¡La cultura del perrateo!
-¡Me están masacrado en vida!
Por ALFONSO HAMBURGER
Tener fama cuesta. Aunque soy desconocido en gran parte del país, en la medida en que mi nombre se ha ido esparciendo, porque mis más de dos mil crónicas , reportajes, libros y documentales en radio, prensa, internet y TV trabajan para mi imagen mientras duermo, he venido recibiendo todo tipo de ataques personales, laborales y matoneo psicológico. No quiero exiliarme en mi mismo. No quiero irme como se fue Jorge Marel y otros, acosados por la cultura del perrateo. Siento que me están linchando moralmente.
Sin embargo Dios no me deja como a Leandro, soy fuerte y como el acero me doblo pero no me parto. Eso lo dijo en la presentación de mi novela “Ataque de Frio de Perros” Alberto Salcedo Ramos, en el 2008, aduciendo que he puesto mi periodismo a favor de causas nobles. Así es, jamás escribiré una sola letra a favor de los corruptos, que se vienen inventado cosas para difamarme. Me pesa la mano cuando escribo y ellos lo saben. Tiemblan cuando apunto hacia ellos, entonces ladran. Voy a tratar de enlazarlos a todos, en esta crónica aclaratoria, para ejercer mi derecho a la defensa, basada en que en mis 35 años de periodismo, jamás he sido demandado por injuria o calumnia. Nunca digo mentiras. Aunque he tenido muchas equivocaciones, nunca he tenido que rectificar una sola información. No han sido errores dolosos.
Quise, al iniciar esta nota, hacer un glosario de mis reconocimientos nacionales, regionales e internacionales- que pueden ser más de 50-, pero prefiero no hacerlo, porque entonces van a argumentar que soy ególatra. Al diablo con la modestia, que es una posición para los pendejos. Yo soy bueno en lo que hago. Soy todo terreno. Escribo para entenderme. Y comunico porque para eso nací. Casi no me guardo nada, porque aun creo que siempre hay otras formas de contar y de hacer las cosas. Quien guarda comida y noticias guarda pesares. No todo está dicho. En este aspecto me diferencio del Profesor German de Jesús Joaquín Laureano Bustillo Pereira (QEPD), uno de los genios grandes de San Jacinto, quien no fue ambicioso para publicar y en su gran modestia advirtió que tenía poco que aportar a lo que ya está publicado por los grandes escritores y filósofos de la historia. Esa revelación me la hizo su hermano Gabriel José Bustillo Pereira, en la conversación que tuvimos en La pasada Fiesta del Pensamiento. Su gran modestia lo hizo un gigante, entre muchas otras virtudes.
La fama es cosa de locos. Y en la medida de que mi fama ha caminado por las calles y caminos reales, sobre todo ahora que funjo como escritor- quiero ser youtuber e influencer también- los ataques se han incrementado. Acabo de perder mi puesto, pero estoy feliz porque clamé porque gente más humilde conservara su trabajo. