MURIÓ UNO DE LOS VIZCONTI, EN SINCELEJO
. Oscar Monterrosa R.
– La vida elegíaca de Oscar Monterrosa Rivera.
Por Alfonso Hamburger
UNO
Oscar Monterrosa Rivera, el líder de “Los Vizconti”- con zeta-, quien murió hoy, tuvo su máxima figuración en medio de un escándalo. En enero de 2014, el Festival Sabanero de Sincelejo surgía de sus cenizas, porque habían descubierto que no estaba muerto, sino que andaba de parranda. Uno de los pocos lunares, en medio de la austeridad con que se hizo aquel evento, después de doce años de haber sido enterrado, fue la descalificación a la final del insuperable Manuel Vega Vásquez, que a todas luces era el favorito, quien ya no parecía acostumbrarse a que lo dejaran de segundo casi todas las veces en Valledupar. Vega Vásquez, sin duda había sido despojado varias veces del primer lugar en aquellas tierras vallenatas, pero que lo dejaran por fuera en su propia tierra sabanera, ya si era el colmo. Ni siquiera lo habían promovido a la final.
Aquella vez Vega me buscó por todo el escenario y estuvo a punto de agredirme, él y su cantante. De no ser por Felipe Paternina, de pronto yo hubiera cogido trompadas del furibundo descabezado. Yo era el vicepresidente del Festival y como el presidente, Rubén Darío Salcedo, estaba por Bogotá, hubo una especie de golpe de Estado, que acabaría con el moribundo evento. Yo apenas contemplaba el escenario desde las gradas. No me dejaron subir a tarima. Los jurados actuaron libremente, pero sin duda, habían dejado afuera a Manuel Vega Vásquez para acomodar las cosas, sin obstáculos.
La piedra en el zapato, se creía, era la presencia en la final de Oscar Monterrosa Rivera, un músico callejero, sin palmares alguno, quien ha fallecido este martes en Sincelejo, a los 61 años, aquejado por una diabetes que le paralizó sus dedos.
II
Los Visconti, paradójicamente, surgieron en Argentina en el mismo año que nació Oscar Monterrosa Rivera en San Antonio de Palmito, Sucre, en 1959.
Y como cinco de los siete hijos varones de Joselito Monterrosa Pérez nacieron con limitaciones visuales y luego se les vio por las calles tocando acordeón, con sus ojos distraídos, como los de Diomedes Díaz, que no les hacían caso, la gente empezó a compararlos, jocosamente, con los famosos hermanos Visconti, de Argentina. Y ellos no se molestaban, porque adoptaron aquel remoquete como cosas del folclor. Hasta los locutores los presentaban en tantos festivales como “Los hermanos Vizconti”.
Los Monterrosa Rivera, nueve en total, porque hay dos mujeres- una bizca y otra normal- ven poquito, pero nacieron con agudeza de oídos. Todos son músicos, que sueltan el acordeón para tomar la caja o la guacharaca. Pero caramba, sus vidas no han atravesado por senderos esplendorosos. La vida les ha dado duro. Les ha sido estrecha. El haber nacido en cuna humilde, en un pueblo sabanero cercano del mar, primero invadido por la subversión y después casi arrasado por los paramilitares, y con ese defecto de la vista, no les permitió un buen posicionamiento comercial, no obstante el talento que tienen, hasta terminar por estos días cantándole a Dios. Mientras San Antonio de Palmito busca una salida propia al Mar, ahogado por Coveñas y San Antero, sus habitantes esperan mejores cosas. Los hermanos Monterrosa son una de las dinastías a mostrar, en un eventual paquete de atractivos de aquel lugar, a solo un metro sobre el nivel del mar. Se dice Dinastía por costumbre, porque en Valledupar creen que las dinastías mariscales se dan a la cuarta generación. Acá hay mucha de esa fruta.
Allí murió, ya hace años, Joselito Monterrosa Pérez, quien nació con la limitación visual que le heredaron sus hijos y sus nietos. Era ciego de nacimiento. Su mujer, Elodia Rivera, de 77 años, con sus ojos intactos, hoy llora el cadáver de Oscar, quien fuere el líder de la dinastía Vizconti. Quedan, Juan, cajero, quien lamentablemente perdió uno de sus brazos un 24 de diciembre, de madrugada, cuando regresaba de tocar un baile en Toluviejo con el acordeonista Lucho Covo, en una Ford. Se quedó dormido con el brazo afuera y un camión que iba desde Sincelejo se lo tronchó. Igual, queda Delfin, de 53 años, quien toca todos los instrumentos. Delfín fue uno de los que nacieron con los ojos sanos, pero hace veinte años, en un fandango, una bala perdida le mató uno de los ojos. Dos policías fueron los culpables de la nueva desgracia. A Delfin le siguen Yobani , Josè Elias, Manuel y Adonay, quienes ahora tocan música cristiana. Una de las mujeres tiene sus ojos buenos, la otra no.
Igual herencia tienen los dos hijos de Oscar, quien será sepultado con poca gente este martes, por asunto de la cuarentena. Uno de sus hijos ve muy bien, el otro ( una niña) no. Hasta el momento todo parece ser una herencia, como la misma música.
