Mafe, la supermodelo desnuda su alma.

MAFE 9mafe 4Los nómadas del carnaval (VI)

– Esta chica transexual, miss universo hace diez años, pagó quince meses de prisión por la muerte de Camila, un gay de 19 años. Su papel en el carnaval, la India del Junior, tu papá.

Por Alfonso Hamburger

Lo más difícil de la cárcel es cuando a uno le ponen las esposas para llevarlo a las audiencias. Allí si me sentía sucia, como si fuese un hombre de verdad. Allí perdí mi compostura de mujer. La cárcel es infinita, insondable, y nunca se sabe qué puede pasar: es posible que el preso termine integrado con el carcelero o con el psicópata, o puedes hallarte a un hombre de “cipote copa” que amenaza con violarla a uno. Aja, yo suelo dormir como Dios me trajo al mundo, tapada únicamente con una toallita. Figúrate, unos tipos de esos que no han visto a una mujer en años, son capaces de violar hasta a un perro para saciar su apetito sexual. Violan hasta a una vaca apestada.
El hablante, Luis Fernando Arraut Bettín, de padre de ascendencia francesa y madre Sincelejana, tiene 40 años, ha sido miss universo como chica transexual en Bogotá y acaba de regresar del carnaval de Barranquilla, donde se disfrazó de la India del Junior, mostrando todos sus encantos, entre ellos unas enormes tetas que le costaron diez millones de pesos. Fue la primera chica trans en esta zona sabanera por mucho tiempo. Llegó con sus aires de triunfo, renovada, dispuesta a narrar su vida. Su figura canela, como torneada en madera, quizá color moreno- ese que no destiñe-, de 175 de estatura y un cuerpo bien trabajado, ojos oceánicos y rasgos caribes, hace que los carros se estrellen y los moto taxistas se salgan de la vía. No tiene pareja porque no le gustan los amarres. Su éxito en el Carnaval de Barranquilla fue tal que le salió un pretendiente italiano que quiera cargar con ella. Es, sin duda, otra de las figuras nómadas de estos tiempos, una ciudadana del mundo, que hoy está en el carnaval de Barranquilla, mañana en el de Corozal, o en Italia, porque parece que le cogió la caña al italiano.
De sus múltiples experiencias, la que más le duele es la de la cárcel. “No conozco las otras cárceles del país, pero la de Sincelejo sí”, dice, mientras muestra su página en el Facebook, donde tiene una lluvia de amigos de toda índole y calañas, especialmente gente “pupìs” de Sincelejo, Barranquilla y Bogotá. En el face se llama Devora Arraut. Luifer o Mafe, como le dicen, se mueve por lo alto:
–“Menos mal que no me metieron en el patio colectivo, porque esos malditos me hubiesen repasado”, dice.
Aun con el retoque del Carnaval, Mafe recuerda que vivió una noche infernal en el calabozo del CAI de San Carlos. Ese fue el primero de los grandes problemas de su vida. “Esa vez fui al hospital de Sincelejo a llevar a un muchacho que había resultado herido en una riña y el policía que llegó se dirigió solo a mí, donde había tanta gente. Me trató de “maricòn”, requiriéndome los papeles con violencia. Le reclamé el por qué me trataba así, pero su reacción fue llevarme detenido. Me montaron en la patrulla, me golpearon y me recluyeron en un calabozo oscuro, hediondo a orines viejos y a excrementos, donde había dos mariguaneros detenidos”.
– Allí está, repásenla- sentenció el policía-, tras pegarme un patadón en el trasero- precisa, mientras trata de taparse uno de sus senos, porque los curiosos se han aglomerado.
“Los policías me introdujeron en ese cuarto oscuro y ante la orden del capitán Chaparro, los tipos me violaron e hicieron conmigo lo que les dio la gana. Yo no podía reaccionar, pues estaban armados con cuchillos. Se derramaron dentro de mí. Al salir fui a medicina legal, quienes hicieron los exámenes de rigor y constataron que fui violada. Puse el denuncio contra los policías en la Procuraduría. El proceso iba bien, pero tuve que olvidarme de eso porque ni mi madre ni yo teníamos vida tranquilla. Chaparro iba al gimnasio donde yo asistía y me decía que le iba a dañar la carrera, que era padre de familia. Bueno, mi madre me aconsejó que dejara eso quieto y así lo hice”, anota.
Hoy se arrepiente de haber desistido del proceso, cuando el movimiento LGBTY, a través de la Fundación Colombia Diversa, de la que hace parte, avanza en varias regiones. Los homofóbicos cada vez son menos o son más disimulados.

NACI ASI.

