Sabas Méndez, el defensor del Son, super Favorito en Valledupar.

Sabas del Cristo Méndez Salcedo

SINCELEJANO CIENTO POR CIENTO.

 

 

Por Alfonso Ramón Hamburger

 

 

Víctor Parra fue aquel acordeonero robusto que puso a sonar las melodías sabaneras en el Sincelejo que vio nacer un 21 de enero de 1952, en la Calla La Lucha, a Sabas del Cristo Méndez Salcedo, un niño inquieto que se pasaba de árbol en árbol, se colgaba de rama en rama e iba de patio en patio y  de casa en casa cantando “La Paloma Guarumera”, llevando  los mensajes de amistad entre las mujeres  que se habían puesto bravas porque una gallina picoteó la mata de rosas.

No se sabe si fue Víctor Parra o la sangre de Los Salcedo lo que moldeó al muchachito para que se fuera detrás de la música. Lo que dice la historia es que Sabas del Cristo, desde que tuvo los doce años, se dedicó a cargarle los instrumentos a Víctor  Parra, quien era alto, fornido, de brazos y manos ásperas y  reventaba los acordeones a pulso. Sus  manos eran tan ásperas como su voz; y sus chistes hoy son famosos en las parrandas.

Lo cierto fue que Aníbal Méndez Alvarez y Carmelina Salcedo Márquez, sus padres, quienes se separaron sin que se sepan los motivos, al ver a su único hijo varón en las manos de Víctor Parra, haciendo ruedas de fandango con Andrés Zurita, pusieron voz en alarma. No querían que fuera músico. Fue así como lo inscribieron en la escuela de la Seño Rafaela, donde repitió el primero elemental. El niño, como el loro viejo, no daba la mano. Su mente era una especie de  melodías de ancestros, pues los 14 palos de guayaba que tejían el patio que salía  al otro lado de la calle, eran un colchón donde  el niño se encaramaba a cantar los discos de moda. Los vecinos dejaban de hacer los oficios para oírlo, especialmente porque imitaba los falsetes de Alfredo Gutiérrez.  Esa indisciplina patiera , aquella libertad que rayaba en el desorden,  se tradujo en que el segundo elemental lo  hizo dos veces en la escuela de la niña Fello Anaya, entonces no hubo más remedio: Sabas del Cristo no sería nadie, porque se quedaría ignorante. Sin embargo, él se sabía que era “un muchacho patón de buena esperanza”.

Criado por el abuelo ante la separación de los padres, Sabas del Cristo se vio de cabeza en un taller de desvarar carros, donde le consiguieron un puesto de lavador de tuercas y tornillos, para apartarlo de la música. El taller Valdelamar, en la Calle de Las Flores, lo soportó durante tres años, a regañadientes, donde ganaba 25 pesos semanales como ayudante de mecánica. Hacía lo que menos le gustaba. Se ensuciaba de grasa y se manchaba el alma que por dentro reclamaba otras cosas menos rutinarias, más espirituales.

A los quince años, retirado de la mecánica, Sabas Méndez se apoderó de las calles sincelejanas vendiendo talonarios de loterías que sacaba del concesionario de La Negra Concha. El fracaso fue letal. En dos años no vendió ni un seco. Y para colmos de males, se quebró, pues muchas veces tuvo que tomar plata de la venta para suplir los descuadres y las falencias económicas de la abuela enferma, que ya empezaba a quejarse de la vejez, edad en que  “A uno cualquier cosa le sale”.

Sabas andaba en una búsqueda incierta para acomodarse a algo que lo sacara a flote en la vida, pues la música era una idea baga todavía, aunque no desaprovechaba momento para silbar una melodía. Fue cuando cayó donde debía caer. Lo contrataron para trabajar como ayudante de carpintería en la fábrica Madeco, en el sector del Papayo, donde a los dos meses ya era un experto carpintero.  La  ebanistería le permitía pensar y cantar, pues mientras cepillaba una tabla o alisaba un listón iba silbando una canción. Allí fue forjando las melodías, esa especie de cajeta en la que más  tarde empacaría los mensajes de su pueblo Zenú.

APARECE LA FIEBRE DE PAMBELE.

