Una mirada a las miradas del cantor

Carnaval y vallenato tradicional:UNA MIRADA A LAS MIRADAS DEL CANTOR.

-La yuca llegó con la maracachafa.

– Y no tendrán razón para exigirle, que el nuevo rey es un Barranquillero.

Por Alfonso Hamburger

Por la noche el muchacho atravesó aquel templo de la salsa como sonámbulo. Iba tarareando  los versos con los que había amanecido, una hermosa canción de Andrés Landero, “Las miradas de Magali”, envasados en aires sabaneros.

De regreso del baño, donde había ido por el efecto deshidratador de las frías volantonas,  una pierna se le atravesó en el camino. Los cuatro tipos sentados en la mesa vecina le cuestionaron su falta de respeto y de tino. No era posible que estuviera tarareando un vallenato, una música que no era considerada sino como yuca, aborrecible y corroncha, eclipsando la bella melodía de salsa pesada que llenaba el lugar, donde sólo iban musicólogos y melómanos de la vieja guardia. Cuenta el muchacho- hoy 35 años después- que “los forajidos” explayados en  su ego, no eran ningunos pintados en la pared. Se trataba de Marcos T. Barros Ariza( q.e.p.d), que lucía impecable vestido, y de corbata como para Bogotá y Álvaro Ruiz Hernández, que fue entonces, el más altanero. A los dos restantes no los recuerda completamente.

 La Barranquilla de los ochenta, con la euforia de los primeros títulos del Junior, pronto iba a ser penetrada por la bonanza marimbera y Telecaribe, que nacería como Televallenato, en Valledupar( abril  de 1986), apenas asomaba. Surgía por esos tiempos la empresa musical Romero Orozco, El Binomio de Oro, que había reclutado cinco músicos sabaneros para montar una propuesta que se saliera de los linderos del viejo Valledupar y del vallenato picado. Pronto, con los mosaicos de cumbia, iban a  penetrar en el Carnaval, porque el vallenato no se hizo para bailar, sino para contar historias y dicen los sabios que musicalmente no era muy rico. Además, con Alfredo Gutiérrez, quien penetró los aires del Dios Momo con Los Corraleros de Majagual, iban  a ser tildados como deformadores del vallenato.

En atención a  ello, Daniel Samper Pizano, con apuntes de hecho marcados por la política, no incluyó en su selección personal con su esposa Pilar Tafur, un solo tema del “Rebelde” del acordeón en su agotada obra “Cien años de Vallenato”.  La sabana se salvó con 4 temas de Adolfo Pacheco y uno de Julio Fontalvo, que no dejaron de recibir críticas.

Los barranquilleros, con una mirada musical más universal, no solo decían yuca a aquello que empezó a penetrar por Los Nogales a la par de la maracachafa, sino que tenían su propio acordeonista: el mago Aníbal Velásquez, con lo que se abastecían de rumbas, paseítos y guarachas. ¡Esa si era música de carnaval! A la par, Andrés Landero, con algunas cumbias y Lisandro Meza con “Las tapas”, eran otra cosa. En una de esas rondas, Landero había perdido las abarcas y el sombrero y al fin no  pudo “raptar la muchacha”, que fue lo más doloroso.

El muchacho, delgado y con cara de sacristán, que para entonces (comienzos de los años ochenta) ya insinuaba una protuberante pelada (calvicie), no se dejó acosar. Ya era altanero. Provenía de San Jacinto y desde entonces era influenciado por  la narrativa poética de Adolfo Pacheco, que se las traía como investigador del folclor. Y lo era, porque se había tropezado con la palabra  desde los ocho años, después de una cagada rural de su maestro Toño Fernández, cuando andaban por un paraje rivereño de Plato, Magdalena, donde un hombre se volvió caimán y se fue de parranda al carnaval de Barranquilla. ¿Folclor y eso con que se comía? Se preguntó el poeta.

Allí empezó todo, o casi todo. Y para más señas, la primera entrevista del muchacho en la Universidad, la había hecho a este provocador, que era el Benjamín de toda una escuela sabanera, que iba pasando la hebra con gracia y armonía, de unos a otros en forma oral, hasta que lograron grabar sus temas:

– Perdonen, señores,  esto que voy cantando no es ninguna canción vallenata, son unos versos acumbiados, del maestro Landero, dijo el muchacho.