Desde niña sentí inclinación por jugar con muñecas y chócoros, con cosas de niñas. Uno viene de un padre y una madre de carne y hueso, con defectos y virtudes, y de ellos recibe la información genética. Yo nací así y así me desarrollé. Nací en una familia de bien, en Maregento, Antioquia, la tierra de Rosalba Villa, la famosa Margentina, a quien alcancé a conocer. Ella se hizo famosa en el disco del rey vallenato Julio de la Ossa. Mi Madre tenía una tienda. Tuve una niñez maravillosa. Éramos siete: tres hermanas, tres hermanos y yo, que soy neutral. Si me hubiesen permitido escoger yo hubiese hubiese sido doctor en vez de un recolector de basura, a ser hombre o mujer, pero no un gay. O una chica trans en que me he convertido. En esto se sufre mucho. A veces lloro bastante. Somos golpeadas. Excluidas. Mi padre abandonó a mi madre con siete hijos y a los ocho años fui violada por un sacerdote que me encerraba en la sacristía, me desnudaba y me tocaba las partes nobles. Eso me marcó.
Cuando su madre empezó a notar las tendencias, le habló de llevarla a Medellín donde había una entidad que corregía “esos defectos”. Pero supo que esto era imposible y que el libre desarrollo de la personalidad era lo que jugaba.
Su parte más trágica fue el día que mató a otra persona en Sincelejo. Ella, la difunta, se denominaba Camila y solo tenía 19 años. Por el homicidio pagó un año y tres meses de cárcel y una fianza de 16 millones de pesos. Dice que lo hizo en defensa propia, atacada de ira e intenso dolor, en lo que se basó su abogado para apelar la condena inicial, que había sido a 17 años y siete meses.
Al salir de la cárcel se dio cuenta que en Sincelejo la querían, pues era una persona de bien, que no le había hecho daño a la sociedad. Hizo una rifa para pagar la fianza de 16 millones de pesos y la mayoría de la gente le compraba las boletas, pero no se las recibía, simplemente le donaron la plata. En Sincelejo le permitieron estudiar su bachillerato en el Colegio Antonio Lenin, célebre porque un rector fue tutelado al no aceptar a un joven con el pelo largo. Hoy es un colegio de libre expresión, donde se acepta hasta jóvenes con aritos.
Luifer o Mafe, dice que Camila, el joven o la joven que mató, no tuvo la suerte de ser apoyada por sus padres, siendo rechazada desde niña, lo que la llevó a comer en las calles, buscar en las basuras y dormir donde se lo cogiera la noche. Se drogaba, era violenta. Cuando se desesperaba por la falta de droga amenazaba con un chuchillo. Era bello o bella, pero no se había hecho transformación. Usaba peluca. Esa noche fatal, cuenta, Camila fue a buscarla a su apartamento, quebró los vidrios de la ventana, completamente borracha. Cuando el señor de al lado estaba recogiendo los vidrios del desastre, arremetió con un chichillo. Y Luifer, que es una atleta, con fuerza, pues no bebe ni fuma ni mete vicios, le arrebató el arma, entonces el agresor sustrajo una tijera.
– Fue donde me enceguecí y no recuerdo cuantas veces le di.
Confiesa que no huyó, que jamás fue reo ausente. Se entregó esa misma noche. La Policía la llevó a la cárcel, donde alcanzó a organizar algunos reinados entre las mujeres allí recluidas.
Luifer se convirtió en el segundo homosexual que mataba a otra persona en Sincelejo, donde las personas con esta condición por lo regular se han dedicado a oficios menores, especialmente a peluqueros. Hoy, la comunidad gay es mucho más visible, hay médicos, abogados, decoradores, dancistas, entre otros. Ya no solo los identifican con el peluquero o estilista y la apertura de espacios para la comunidad, especialmente en el Carnaval de Barranquilla, son una gran oportunidad de entendimiento y tolerancia.

Con el éxito que acaba de ganar en el carnaval de Barranquilla, Luifer o Mafe, dice que está escribiendo un libro sobre su vida, especialmente de su experiencia al haber sido violada por un cura cuando tenía ocho años y de su paso por la cárcel. Sobre la experiencia de la cárcel, revela que a su celda fue llevado al calabozo de uno de los psicópatas más temibles de Sincelejo, Alejandro de La Ossa, condenado a 28 años por violar, asesinar y desaparecer a una abogada.
Así como a ella la habían protegido de la turba que se podía generar por su presencia, al ser publicitado en la prensa como un asesino despiadado, a este hombre se lo llevaron a su cuarto y el muy condenado le dijo:
– Esta noche no estoy tranquilo, porque te tengo miedo.
Y Mafer o Liufer, le contestó:
– Miedo te tengo yo, que mataste a la mujer que amabas, la violaste.
El asesino estaba detenido apenas como sospechoso y ofrecían una recompensa de diez millones de pesos por quien diera información a la Policía.
– Espera que la suban a $50 millones y te ganas esa recompensa, le prometió el asesino.
Lo describe como un tipo loco, simpático, inteligente y bien armado sexualmente y no lo dice solamente porque lo haya visto orinando.
Hoy el tipo paga su condena en una biblioteca de una cárcel del país “porque a la gente que tiene plata la tratan bien” y ella, Luisfer o Mafer, prepara maletas para Italia.

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