Sucre, hacia una cultura del disfrute(I)
El turismo religioso tiene un potencial de 11 millones . Aquí la virgen del Carmen en Colosó.
Pasada la euforia inicial por la promulgación de “La Lista de Arana”, que para algunos no trajo nada nuevo bajo nuestro cielo y que sería pertinente del buen periodismo hacer seguimiento de quienes allí figuran- Algunos de los cuales están vendiendo almuerzos en USA, después que tiraban billetes en las corralejas de las sabanas- es necesario no detenerse tanto allí, aunque despierte la curiosidad del buen cronista, para revisar lo que un conferencista sabiamente dijo en el teatro municipal, hace 25 años, en el sentido de que aquí lo que debe imperar es “una cultura del disfrute”.
Y esa “cultura del disfrute”, parece estar bien intencionada en el programa del actual gobierno departamental, en cabeza del ya no tan joven Héctor Olimpo Espinosa, en cuya cachucha colorá , por no decir espaldas, recae un periodo de transición hacia un nuevo Sucre. Parece que en ese asunto de vender o poner ante los ojos del mundo a ese Sucre que se nos ofrece como un paraíso de belleza sin igual, el actual gobernador tiene una visión objetiva, que muy seguramente aprendió en sus cargos anteriores que lo llevaron a recorrer el país. Lastima que la pandemia nos cogió asando mazorcas. O nos puso a buscar el maíz.
Y fue un coterráneo suyo, Luis Manuel Espinosa, en aquellos tiempos director de la Cámara de Comercio de Sincelejo y entonces director de un proyecto al que le apostamos, poco antes de que irrumpiera El Meridiano de Sucre, como lo fue “Costa Alternativa”, quien lanzó la expresión de “Hacia una cultura del disfrute”.Era aquel super tabloide un periódico demasiado frio, con 52 editoriales dedicados al tema de la regionalización, que murió en momentos en que irrumpía el fenómeno paramilitar y de la cultura del disfrute pasamos a una “cultura de la muerte”, cosa que no aprueban poetas como Jorge Marel, porque todo no se puede llamar cultura.
La caía estruendosa de los precios del petróleo y de los recursos de regalías, que en Sucre generaron rapiña, es necesario detenerse más en esa expresión de “hacia una cultura del disfrute”, que va más allá de la parranda, el vallenato estruendoso en las camionetas blindadas y las corralejas. El disfrute es otra cosa, contemplar nuestros paisajes, apreciar nuestra música del porro, el fandango y la cumbia, con todos sus híbridos y derivados; un buen sancocho de pato , el abrazo del amigo sincero, los dulces de la semana santa, la brisa limpia de enero, el canto del mochuelo, solazarnos con los anuncios de la Suiris y la pava congona, abrir los caminos a La Villa y variar la palabra Macondo, es decir, seguir la ruta de Gabo, pero usando nuevas palabras. Saber que, si en Valledupar dicen acordeonero, nosotros decimos acordeonista; que si allá se protegen con la sombra del cañaguate, para nosotros es en el polvillo o en el guayacán. Lo de Guacarí es otra sosa. Generar nuestro propio diccionario, una ruta propia, más cercana a los caminos.
Leer a nuestros escritores, es un disfrute. Aquí, José Ramón Mercado.
O sea, desmarcarnos y crear nuestra propia marca, construir nuestro propio Macondo, que es más cercano al país de Cedrón. Porque éste si nació aquí.
Yo diría que más que una ruta a Macondo, debemos decir mejor “un camino a Macondo”, o un porro tours a Sucre Sucre o a Cedrón. Lo de Macondo es más cercano a los otros. O de lo contrario Celia sea nos pudre en nuestras manos. La cultura del disfrute es prepararse para un turismo organizado, en el que no solo la piscina y el edificio alto o el sol y playa valen, sino el turismo de congresos, el ecológico y el religioso. Hay un turista que le gusta sentir la tierra bajo sus pies descalzos. Hay un potencial de 11 millones de turistas que estarían dispuestos a venir a La Villa a contemplar el milagroso y decididos a caminar las estaciones que se hagan por esos andurriales, desde Sincelejo a San Benito Abad. Peregrinos de a pie.
Pero parece que iniciamos mal. Recuerdo que Luis Manuel Espinosa, con la Fundación Sabana, Golfo Y Rio, nos legaron el mejor estudio de nuestra identidad, patrocinado por Fonade- que extrañamente fue engavetado-, tenía a un grupo de jóvenes encaminados al relevo generacional. Alguna vez me invitaron aquellos jóvenes a una reunión.
Estaban totalmente desubicados. Su slogan era “Saca la flojera de tu hamaca”. Les pegué un regaño. La hamaca no sólo puede ser una gran aliada para concebir, sino para pensar mejor nuestro destino. Ha sido una pieza clave para que los vallenatos hayan volado con sus cuatro aires a nivel nacional. La hamaca grande es una expedición que salió de San Jacinto hace 52 años y en la que se ha mecido todo el pueblo colombiano, pero mejor aprovechada por los vallenatos que los sabaneros. He allí la gran diferencia.
Yo propondría, como símbolo para esa cultura del disfrute, el diagrama del pilón. ( continuará)