Por Alfonso Hamburger
Viendo sus ojillos pequeños, inteligentes, un poco tristes, achinados, Rafael Cárdenas Mercado, parece un púgil de peso pluma. Y lo es, lo que pasa es que las manos de este campesino que se vino a Sincelejo desplazado desde Pijiguay no son para disputar combates en un tinglado boxeril, sino en aquellos espacios espirituales, en una constante pelea con los espíritus malignos, aquellos que hieden y se defecan constantemente en las calles.
Su poder en las manos es como una electricidad, precedida de secretos y oraciones que le nacieron desde niño y que nadie le enseñó. Fue por allá, por el Carmen de Bolívar, donde empezó a darse cuenta que Dios lo usaba para curar todo tipo de maleficios, desde la picadura de una serpiente venenosa hasta enderezar a los jóvenes que se habían salido del closet y asumían posturas extrañas.
Buscando un mejor destino se fue por la trocha a Venezuela, donde, a los 22 años, un sicario le disparó por la espalda, pero las balas que iban directas a su humanidad se bifurcaron como si hubiesen chocado con un chaleco salvavidas.
En Marialabaja un bus en el que iba frenó en seco, y Rafael, que iba atrás se salió del automotor y cayó de espaldas sobre el pavimento a 80 kilómetros por hora. “Caí como sobre un colchón y ni siquiera un rasguño”, dice.
CURIOSIDAD…
Llegué a este personaje por la curiosidad de romper el balín. Un día, en el centro de Sincelejo hallé a Yanelda, una joven que había trabajado en casa de Rosalba Aldana. Estaba rozagante y bella, cuando antes era una mujer delgada y muy triste. La vi totalmente cambiada, robusta, lozana y estaba de novia con un soldado para casarse. Hoy ya tiene tres hijos y está realizada.
Me dijo que un campesino le había impuesto sus manos de boxeador, que le había sacado espíritus malignos que no la dejaban prosperar.
Tomamos dos motos y atravesamos Sincelejo, hasta llegar a una tienda pequeña, en el barrio Villa Madi, cerca del parque de “Las motos” al sur ( Madi Romero es el nombre, en homenaje a la madre del exsenador Álvaro García Romero). Rafael vivía con su mujer en una casa pequeña, don una tienda. Rafael, de unos 39 años entonces, era un hombre pequeño, de ojos despiertos y caminado rápido.
“Hay espíritus inmundos que se aparecen con olores, por lo regular hieden a caca”, dice.
El hombre se remanga el suéter deportivo (no es un curandero de abarcas y sombrero como los de antes) y dice que se debe rezar un padre nuestro en estos casos, para ahuyentarlos.
Campesino raizal, Rafa Cárdenas, busca en las plantas las aliadas para hacer el bien y por ello, a diferencia de otros que comercializan esos dones y hablan por radio, no cobra dinero. El paciente dona lo que quiere, espontáneamente. Sus pacientes, que lo consultan constantemente por su celular antiguo, están desperdigados por todas partes.
Con una planta sagrada (flor afuera), que incluso crece en las ciudades peleándole el espacio a las motos, cura la diabetes por procesos naturales.
Rafael cuenta que escucha voces que le predicen sucesos. Su abuelo paterno y un tío, a quienes avisó que los iban a matar si no se iban de Pijiguay. No les hicieron caso. Los mató el 35 frente de Las Farc en medio el reciente conflicto en Los Montes de María. A su tío lo mataron junto a su mujer muy de mañanita.
Se vino a Sincelejo, donde se dedica al comercio ( una pequeña tienda), de dónde saca tiempo para ayudar a quienes creen en el poder de sus manos y en sus oraciones.
Sus luchas son espirituales. Las personas que están cargadas de malas energías, espíritus malignos, al imponérsele las manos caen rendidos, como si los derribara un rayo. Y es allí donde empieza la batalla para extraerles esos demonios, que erizan y se resisten a abandonar el cuerpo ajeno, que no les pertenece.
Hace unos meses, pasando por un lugar de su barrio, había dos jóvenes varones besándose públicamente. Una sensación extraña lo indujo a imponerle las manos. El demonio que llevaba uno de los homosexuales se le encabritó, pero al fin pudo vencerlo, no obstante los arañazos y la voz de ultratumba que lo desafiaba. Hoy, uno de los jóvenes ya tiene novia y abandonó esa práctica homosexual.
En esta semana que me lo hallé por el centro de Sincelejo le pregunté por Yanelda, la joven que ayudó hace unos diez años.
– “Se casó con el soldado, tienen tres hijos, pero debo visitarlos, porque están en crisis”, me dijo. Los matrimonios ahora son frágiles.
Esa es una de sus labores, hacerles seguimiento a sus pacientes, porque la vida del hombre en la tierra no es fácil y vivimos tiempos muy cambiantes.
Pese a sus dones, Rafa se confunde en la maraña, en esos jirones e hilachas de mango y desecho de otros pueblos en que está construida esta ciudad, confundiéndose con los mototaxistas que suben y bajan.