EMIL FAJID MARUN, EL ARTE ETERNO DEL VIDRIO.

A diferencia de los cuadros vivos de Galeras, que es el arte efímero más importante del mundo, los vitrales de Emil Fajid Marùn, sin pretenderlo, son una muestra patética de arte eterno. Esos vitrales, que en el inicio de los tiempos estaban representados en el arte gótico, en las iglesias, superan los vientos salitrosos y los embates del tiempo. Siempre están allí, como un testimonio de fe y de eternidad.
En Galeras, Sucre, las representaciones son efímeras. No alcanza la gente a acomodarse en las calles, cuando ya los están desmontando. Son hechos con todo lo que se puede moldear en las manos, pero esencialmente con el cuerpo humano.
Los vitrales de Emil, aparte del ingenio del hombre, tienen dos cosas vitales: el vidrio y el plomo.
Desde que abrió sus ojos turcos, en la Calle Larga de su Cartagena natal, Emil Marun, quien inicialmente se interesó por lo religioso, lo que vieron sus ojos fueron vidrios. Su padre, de ascendencia libanesa, tenía una vidriería. Allí fueron los primeros esbozos de una actividad que estuvo en su psiquis, mientras las aventuras de la vida lo llevaron por varios negocios- todos exitosos- y que regresaron a su vida muchos años después, convirtiéndose en el mejor pretexto para paliar la pandemia y para expresarse en todo el rigor de un artista, que sin quererlo, ha inmortalizado desde su propio retrato- que fue la gran prueba- pasando por su padre, hasta personajes ya inmortales, como Yafer Arafat, la madre Teresa de Calcuta, Los papas Juan Pablo Segundo y Francisco, siguiendo curas famosos, entre ellos el Padre edudista García Herreros, hasta personajes colombianos relevantes, como los poetas Raúl Gómez Jattin, Jorge García Usta o Pedro Blas Julio Romero.  Y Gabo, por supuesto.

Cada uno de los catorce vitrales que ha plasmado Emil Fagid en estos años, con jornadas que se inician muy temprano, pero que no sobrepasan cuatro horas, porque después de ese momento el tiempo se vuelve improductivo, tiene su propia historia. Su propio retrato fue como un acta de graduación, pero el de su padre todo un acto de ratificación de su propia sangre. Algunos les han dado más trabajo que otros, porque el detalle del vidrio requiere mucho rigor. Y ese rigor empieza por el rigor de los ojos. Para los fallecidos el trabajo empieza con una foto, en la que estén plasmados los detalles supremos del escogido. Es una labor de ver con los propios ojos, los ojos del personaje. La pintura más fácil, la que le representó menos trabajo fue la de su padre. La que más trabajo le dio fue la del líder Yaser Arrafat, a quien Emil pudo saludar en una gira a la tierra de los ancestros, en el Líbano. Dice que lograr los detalles de su turbante, fue muy difícil. Fueron muchas horas de trabajo para lograr plasmar vidrio a vidrio, las trenzas de su túnica, o los rasgos de su turbante, sobre su cabeza.
A Jorge Garacia Usta, con quien departió muchas veces, por ser una muerte temprana y repentina, lo pintó con dolor, pero a la vez con alegría por todo lo que nos legó.
No se conocen en Colombia artistas de este tipo, que hacen de la minucia del vidrio- a veces para lograr un rasgo se usa demasiado vidrio- una obra de arte compleja y resistente en el tiempo. Existen vitrales muy antiguos que con el paso del tiempo son más brillantes y llamativos.
Aunque son hechos en su taller de Cartagena- en cuyas bodegas esperan por una buena exposición universal- los elementos primarios con los que Emil trabaja sus personajes encumbrados, vienen del exterior. Eso encarece la materia prima. El mismo valor del vidrio y el plomo, ya representan un reto para este tipo de arte, que por su complejidad y laboriosidad, no parecen hechos para todo el mundo.
Emil tuvo la deferencia de hablar para el canal Kaccula Tu, de Sincelejo. Veamos la entrevista.