¿Volvió la rosca paisa a la Selección?

NO ME GUSTA ESTA SELECCIÓN DE RUEDA.

POR ALFONSO HAMBURGER

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Desde hace mucho tiempo decidí ser feliz. Ya no me muero cuando pierde Colombia. Tampoco festejo sus goles. Soy Eurocéntrico. Dejé de ilusionarme con esta selección de retazos y de sesgos regionales. A veces me pongo frente al televisor con el control en el puño, pero nada más. No creo, así como vamos, que vayamos a ganar nada, porque siempre vivimos de aproximaciones, como en la lotería, en un interminable experimento del fracaso.
Soy costeño, inteligente, y como Felipe A. Priast , aunque esto suene arrogante, nunca seré útil a los cachacos. Y ellos siempre nos ningunean. Y para nosotros, después de Caucasia, todos son cachacos, incluso los negros del Chocó y del Valle del Cauca. Incluso los de las costas antioqueñas.
La última vez que estuve de acuerdo con la forma cómo se manejó el combinado nacional fue cuando lo direccionó Francisco Maturana, con su frialdad de tumba- quizás de goleador de pelo apretado- y con el caballero Néstor José Pekerman, un argentino que nos aprendió a conocer desde que manejó taxi por las calles de Medellín.
Me gustaba la filosofía de Maturana, quien nos interpretaba como país, con la plasticidad de la cumbia y a quienes hoy, absurdamente, consideran obsoleto, en la época sin diez en la cancha, aunque lo lleven estampado en la espalda. Todo lo cambiaron para mal. El negro nos daba a cada quien un poquito. La selección era una parte de cada región, sin la rosca paisa, la que nos metió por los ojos y sin vaselina al único delantero que jugaba sin balón y se dio el lujo de sentar al mejor goleador colombiano de todos los tiempos, el cachetón Iván René Valenciano. El bolillo tenía su rosca y lo pregonaba, pero en Barranquilla le pusieron un ojo colombiano. Menos mal que se le fueron las luces con una dama en una discoteca de Bogotá y llegó Pekerman, quien nos devolvió la ilusión.
Y lo voy a decir sin regionalismo, sólo apegado a la verdad: una selección Colombiana de Fútbol para que funcione bien debe tener seis jugadores nacidos en este territorio de la cumbia y el porro. No meto al vallenato porque este es apenas hijo de los anteriores, haciendo apenas el curso.
Los costeños, empezando por Antonio Cervantes “Kid Pambelé”, nos han enseñado a ganar, cuando antes vivíamos como esta selección Colombia de Reynakdo Rueda, de aproximaciones. Nunca se sabe qué pasara con este equipo, que hoy juega regular y mañana no se sabe. Un equipo que justifica su falta de gol en un porterito con suerte, como el señor Fariñes.
Rueda, señores, y ojalá esté equivocado, con ese sesgo regional que se le nota en sus alineaciones, no llegará a ningún Pereira. Dije, en mi anterior columna, que los tres goles anotados a un Perú desmirriado no eran ninguna prueba como para llamarse a engaños, que la prueba era con Argentina y pelaron el cobre, con un empate de suerte.
Esta es una Selección que no juega a nada. Pretende hacer todos los goles cruzando los balones y buscando la cabeza de Yerry Mina, quien es una aproximación casi perdida de los goles imposibles del Palomo Usurriaga. Goles con torpeza. Encontrados en el enredo, quizás como si fuera Paraguayo. Y una selección que no tiene variedad en el libreto se marca a sí misma. El gol tan festejado por la crónica cachaca sobre el Ecuador, no fue ningún laboratorio, se lo encontraron. Más bien apúntenselo a Miguel Ángel Borja, que se la puso en bandeja.