En octubre de 1972, cuando Antonio Cervantes “Kip Pambelé”, le enseñó a ganar a los colombianos y nos hacía madrugar cada vez que se batía a puños como todo un gladiador de ébano al otro lado del mundo, Sabas del Cristo no sabía cuál sería su vida y su destino, pero esa irrupción del palenquero en los tinglados del arte de fistiana lo motivó a los puños. En el país se despertó una fiebre por el boxeo que contagió a Sincelejo. Por el día trabajaba la carpintería y por la noche practicaba boxeo en el barrio El Bosque, bajo las ordenes de entrenadores como Pedro Vanegas, Reynaldo López y Manuel Vargas, quienes vieron en el largurucho muchacho excelsas cualidades. Era un mini mosca natural con alcance de un boxeador de la categoría Walter. Tenía las manos largas y recia voluntad, pero una hernia terminaría dándole el nocaut definitivo. Sólo hizo 8 peleas, de las que ganó seis y perdió dos.

La  primera pelea marcó su derrotero. Le correspondió enfrentar al Sanonofrino Daniel Blanco, quien llegó a ser campeón mundial. Blanco  era más pequeño, pero fornido como un toro, muy fogueado y tenía una pegada de mulo cerrero. La expectativa del público que abarrotó las gradas se desvaneció  al minuto de pelea, cuando un zurdazo de Blanco acabó con Méndez, que quedó tendido cual largo era, en la lona. Sin embargo, no obstante tan negro debut, Méndez alcanzó a pelear siete veces más sin que le descubrieran una hernia  cervical que siempre ha cargado con gratitud por todas partes, porque  le tiene miedo a la cuchilla.  Con gratitud porque su verdadero oficio aún estaba por descubrir.

No obstante esa fatalidad, su última pelea en Colombia, realizada en el coliseo gallístico San José de Sincelejo, fue contundente, al vencer al corozalero Olimpo Santos, quien era muy afamado en la región. Fue una pelea dura y campal de campanazo a campanazo, que se dirimió por decisión judicial.

A la par, Méndez no olvidaba cuando cantaba encaramado en el copito de los arboles de guayaba de la Calle la Lucha, en un patio que salía a la otra calle, por eso incursionaba en la música esporádicamente. Ya se había comprometido con la mujer con la que tiene los siete hijos, de modo que no desechó la oferta de los hermanos Eduardo y Hernando Rivera, quienes tenían un conjunto de acordeón. Con   ellos viajó por la trocha a Venezuela,  indocumentado. Se instalaron en La Vigía, Estado de Mérida, de donde los hermanos Rivera no se atrevieron a mover hacia las grandes urbes, por temor a ser capturados. En cambio, Méndez, quien trabajaba la carpintería, olfateó nuevamente el boxeo, llegando a realizar dos peleas por el Estado de Mérida, ganándolas ambas. Uno de los  contendores había sido el temible Ñato Marcel, lo que motivó  a los directivos a ficharlo por ese Estado. Sin embargo, Méndez no pasó el examen médico, al salir con hernia servicial. No se quiso operar y regresó a los ocho meses a Sincelejo.

Allá en Venezuela lamentaron la partida del “Aleluya Méndez”, apodo que se ganó porque una vez subía al ensogado se arrodillaba y hacía una reverencia al Señor. “Siempre  he creído en Dios, más no en santos”, corrige al cronista.

EL DESCONSUELO

Aquella vez, tras ser expulsado del grupo de Los Hermanos Salcedo Ruiz, quienes eran sus primos, y después de bregar en varios conjuntos donde se metía de cualquier manera con el deseo de cantar, hacer coros o tocar la guacharaca, Sabas del Cristo lloró como un niño. Las heridas que no le dejó el boxeo se las acababa de abrir la música.

 

–Tu estás en este grupo porque eres mi primo, pero nadie más te cogerá ni podrás grabar, le dijo uno de los parientes.

Méndez salió llorando, entonces se arrodilló y allí le pidió al Señor con gran devoción que lo hiciera si  no un compositor como Rubén Darío Salcedo, al menos parecido. Allí empezó a componer. Allí encontró su suerte.

Al regreso de Venezuela, Méndez se había enrolado en el conjunto de Jorge Vergara, en donde era cantante, corista y guacharaquero, al lado del rey vallenato Eliécer Ochoa, quien lo relaciona con Gilberto Torres. De allí pasó al conjunto de los hermanos Salcedo,  con quienes se fue a Majagual –Sucre a tocar una caseta. Era el año 1984 y Rubén Darío  Salcedo tenía  mucha fama. Sus paseboles le daban la vuelta a Colombia en la voz de Alfredo Gutiérrez y Fiesta en Corraleja ya era un himno.  Esa noche, al culminar la caseta, Sabas del Cristo se fue de parranda con el cantante, compositor y corista Pedro Pérez Flórez, llevándose cada uno una muchacha. Cuando se presentaron al hotel, a las seis de la mañana siguiente, Rubén Darío Salcedo les anunció que serían multados con el descuento de dinero de los honorarios.

