El pintor Antonio Zuluaga nació en Montería en 1931 y murió en Sincelejo hace diez años, en 2012.
Antonio Zuluaga:
“A VECES PINTO ENTRE SUEÑOS”.
El expresionismo romántico tiene en Zuluaga a uno de sus más fieles exponentes.
A sus 72 años y con una pintura mañanera que se renueva día a día como la luz del sol, el maestro Antonio Zuluaga, dice que su pasión por el arte no tiene orillas ni finales. Seguirá pintando sin remedio, hasta que el sumo creador le de licencia. En su vida no ha hecho otra cosa que pintar y pintar para llenar el mundo de colores y de belleza.
Zuluaga nació por accidente en Montería, en un mes de marzo de 1931, pero fue trasladado 30 días después a Sincelejo, tierra que ha llevado como emblema en sus cuadros por todo el mundo. “Soy Sinuano de nacimiento y sincelejano de corazón”, dice Zuluaga, mientras hace un paréntesis en su taller para observar la mañana, que se pierde en lontananza, hacia la gran Sierra Flor.
Zuluaga es Sincelejo. Sincelejo es Zuluaga. Comenta, a manera de anécdota, que un día llegó un antioqueño a su casa a buscarlo, desesperado para que le hiciera un cuadro. No podía ser menos que sus vecinos. En el edificio donde vivía, no había un apartamento donde no hubiera un cuadro Zuluaga colgado. “Es que casa de Sincelejo donde no haya un Zuluaga no se siente sincelejano”, refiere.
Antonio de Jesús Zuluaga Padrón, pinta desde los nueve años, cuando en el seminario le descubrieron el don de la pintura .El se enmarca dentro del denominado expresionismo romántico. Sin embargo, en la búsqueda de una identidad propia, el maestro se apartó desde siempre del academicismo de rigor, con el fin de poder expresar libremente lo que llevaba por dentro.
“No he sido un vendedor de cuadros, pues mientras hay famosos pintores que hacen copias de sus obras, mis lienzos siempre son originales, pues pinto todos los días, desde las cuatro de la mañana, hasta que calienta el sol”, dice el maestro, quien a veces pinta entre sueños. Son visiones que se le prenden en la mente mientras duerme y cuando se levanta las tiene frescas, entonces las lleva a al lienzo. A esa hora, cuando los madrugadores viajan al mercado o simplemente trotan por las calles o se empiezan a alistar para sus labores diarias, Zuluaga rompe la cumbre de su residencia, peleándole el paso a la neblina que cubre la Sierra Flor, y debajo de su taller empalmado, empieza su obra creadora, sin treguas y sin afanes.
En más de cincuenta años de ejercicio profesional, en los que ha probado todas las técnicas de la pintura, incluso el cubismo (el año pasado fue considerado por el New York Time como uno de los tres mejores pastelistas del mundo), Zuluaga ha participado en centenares de exposiciones, donde ha dejado en alto el nombre de Sincelejo.
Amiguero a morir y tertuliante asiduo del parque Olaya Herrera, Zuluaga ha donado gran parte de su obra, pero también ha llegado a cobrar por una de sus pinturas hasta 14 millones de pesos.
Incluso, Zuluaga podría pasar a la historia nacional si el Consejo de Estado refrenda una demanda contra una firma que dañó una de sus pinturas y fue condenada, en primera instancia, al pago de 70 millones de pesos, en un litigio de renombre regional.
Su obra en homenaje a la cacica Consuelo Araujo Noguera, expuesta el año pasado en Valledupar, ganó grandes elogios.
Recientemente fue invitado a exponer en Nueva York, pero prefirió hacerlo en la tierra de su madre, Cereté, donde sus cuadros tienen ese olor a mango del Sinú que atrae a la gente.
En esta nueva era, Comfasucre ha querido resaltar en este informe, el perfil de un pintor que ya es para Sincelejo como la plaza de Majagual.