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Siguiendo con el regionalismo exacerbado, pero necesario, tenemos que apegarnos a la historia. Revisen de donde son los mejores delanteros del momento en el mundo, todos costeños. Y cambian costeños por costeños, para negarnos la posibilidad de tener merecidas mayorías en la selección.
La historia del deporte colombiano tienen la rubrica costeña. Como decía David Sánchez Juliao. Las cosas grandes se hicieron para los costeños. Prefirieron darle la Cruz de Boyacá a Juan Pablo Montoya, eterno segundo de la formula Uno y no a Edgar Rentería, que está en el salón de la fama mundial. Las niñadas de James Rodríguez, encumbran en el trono a Pibe Valderrama.
Son sospechosos algunos nombres en esta época de Rueda, que sin duda va a tratar de acomodar sus fichas paisas. Ha desempolvado nombres que ya se nos habían olvidado. ¿Acaso está manejando al Nacional de Medellín? Por eso siempre voto por un manager extranjero, que esté por encima de ese regionalismo cachaco.

Gracias a Dios hoy existen comentaristas independientes, porque la red y el control nos dan la posibilidad de escoger. Y ya no necesariamente tenemos que aguantarnos las posturas imbéciles de Carlos Antonio Vélez o el señor Hernández Bonet de Caracol. Hasta el nombre se me olvidó. Y muchos otros que no vale la pena señalar. Si ustedes analizan, ellos siempre hacen sus alineaciones y en los partidos por lo regular el candidato a salir es el negrito costeño.
Y no desaprovechan la oportunidad para hundir sus colmillos. Entre Luis Muriel, Miguel Borja y Luis Diaz, hay más de cincuenta goles internacionales en este año y el 90 por ciento han sido llevados al banco en esta Selección.
No se justifica que no se le de la oportunidad de Miguel Ángel Borja, goleador histórico de la Copa Libertadores de América en los últimos diez años, en estos momentos pretendido por varios equipos. Yo no dudaría en jugármela con un delantero rápido, que es una fiera y atraviesa su mejor momento. Y , además, tiene la jerarquía de los costeños. Nada nos queda grande. Hasta una fecha antes de jugar con Ecuador, Borja había jugado ocho partidos oficiales con la Selección de Mayores y había marcado cuatro goles. Su rival, el señor Zapata, sin ser malo, no la mete. También a sentado a una fiera como Muriel con Ecuador. No tiene sentido.
De los pocos goles que ha hecho Colombia en la corta era de Rueda, han marcado Luis Muriel, Luis Diaz y Miguel Borja. ¿Qué más espera?
A Luis Diaz, el guajiro, lo han estado criticando los comentaristas cachacos. Si bien no ha sido brillante, con solo tres jugadas de crack y esos cortes hacia el interior, cruzando el balón al segundo palo, como le marcó al Perú, valieron su alineación. Lo expulsaron y ahora festejan.
Y lo que me gusta de estos delanteros colombianos costeños, es que son una representación de todo el globo de la cumbia y el vallenato, la Guajira, Córdoba, Bolívar, Atlántico.
Las estadísticas dicen que mientras el cartagenero Wilman Barrios ha tenido el puesto de Frank Beckembauer en la selección- el número cinco- Colombia no perdió en 23 partidos. ¡ ¿Entonces que inventan? Y ser negrito paticas torcidas y feíto y llegar a ese puesto, no ha debido ser fácil. Se necesita aparte de calidad, superar las roscas.
Uno de estos días, ante el caótico e inexpresivo fútbol de estos tiempos, me volví a ver el partido 0-5 de Colombia sobre Argentina de septiembre de 1993, y vi tres puntales costeños en esa alineación, Alexis Mendoza, el mejor zaguero centro que he visto, con una elegancia propia de quien baila cumbia; Wilson Pérez, de un chut inigualable y depurada técnica y el astro Carlos Alberto Valderrama, de paso de gacela, mirada de tigre y de puñalada a las defensas contrarias. Y en la banca, Arnoldo Iguarán.
Si yo fuera el técnico de Colombia, de vez en cuando vería ese partido con los jugadores, para que aprendan como se juega fútbol sin quemar tiempo y sin posturas falsas… y de buen predicamento sobre un gramado. Y eso que no metieron a Iguaran, porque hubieran sido siete goles.

Coda. Pese a que James rodríguez suele ser mas noticia por fuera del futbol, no comparto la forma como Rueda lo ha tratado.

Alfonso Hamburger

Celebro la Gaita por que es el principio de la música.

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