Ya en Sincelejo, Rubén Darío exoneró de la multa a Pérez Flórez, pero no accedió con Sabas. El maestro tenía la razón, pues los músicos deben ser disciplinados y esa disciplina debe entrar primero por la familia. Sabas estaba muertecito, sin embargo, exigió como familia que lo exoneraran de la multa al igual que a Pérez Flórez.

–Yo te perdono la multa, pero te vas del grupo. Yo te tengo aquí porque eres mi primo, pero calidad no tienes. Si te vas, nadie te cogerá para grabar, sentenció Rubén Darío.

Así fue. Méndez recibió su pago completo, pero tuvo que irse del grupo de Los Salcedo. Sentimental como es, lloró, pataleó y oró de rodillas.  Fueron tres años que duraron sin dirigirse palabra.  Ese duro silencio le sirvió para madurar y para fijarse la meta de ser compositor.

Durante este tiempo se refugió nuevamente en sus instrumentos de carpintería, que le permitían moldear melodías mientras trabajaba. Cuando viajaba tomaba la ventanilla derecha de los buses, para inspirarse en el paisaje. Y así fue madurando la idea de ser compositor algún día.

En esas andaba cuando le dio el primer atezón de oreja a su primo Rubén Darío. Le abrió los ojos el día que Gilberto Torres lo mandó a buscar para que grabara con él. Se fueron a Barranquilla a los estudios Tropical, donde Méndez hizo coros y tocó la guacharaca. Para  cerrar, Gilberto le grabó la primera canción. Ya  había comenzado a sacudirse de la profecía de su primo.

 

SINCELEJANO 100 X 100

Llegar al disco era una meta cumplida. Pero eso no lo era todo. Le faltaba sellar su meta de ser un compositor reconocido. Siquiera  hacer una pieza por el que se le recordara por los años de los años.  Pero en Sincelejo el barro era duro. No había mucha fuente de empleo. De modo que su padre, que laboraba en la Electrificadora de Sucre, lo invita a Chinú,Córdoba, donde  Méndez vivió tres años, coincidiendo su estadía con el nacimiento del Festival de Acordeoneros y Compositores. Chinú había sido un pueblo de malas, pues El cabo Herrán, al hacer El Guayabo de La Ye y de Golero Emparamado, se los voló y no los mencionó, pues parece que empezó a hacer la canción  al llegar a la Ye, y emparrandado a Sahagún entró. Y las muchachas como lloraban cuando llegaron a Cereté. De modo, que los chinuanos se inventaron el Festival emulando a los vallenatos, pero no tenían compositores representativos. De ese modo, lograron que Sabas se inscribiera en el primer festival a nombre de Chinú. Esa vez presentó una cumbia llamada “El Gallito Ramírez”, en razón  de la telenovela de moda. Era una pieza de doble sentido que dice: /De noche, a las 10 y 30/ No hay mujer que no la mire/ Esa novela si es buena/ La del Gallito Ramírez/

Lo matador de la canción era un estribillo de doble sentido, que rezaba:

 

.. Y Mayo se ve el gallito

…Y Elsa se ve el gallito.

…Y Rosa se ve el gallito.

Cuando terminó de interpretar la canción, el locutor pregonó. “Era la canción El Gallito Ramírez, en ritmo de cumbia, de la autoría de Sabas del Cristo Méndez Salcedo, de Chinú”.

Cuando se aprestaba a bajar de la tarima, subía el músico Domingo Miranda, con una guitarra en las manos, entonces le tocó el hombro: “Mira, pastelero, si tú eres Sincelajano Ciento por Ciento”.

 Miranda le había dado una lección. ¿Por qué siendo sincelejano tenía que decir que era de Chinú? Cuando terminó de bajar la tarima ya tenía el título para una canción de reivindicación con Sincelejo, su tierra natal. La tarea no fue fácil. Sabía que debía ser un porro, el ritmo con el que siempre se ha identificado. Duró tres meses haciendo la canción, cosa que le sucede a veces, aunque muchas canciones las ha elaborado en una sola pensada.  Esta le dio cacao.