DESDE NIÑOS.
Desde pequeños los hermanos Monterrosa empezaron a animar cuanto festival había en La Sabana, con un estilo sabanero depurado. Tocaban por las calles. Tocaban parrandas e iban a festivales, en medio del poco apoyo a la música terrígena, tocaban de oídos, practica que empezó a sucumbir ante la arremetida de otros estilos del acordeón. Ni la radio a veces ponía sus temas. Caso de análisis en el grupo del PES Vallenato.
Oscar era un necio, que seguía el estilo de Miguel Duràn, neto sabanero, de notas bien zurcidas y canto simple, a garganta limpia, sin gran léxico, pero con gracejo para dejarse escuchar. La vida los fue relegando, en medio de los accidentes y las limitaciones de sus ojos. Era inteligente y humilde..
Se podía decir que Oscar era un terco, dentro de su acento sabanero, que era natural. Escuchaba radio y sabía por dónde iban las cosas, en medio de la ausencia del Festival Sabanero, donde siempre se inscribía con entusiasmo, sin importarle2dwss1 las limitaciones ni el puesto que le dieran. Su acordeón era muy limitada, casi que remendada con esparadrapo, pero aun así le sonaba muy bonita. Tocaba y cantaba. Después ya no cantaba, porque todos querían emular a Ricardo Cárdenas o a Diomedes Díaz. En 2010 surge la voz de Horacio Mora, quien venía imitando a Enrique Díaz, con el tema Ozama Ben Laden. Graban en los estudios de Miguel Duran Olaya, con el apoyo de la Alcaldía de San Antonio de Palmito, el CD Dinastía Sabanera, que se encuentra en el canal Youtube. Después grabaron otros CD, dónde canta el mismo.
Cuando resurge el Festival Sabanero, se me acercó en una parranda y me dijo. “Ahora con usted ese Festival si va a levantar”. Calculó mal, el festival cayó en manos de la política. Lo volvieron a enterrar.
VIDA CON DIFICULTADES.
Dentro de la vida de tragedia de Oscar, quien a su muerte estaba muy delgado y era sometido a diálisis por la pérdida de sus riñones, hubo un suceso que le dio tan duro como la diabetes que agarró, la muerte de su mujer, con la que dejó dos hijos. Ella trabajaba de noche en una venta de comidas rápidas para ayudar la precaria economía familiar. Vivían por los lados de La Pollita, en Sincelejo, un sector bastante elevado, pero deprimido, donde un hombre se enamoró de ella. Según algunos vecinos, la mujer no le siguió el juego y éste la apuñaló. La muerte de ella, como tantas, quedó impune.
OSCAR A LA FINAL
La descalificación de Manuel Vega en el Festival Sabanero de 2014, fue un escándalo. El cartagenero era capaz de derrotar a todos los finalistas con una sola mano, decían unos. A algunos acordeonistas de esa final, el acordeón parecía pesarles, argumentaban otros. El Festival Sabanero se había privado de elegir a Manuel Vega, quien le daría brillo, y era, además una manera de des-agraviarlo por lo que le venían haciendo en Valledupar, donde supuesta mente le habían quitado la corona como nueve veces, analizaban el la radio. En medio de la tormenta estaban William Torres Villalba, quien resultó ganador, y Oscar Monterrosa Rivera, el de los Vizconti. De William, no decían tanto, pero sí de Monterrosa, quien en medio de su humildad, pese a que se puso trapos nuevos, en la final se vio con un peso demasiado grande, sorprendió por lo que tantas veces le habían negado . Las luces del estadio y la TV ( en la Plaza de Majagual), y aquello de haberse alimentado de notas callejeras, le pudieron haber jugado una traición. Su acordeón no fue tan brillante como en las eliminatorias. Quizás se aturdía cuando veían a Vega paseándose por la plaza como un toro envalentonado, buscando desquite y miraban tocar a Oscar con aquella humildad, sin poder controlar sus ojos. Alguien- decían- había manipulado las tarjetas.
Quienes defendían a Monterrosa, decían que Vega podría tocar mil veces más rápido, pero la nota de Oscar era la propia nota sabanera, sin pisadas rebuscadas en el teclado, sin correr y sin” pendejiar”, como dice el Alcalde de Cartagena. Monterrosa era la nota campesina, elemental, pero profunda. Y además cantaba sin necesidad de que fueran dos para un solo instrumento, como argumentaba Andrés Landero, para contradecir a su verdugo Miguel López, quien se salia con la suya, pero luego iba a ser condenado por la historia como el primer rey mudo. Hoy Oscar se debe estar burlando de todos, allí en el cielo. De la calle había subido a la tarima, para quedar en la historia.
Manuel Vega volvió años después, y ganó sin problemas la corona sabanera.
Y Oscar, sin pretenderlo quizás, en base a su estilo, apegado a lo más puro de su nota sabanera, quizás un Juancho Polo sin título y sin prestigio, aquella noche de enero de 2014, alcanzó la cúspide de su carrera. Después no se le vio más, hasta ayer que se cerró su acordeón para siempre.