Valledupar y La Guajira, donde hay más de 200 acordeonistas de primer nivel, menores de 25 años.
Contado este periplo a vuelo de pájaro, tengo que decir que Adrián Villamizar, quien me delegó esta función y el investigador guajiro Abel Medina, se encuentran muy preocupados, no sea que yo vaya a escribir una segunda versión de “En Cofre de Plata”, porque dicen que le di muy duro al vallenato, en las dos primeras ediciones. ( Tomado de www.hamburgerchannel.com)
Por: Alfonso Hamburger