/Yo si soy de Sincelejo ciento por ciento/

/Nacido y bautizado en mi propia catedral/

/Bañado  con agua del pozo de Majagual/

/Y criado con mondongo e vaca, con yuca y suero/

/En calle La Lucha tengo sembrado el ombligo/

/Y la partera fue la vieja Nicolasa/

/Y acabado de nacer esa vieja me dijo/

/Muchacho flaco y patón, de buena esperanza/

 

/Soy hijo de Aníbal Méndez y Carmen Salcedo/

/Pero ellos se abandonaron no sé el motivo/

/Yo quedé desamparado sin un abrigo/

/Entonces de condolido me crió el abuelo/

/Bautizado Sabas del Cristo, siendo un niño tan inquieto/

/En la Iglesia San Francisco/ me echó el agua el padre Prieto/

 

 

II

 

/Me fui a terminar de criar en el barrio San Carlos/

/Donde por primera vez, oí tocar acordeón/

/Era un acordeón muy viejo de dos teclados/

/En una casa donde a diario había un gran parrandón/

/El acordeón era tocado con esmero por un viejo/

/Que está vivo y que tiene garras/

/Le oí tocar el merenguito sabanero/

/Cantado por el vocerrón de Víctor Parra/

/Ay, bailaban Juana Montes  y Andrés Zurita/

/Y Nicolasa Pérez Pérez Pintorreteada/

/Bailaban la cumbia La Pollera Colorá/

/Y el porro la vaca vieja nariz pelá/

/Por eso vine a cantarte, a ti Lindo Sincelejo/

/Porque aquí yo pude criarme/

/ Y aquí moriré de viejo/

 

Con esta canción Sabas del Cristo Méndez se inscribió en el Festival Sabanero del Acordeón de 1985, presidido por el inmortal Tulio Cesar Villalobos Támara, evento que se caracterizó por la irrupción de los vallenatos, quienes fueron hospedados en los mejores hoteles y atendidos a cuerpo de rey.  Era la mejor forma de vender el festival. Aquello empezó a resentir  a los locales.

Con su actitud histriónica, Sabas se echó al pueblo en el bolsillo desde las eliminatorias. La plaza de Majagual se estremeció con el Porro Sincelejano Ciento por Ciento. El público que colmaba la legendaria plaza sacó pañuelos blancos y pidió que repitieran la canción. Entre los directivos del festival estaba Rubén Darío Salcedo, quien conceptuó  que la canción no se podía repetir pues se violaban los reglamentos. Fue cuando se puso de pies Jorge Meza, quien oficiaba como miembro del jurado, tomó   los micrófonos y dijo las siguientes palabras: “La canción ya fue presentada para el jurado, ahora que la presente para el público”.

En medio del delirio del público, Sabas Méndez repitió la canción, que empezó a perfilarse como la ganadora, pasando a la final.

Fue aquí entonces donde Méndez sufre su primera frustración. En la final Sincelejano Ciento por Ciento, es relegada a un tercer puesto. El  segundo fue para el tema Soy sabanero – Sangre azul-, de Juan Carlos Lora. Y en una decisión antipopular, el primer puesto fue para  Roberto Calderón Cujía, quien era el compositor de moda, con una canción buena, pero sin la altura de Luna San Juanera u otras.

En Sincelejo se rumoró aquella vez por mucho tiempo, y se dice 40 años después,  que Roberto Calderón, que era una gran figura,  puso  condiciones  especiales para venir al festival . Eso sí, jamás se separó de los directivos y fue bajado como la gran vedette, en el mejor hotel. El festival sabanero había comenzado a vallenatizarse. Villalobos, que se volvió compositor y despues fuea alcalde de Tolú, dijo que aquello fue una estrategia para darle altura al festival y mercaderalo con los compositores de moda.

Sabas Méndez recibió de premio 50 mil pesos y un trofeo que conserva como el más preciado, como si hubiese sido un primer lugar, pues la canción logró mover las emociones de su tierra y así sepultar el error de haberse inscrito en Chinú como hijo de aquella tierra del Takasuán.

 

Al terminar la canción, aquella noche, se tropezó con su primo Rubén Darío Salcedo, quien fue uno de los primeros en  estrecharle la mano y  felicitarlo. Uno de los fanáticos que se abalanzaron a la tarima, era un tipo fornido, quien le apretó la mano con fortaleza y no se la soltó, sino que se lo echó  al hombro, mientras una multitud lo seguía por toda la plaza de Majagual. Le dieron varias vueltas.

 

“Sabas, esa canción no se la des a nadie, que yo te la grabo”, le dijo Rubén Darío Salcedo.

Dios lo había escuchado. Ya era considerado un buen compositor, como Rubén Darío Salcedo.

 

DE FESTIVAL EN FESTIVAL.

