Le juré por mi madre muerta al funcionario de la Entidad Pensional, que yo soy Alfonso Hamburger. Es más, sustraje de mi mochila el libro aún caliente “Ensayo sobre la diabetes”, cuya carátula tiene una fotografía mía con la misma barba de un mes que aún tengo y que me hace ver como todo un señor. No valió de nada. Le dije que mi cedula de ciudadanía, expedida el 22 de diciembre de 1977 en San Jacinto es 9.172XXX, pero nada. El tipo, vestido como para Bogotá, un verdadero cachaco- camisa-chaleco y corbata- ni se mosqueó. Más bien endureció su cara de clavo, ordenando que pasara el siguiente de la fila, el número 21 de la mañana del martes siete de febrero, dos días antes del día del periodista. No hubo otra alternativa, bajé la cabeza y salí a la calle hablando por celular ante los 38 grados de temperatura, en medio del rugir de las motos, sin importarme que me atracaran.
Había dejado mi cédula en casa esa mañana cuando salí al trabajo a eso de las cinco, en medio de una neblina que anunciaba esta tormenta de calor que azota el mundo. Le expliqué que era una calamidad haber dejado la cédula y me urgía un certificado de afiliación para el contrato de un amigo, al que iba a prestar mis papeles. El típico testa ferrato. Y uno lo hace para complacer el desorden del amigo que no paga a tiempo su pensión. Bueno, el funcionario alegó que era una norma y que además andar sin cédula era un delito, ahora sancionado con el nuevo código de policía.
Volví dos días después, pero me atendió otro funcionario cabecita de hacha, igualmente vestido como para Bogotá, con el que también discutí. No hay que desconocer que las oficinas son confortables y cómodas, con aire acondicionado. Aunque llevaba mi cedula, expresé que se me había quedado. Le dije: Acaso expedir un certificado con solo decir el numero de la cédula es un delito? A quién se puede poner en peligro si se le expide un certificado de afiliación a pensión? Nadie peligra ni se pone en riesgo con ello. Con el número de cédula de un preso, por ejemplo, través de los organismos de control del Estado, se puede rastrear su vida de recluso, si le han certificado estudios, trabajos o si está tramitando la salida, entre otras cosas, pero esa es una información que no le hace daño a nadie y que los periodistas usamos para nuestro trabajo. Los números de las cédulas de ciudadanía terminan siendo documentos públicos cuando aparecen en declaraciones y convenios, que son dominio de abogados, periodistas, o publico con posibilidad de acceso a información no reservada. Y eso no pone en riesgo a nadie, porque la información ayuda a ser más transparentes. Entonces, Porqué estos funcionarios a veces adoptan aptitudes policiales? Y en vez de adoptar una pose humanitaria y expedir un documento que incluso se puede tramitar directamente de la página web, por qué se las tiran de los más éticos y estrictos?. Es por ello que la maquina está desplazando al hombre, porque quien tiene la información tiene el poder. Y hoy, la información es más democrática y de mayor acceso. ¡Feliz día del periodista!

Me encantan tus anecdotas pero aun me queda la duda… ¿que pasa si te pillan sin la cédula?. Se especula que tienes que portarla pero tengo entendido que el código, el cual no he leído aún, habla de que debes ser identificable. Lo cual se presta para diferentes interpretaciones y da manejo subjetivo a los tan pedantes policias para que decidan si te identificaste o no. Me gustaría que estudiáramos eso.