los legados del Gadafi de San Jacinto!

Un mes después…

Por ALFONSO HAMBURGER.

Miguel Manrique quedó como flotando en ese sopor hirviente de las once de la mañana. San Jacinto era una mezcla de nostalgia y alegría. Mas nostalgia que alegría. No era posible que un pueblo muriese de sed , en donde el único cambio político fue el traslado del cura rumbero , estuviera preparando carnavales. No había agua ni para cocinar un tinto, pero a las tres de la tarde, en plena calle 19, un grupo de jóvenes trataban de hacer una rifa para financiar los gastos de la reina.
La noche anterior, o sea ,el 22 de enero, las ollas se habían quedado en las puertas de las casas porque el camión del agua no alcanzó. Pese al bochorno de no tener agua potable por más de 200 años, la gente vivía aquella tragedia con alegría. La calle de Miguel Manrique ,La Santi, El Puleño y más abajo de Vicente Montes Buelvas, se había alborotado por la llegada de un camión rojo lleno de agua. Aquello parecía un treinta y uno de diciembre. La gente dispuso de ollas, valdes y tanques de todos los tamaños, en espera del agua, pero no alcanzó. Fue el mejor disfraz de los carnavales. Hubo chismes y jolgorio. Había defensores de la administración. Otros los atacaban. Pero la mayoría de la gente ponía buena cara a tan lamentable situación.
Mi intención era llegar a casa palma o la bola de barro a visitar a Vicente Montes, a quien no veía desde las elecciones. El vivía a solo una cuadra, pero la fiesta que desató la llegada del agua nos impidió llegar donde Vicente, porque todos querían llenar sus vasijas.

 

El camión nos distrajo de la agenda.
Vicente Montes se acostó muy bien después de comprarle útiles a sus nietos. Se levantó a hacer café en medio del silencio de los perros, que parecían entumecidos por el frío. Vicente bebió café, oró un rato y se acostó en su hamaca colgada en la segunda casa de palma, donde pegaba la brisa del patio.
Cuando su nuera le estremeció la hamaca para que Vizo fuera por el suero el zapatero no se movió. Tal como le pasó al juglar Juancho Polo Valencia, el gran Vizo murió en su hamaca con el acordeón crucificado en el pecho.
Su muerte fue una puñalada para todos.
Miguel Manrique se daba contra las paredes y todos lloraban.
Vizo tenía una mirada serena y profunda que dejó clavada en nosotros. Una mirada de reclamos para que nadie obrara mal.
Sus historias eran de fantasía. Alguna vez estuvo en La Guajira, donde aprendió muchos secretos. Decía muy serio que uno de sus trabajos era tirarle la toalla a Diomedes Díaz en los conciertos. También fue zapatero fino, cuidador y calzador de gallos de José de La Cruz Rodríguez, preparaba café con un pulso de cocinero viejo y compraba ñame por quintales para regalar. También era reciclador, distribuidor de suero a domicilio y escuchador de radio de honda corta. Sabía de todo. No admitía hablar mal de nadie y regañaba con su mirada. La mejor descripción de Vizo la hizo Raúl Gómez Alandete, se parecía a Gadafi.
El sepelio de Vizo fue un entierro papal. Lo velaron en la sala de casa palma. Lo prepararon para tres días, para esperar que llegarán sus nueve hermanos y su único hijo, que andaba bien lejos.

Pero su sepelio fue precipitado. Fue el 24 de enero, a las diez de la mañana.
Miguel Manrique que lo visitaba dos veces al día, estaba rabioso. A Vicente no lo llevaron a la iglesia central, lo que dejó un sinsabor entre la feligresía católica.
Parece que sus familiares más allegados son de otra religión y solo hubo una oración laica.

El calor era muy pegajoso y Miguel Manrique , católico,apostólico y romano, sin ningún tipo de mandato sobre su amigo, se sintió flotando en un espacio desconocido,entonces fue asaltado por un ataque de soledad, del que aún no se repone.

Por la tarde, Miguel recordaba las largas tertulias de los últimos meses en casa palma. Sintió un desesperado deseo por ir al centro para enterarse de los últimos acontecimientos.
A su regreso, en frente de la Mutual, supo que ya Vicente se había ido para siempre, cuando fue asaltado por un grupo numeroso de danzarines y disfraces que seguían una cumbiamba, mientras una reina de barrio tiraba besos y ponía su mejor pose, porque había comenzado el carnaval.

 

 

Alfonso Hamburger

Celebro la Gaita por que es el principio de la música.

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