 

A punta de música Sabas del Cristo, con cuatro años de colegio nada más, ayudado por un serrucho y un formón, se fue abriendo paso en la vida, hasta llegar a ser reconocido. Hizo su casa y tuvo a sus siete hijos, ya todos grandes y con responsabilidad.   Tiene seis más por la calle, para trece en total.Sigue soltero, porque jamás se casó, aunque vive con la mujer de su vida, la que lo llenó de hijos y de canciones. Tampoco se operó la hernia cervical que lo alejó del boxeo   por temor a la cuchilla.

Hace dos años, Sabas del Cristo, resolvió vivir exclusivamente de la música y se abandonó  de la carpintería. La decisión no fue fácil, porque en Sincelejo vivir de la música es una proeza, ante el asedio de músicos de otras partes y el desconocimiento de las emisoras FM con el artista local, pues le dan prelación a los que llegan de otras partes.

Ahora se sostiene porque es socio de Sayco, que le presta la seguridad social y le reporta alivios semestrales como regalías de sus 30 canciones grabadas, especialmente  las prensadas por Lisandro Meza y Gilberto Torres,  éste quien le ha incluido ocho temas y lo mantiene como primera voz en su conjunto.

A sus 72 años y con achaques propios del pos covid 19- se marea al caminar y bailar-, recibe un incentivo del Gobierno de 370 mil pesos cada dos meses. Ya su mujer no hace fritos y se fue a vivir al corregimiento de las Flores de Morroa, en una casa de palma y cinco palos de mango.

Méndez es un festivalero profesional. Lo invitan a casi todos los festivales y en todos se hace notar, pues cuando una de sus canciones sube a tarima cala en el público,  ya sea por su jocosidad o por su mensaje. Después que se acaban los festivales, sus canciones quedan impregnadas en el pueblo y eso le agrada. Y lo mejor, jamás regresa a casa sin plata para los servicios públicos y descansar de la carpintería, actividad que realiza esporádicamente.

ABANDONADO.

 

Al inicio de este año, este indio Zenú pata rajá – como el dice – fue invitado a animar con sus chistes y canciones un matrimonio en Barranquilla, en casa de un músico al que se le casó una hija. Uno de sus compañeros se le fugó con el pasaje para Sincelejo y lo dejó abandonado y sin recursos económicos.

Para colmo de males, el dueño de la fiesta había quedado sin recursos después del tremendo parrandón. Era domingo, de modo que se fue con el dueño de la casa al centro de Barranquilla a vender mercancía, pero no vendieron ni un peso. Así estuvo hasta el martes.  La fiesta había sido el viernes y el “amigo” se le había volado el sábado. El martes, al fin, al anfitrión se le compuso la mano al lograr vender  62 mil pesos en mercancías. Le  entregó 12 mil pesos para el viaje de regreso a Sincelejo. Pidió al ayudante que le dejara el pasaje por diez mil pesos, pensando en el mototaxi a  su llegada a Sincelejo.

Y contó con la suerte, que al llegar a su casa, con  1.500 pesos en el bolsillo solamente, después de cinco días de ausencia, encontró a un vecino que le estaba buscando para que le construyera dos ventanas de madera. Le adelantó 50 mil pesos. Fue al centro y se gastó 20 mil en materiales. Tenía 30 mil para “vandearse” esos días y esperar el fin de semana, cuando la gente solicita sus servicios musicales.

Así ha sido su vida, cuando queda al borde del precipicio económico siente que Dios no lo deja . Siempre le da para resistir hasta el otro día, mientras sigue buscando la musa para su mejor canción.

 Sincelejo,  enero 12 de 2005.

 

CODA, Esta crónica de hace 19 años, la enlazo con la participación de Sabas en el festival vallenato,  donde su tema “Defensor del son”, es una de las favoritas.

Alfonso Hamburger

Celebro la Gaita por que es el principio de la música.

5 Comments

  1. Como siempre, Don Alfonso cómo te luces con tus eccelentisimas crónicas e historias que no me canso de leer, es un libro corto que el interés de terminarlo no es la prioridad porque nos llevas con tu escrito a imaginarnos con tus descripciones tan exactas de los lugares y expresiones de los todos los personajes que llevan al éxito éste escrito, A usted Alfonso Hamburguer mis respetos.

  2. Son historias macondiana sacadas de realismo mágico de los ser vivos, por su valor y su persistencia en conseguir lo que su corazón les dicta , sabes eres grande corporalmente y tu grandeza real es tu humildad..bendiciones..

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