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Rubén Darío Salcedo: el arquitecto del pasebol y la fiesta sabanera

Por: Mariali Hamburger

Para la Revista Somos y Hamburger Channel

Rubén Darío Salcedo no necesita anunciarse. Antes de que se le nombre, su música ya lo ha hecho. “Fiesta en Corraleja” suena en cada diciembre del Caribe colombiano como un himno no oficial, una estampida de notas que activa la memoria festiva del pueblo. Y sin embargo, hay mucho más detrás de este compositor que se resiste al silencio.

La cita fue en el Club Sincelejo, un espacio que huele a madera antigua y tradición viva. A su lado, John Salcedo González —su hijo, también músico— funge como intérprete, memoria alterna y cómplice musical. Mientras Rubén habla, John lo acompaña con el mismo respeto que se le tiene a un árbol sabio. La entrevista —realizada por el periodista Alfonso Hamburger para la Revista Somos y este canal cultural Hamburger Channel— se transforma pronto en una clase magistral de historia sonora del Caribe.

Rubén Darío nació con los pies descalzos sobre la tierra de Morroa, Sucre, pero su mirada siempre estuvo puesta en algo más grande. “Yo no podía ver un acordeón sin querer tocarlo”, recuerda entre risas. A los doce años ya tenía canciones y a los quince una convicción: sería músico, aunque el mundo dijera lo contrario.

Fue Alfredo Gutiérrez quien lo bautizó compositor. “Me dijo que tenía talento, que le llevara canciones. Yo no sabía que eso cambiaría mi vida”, cuenta. De esa conexión surgieron clásicos como Ojos Verdes y el que sería su sello imborrable: Fiesta en Corraleja.

Cuando le preguntan por el pasebol, sus ojos brillan como si hablara de un hijo recién nacido. “Es un ritmo que inventé yo. Nadie me lo enseñó. Lo sentí y lo escribí”, afirma con la tranquilidad del que sabe que no necesita gritar su autoría.

El pasebol es una mutación genial entre el porro y la cadencia rítmica que pide la sabana. Un híbrido que no niega sus raíces, pero que se da el lujo de innovar. Para muchos, es simplemente fiesta; para Rubén, es estructura, matemática emocional, arquitectura sonora. “Es música para que la gente goce, sí, pero también para que piense, que sepa que aquí también se inventa”, dice.

Con más de 200 composiciones registradas, su trayectoria ha sido reconocida, celebrada… y, a veces, olvidada. En un país donde el olvido es deporte nacional, Rubén Darío resiste con dignidad. Su voz no tiembla cuando lo dice: “Me han rendido homenajes, pero más me ha sostenido la gente, el pueblo, los que bailan mis canciones sin saber que yo las escribí”.

Por eso, esta entrevista no es solo un registro periodístico. Es una deuda saldada con un hombre que sigue tocando, componiendo y creyendo en la música como herramienta de memoria.

John, su hijo, no sólo heredó el talento, sino la misión. Hoy es él quien mantiene vivo el pasebol en una escena musical que a veces olvida sus raíces en nombre de lo nuevo. “Mi papá me enseñó que uno no puede hacer música sin identidad. Si no tiene tierra, no suena”, asegura.

Y es cierto. Lo que Rubén ha sembrado no es solo un género. Es una actitud: la de crear sin pedir permiso, de darle nombre a lo propio, de escribir historia desde el anonimato de un pueblo cualquiera.

Rubén Darío Salcedo no se despide. Sabe que la música lo seguirá presentando mucho después de que él deje de tocar. “Cuando oigan una tambora que se acelera, un clarinete que se burla del viento, ahí estoy yo”, dice, y sonríe.

Y uno lo cree.

Hoy, 6 de mayo, Rubén Darío Salcedo está de cumpleaños y celebra sus 82 años de vida, legado y música.

Para más información, te invitamos a ver la entrevista completa en nuestro canal de YouTube: https://www.youtube.com/watch?v=j54hKxMi9SM&t=34s

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