La llamada música vallenata  tradicional- Que acaba de ser elevada a patrimonio inmaterial de la humanidad por la Unesco-  no ha sido epicentro fuerte del carnaval de Barranquilla, porque siendo un género para escuchar, caía como mosca en leche, cuando  se trataba de bailar. El ejemplo más típico había ocurrido en Valledupar en una parranda en la casa del Turco Pavajeu Molina, en presencia de Gabito- 1983- cuando celebraban el triunfo de Julio Rojas como rey. Una pareja de cachacos se levantó de su taburete, se agarraron de manos y empezaron a bailar una canción de Alejo Durán, quien enérgico como era, detuvo su fuelle, para decir:

-¡Me perdonan, pero el vallenato no se baila!

La parranda vallenata es un ritual donde no se baila. Allí se le rinde pleitesía a quien toca y canta. El mensaje es el medio. Lo que dice el juglar merece toda la atención. En cambio, el carnaval es otro tipo de parranda, más callejera. También incluyente, pero más libre.  De modo que el vallenato tradicional, de acuerdo con un sondeo realizado recientemente con conocedores del folclor, no ha sido fuerte en el Carnaval de Barranquilla, pese a que después de Valledupar, se convirtió en la meca de sus éxitos comerciales, especialmente por la llegada a esa ciudad de un personaje que se quedó sordo de tanto ponerle el oído al acordeón: Lenin Alfonso Bueno Suarez, hacia 1969 y la apertura de las emisora Olímpica ( 1975).

Provenía de Riohacha, donde se dedicaba a las transmisiones deportivas. A su invento lo hizo llamar Festival Vallenato, en Emisora Atlántico, cuya primera edición fue el 17 de diciembre de 1969. Autor de “la Parranda es para Amanecer” y “El que despabila pierde” y muchos éxitos, Bueno Suárez se hizo célebre con la sigla Leabus, como productor de varias casas disqueras e impulsor del Vallenato Tradicional. Hoy, sordo y diabético, Leabus hace parte del Comité de Seguimiento al Plan Especial de Salvaguardia del vallenato tradicional. Es de anotar, que con “el que despabila pierde”, que es un vallenato comercial,  el que el Binomio de Oro ganó uno de  sus  tantos Congos de Oro, en el Carnaval.

Según el filósofo Numas Armando Gil Olivera, en Barranquilla, por los lados del barrio San José, se hacían las noches de acordeones, en donde oyó por primera vez a Juancho Polo Valencia. Por allí arribaban juglares de valía, como Aniceto Molina, quien llegó muy joven a curramba, emparentándose con las notas rápidas del mago Aníbal Velásquez, quien en sus inicios trató de interpretar vallenatos clásicos sin éxito, pues su ambición iba mucho más allá, con sus guarachas, rumbas  y paseboles.  Cosa contraria de su émulo Alfredo Gutiérrez, quien habiendo incursionado por primera vez en el festival Vallenato ( 1969) con un paseo sabanero ( Ojos Indios)  con el que Rafael Xiquez Montes iniciaba su Rapsodia Vallenata de Radio Libertad, tuvo que hacer el curso intensivo para levantar la corona tres veces.

El estilo vallenato no tenía entonces un espacio en Barranquilla, donde posteriormente nace el Festival Distrital de Música de Acordeón que lidera Walmer Sajona, donde se interpretan todos los aires, sin ataduras del Festival Vallenato.  Precisamente, la no inclusión de la palabra vallenato en el proyecto, permite, según sus creadores, exploración a nuevos aires.

Alfredo Gutiérrez, pensó que iba a destrozar sus rivales por el solo hecho de que sus ojos indios se escuchaban todos los días. Craso error, cuando éste es realmente un paseo muy sabanero, al igual que el merengue “El Papel quemado”, el cual contiene unas florituras ( tari tari tari) que se salen del contexto vallenato. Allí fue donde Consuelo Araujo, aun siendo de la Oficina de Turismo (que regía el festival), agitando un pañuelo gritaba que “eso no era vallenato”. Y pese a que Gutiérrez, quien sintiéndose acosado por “La Cacica”, detuvo su fuelle y se retiró, llevándose en sus andas a Lisandro Meza, declarado rey sin coronas. Nacía un enfrentamiento de estilos. Y  Consuelo tenía razón, el vallenato era otra cosa. Y Ojos Indios, nunca ha sido un vallenato.

Nace entonces el Festival de 0rquestas y Acordeones en 1969, pero tampoco se ata a la caja, guacharaca y acordeón,  y excluye la palabra vallenato, para que el conjunto se desborde en creatividad y pueda cautivar a un público dispuesto al baile y el goce. El formato de unir el acordeón con la banda de vientos, que es el molde más exitoso o usado por los actuales conjuntos, había nacido en el año 1959 en Sincelejo, con los corraleros de Majagual. (Ver libro “EN Cofre de Plata”, música corralera de la Plaza de Majagual a la Modernidad).

Ricardo Llanos Monroy, un exitoso empresario de elementos eléctricos ( Almacén el embobinador), fue uno de los críticos del muchacho que tarareaba canciones sabaneras, no vallenatas, porque había nacido arrullado por las gaitas san jacinteras. Allí, en medio del jolgorio del carnaval, aquellos gustos se iban mezclando. Surge la colonia San Jacintera, que  desde  hace 30 años realiza el encuentro de Colonias, con marcado acento sabanero. A la par,  van surgiendo aportes como el de Alberto Peñaranda- con Alfredo Gutiérrez y Aníbal Velásquez- tres grandes modernizadores del acordeón y Dolcey Gutiérrez, quienes en los carnavales no tocan vallenato como tal, sino música de acordeón picaresca, alegre, que se sale del relato y la crónica vallenata, con un molde diferente al paseo y el merengue, que no son exclusivos del Cesar y la Guajira.

Me cuenta Rafael Sarmiento Coley, un amplio conocedor del tema, que en la incursión del vallenato a Barranquilla- mas no decisivo en el Carnaval- operó la construcción del puente Pumarejo ( 6 de abril de 1974), que agilizó las comunicaciones  terrestres. Los guajiros, sin duda atizados con la bonanza marimbera, que penetró en muchas zonas del país, aprovecharon para superarse. Barranquilla fue atractiva para el estudio. Rafael Orozco e Israel Romero,  Daniel Celedón, Deimer Marín, Adrián Villamizar, Poncho Cotes Junior, Los hermanos  Calderón Cujia, José Manuel Díaz, y muchos otros artistas, se matricularon en universidades de Barranquilla, que con el nacimiento de TeleCaribe y las emisoras en FM, se convirtió en la meca de la promoción artística. Fueron tiempos en que se prendía Telecaribe y aparecía un acordeón. Hoy se prende Telecaribe y  es muy posible que aparezca un hombre cocinando. Los hermanos Char Abdala, adquieren radio Regalo en 1969 de la ORC para impulsar sus droguerías y le cambian el estilo, que sigue avanzando con la aparición de las radio en FM, a partir de 1975.

Según Ariel  Castillo Mier, investigador musical,  Barranquilla no fue proclive al vallenato tradicional de primera.  El solo decir yuca, era como una crítica a lo rural que trataba de penetrar la sociedad de altos abolengos desde Los Nogales. A ello se agrega la aparición de Cien Años de Soledad en 1967, donde es glorificado   Rafael Escalona. Adolfo Pacheco lo dice en sus cantos. “Inventaron un festival, se valieron de la prensa y dijeron que el folclor, primitivo y regional, era de Valledupar”. A Consuelo la señala como una mujer que con su boca de feroz dragón utiliza su columna “Carta Vallenata”, para impulsar un estilo, el cual apuntala con un libro “De bastante erudición”,  ignorando la leyenda de mi pueblo y “Engañando así al lector”. Y no dijo que un Alfredo acá, un Lisandro, Landero y Ramón, ejecutan bien el acordeón, aunque no sea al estilo de allá.

Surgen las crónicas de Juan Gossain, de marcada tendencia vallenatera y una audio entrevista magistral de Alejo Durán con David Sánchez Juliao, que ayudaron a impulsar el termino vallenato, acuñado en su disquera por el cartagenero Antonio Fuentes, dese mucho antes. Aquello fue penetrando- el término- pero después la excesiva comercialización, fue matando el verso y la crónica cantada, hasta desbordar su propio molde, entonces vino la crisis de un vallenato que no alcanzó a penetrar como tal al carnaval. Cuando le hacen el homenaje, en el pasado carnaval, lo que vimos fueron unos ídolos decadentes, quizás desgastados por el maratón de bailes, algunos pasados de quilos y de años, gritando, mientras se disputaban el micrófono. Y Alfredo Gutiérrez, quien se había salido del libreto del evento, tocó un acordeón mudo, pues cada quien trataba de preverse el micrófono a su manera. Mientras tanto, Silvestre Dongón naufragaba en el lance, cuando en la coronación de la reina no había tocado como vallenato, sino como rockero.

Si bien es cierto, el Binomio de Oro, que se instaló en Barranquilla y que a sus inicios no fue bien entendido por los puristas,  hizo vibrar el carnaval con una canción de Rafael Orozco el mismo año de su  muerte ( 1991), “que será de mí ”, ya ésta no era la máxima representación de aquel vallenato viejo. Allí parecía arrancar una nueva ola.

La primera vez que el Festival Vallenato participó en un Festival de Orquestas del Carnaval, creado por Arturo López Viñas en 1969, no hubo acordeón. Fue en 1973, cuando Nelson Enríquez con su orquesta interpretó la célebre canción “Festival Vallenato”, donde el compositor Luis “Geño” Mendoza reprendía con la frase “Y no tendrán palabras pa exigirle, que el nuevo rey es un Barranquillero”. ¿Cuál era el festival  que habían  elegido para el pueblo? Era, para un vallenato, una tragedia que un Barranquillero( pro la pugna regional), ganase su festival y sobre la cabeza del arquitecto del estilo, Luis E. Martínez, quien se presentó borracho. Chocaban dos egos. En 1974, con Los Hermanos López y Jorge Oñate, si entra el acordeón al carnaval oficialmente, en el Festival de Orquestas y Acordeones, donde el Binomio de Oro alzó seis Congós de Oro, tres en fila india, 1987, 1988 y  1989, porque en el 90 se les atravesó Diomedes Díaz.

Se puede concluir, ahora que se lucha por el rescate del vallenato tradicional,  que en Barranquilla, como en el resto del país, el rótulo de vallenato vende por igual, pero sin la esencia del vallenato tradicional, porque en el Carnaval, lo que se destila es otra cosa.

Para lo comercial, a todo lo que llevase acordeón se le dice equivocadamente vallenato- como le pasó al muchacho provinciano con el que se inicia este trabajo-, y en ese sentido, el acordeón tiene su espacio en el carnaval, pero cuando se trata de vallenato tradicional, con caja, guacharaca y acordeón, haciendo uso del término como tal, en la fiesta del Dios Momo no es preponderante, porque le toca competir con la banda, la orquesta, el grupo, el pito y las gaitas, que tienen mayor tradición, especialmente en la cumbia  con sus danzas y coreografías. Además,  aunque la nueva ola vallenata promociona a los reyes del “brincoleo” e invita al baile y lleva  coreografía, la danza vallenata no ha sido vital en sus conjuntos de acordeón. Es decir, el vallenato tiene su escenario natural en la parranda de patio y en su propio Festival de la Leyenda Francisco el Hombre, más no en el carnaval. Claro, eso no excluye la posibilidad de que algún día se haga, en medio de carnaval, un festival vallenato con caja, guacharaca y acordeón, enmarcado en sus cuatro aires.

Y el muchacho de las Miradas de Magali, presenció que quienes criticaban la yuca, terminaron como comentaristas de la nueva ola, una vez apareció Telecaribe. Se montaron en el camión del éxito, pero ya iba esa yuca camino a ponerse “rucha”.

Alfonso Hamburger

Celebro la Gaita por que es el principio de la música.

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