LOS ACORDEONEROS, HÉROES OLVIDADOS EN LA CADENA MUSICAL.
Si Rufino Barrios no hubiese muerto en el accidente que le quitó la vida, muy seguramente habría muerto de cáncer, o al menos estaba en riesgo de contraerlo. La autopsia que le hicieron reveló algunas manchas y presencia de partículas de aluminio en los pulmones.
Rufino no sólo era un excelente acordeonista, autor del éxito Isabelita, sino que como acordeonero se le metía por dentro a los acordeones, los desarmaba y después los armaba. Incluso montò su propia marca, acordeones Rufib, que hicieron furor desde Sincelejo. Su control era el maestro Calixto Ochoa, su vecino, quien los probaba antes de salir de la fábrica casera.
Los técnicos de acordeón de antes, quienes aprendieron solos, poniendo la curiosidad y el ingenio, pues los arrugados llegaban sin manual, afinaban con la boca. Aquello era peligroso, porque tragaban partículas de la raspadura de los pitos y se iban envenenando silenciosamente con ese elemento. Al parecer, el maestro Ramón Vargas, quien fuera uno de los más consagrados técnicos de acordeón, murió de una enfermedad extraña. Casi que no se sabía que era lo que lo afectaba. Murió muy joven. Apenas le llevaba cinco años a Adolfo Pacheco. No se sabe si la actividad de técnico de acordeón, lo afectó.
Esto personajes son unos héroes casi anónimos y han sido muy importantes en el proceso de afianzamiento del acordeón en la muisca popular colombiana. Los granados en Valledupar, Calixto Ochoa en la sabana y sobre todo Ismael Rudas Jaramillo, en Caracolicito, Cesar, son apenas algunos de los más conocidos, quienes cumplían múltiples funciones. Calixto era muy ingenioso, pues rompía adrede la aparente normalidad de los tonos. Dejaba bajos y altos, lo que le daba a las interpretaciones ciertas armonías extrañas, que marcaban la diferencia.
Para tratar este tema de los luthieres criollos, hoy invitamos al maestro Rodrigo Rodríguez, uno de los más consagrados n este arte solitario y a veces anónimo.
Como esta amigo estamos pendientes con una entrevista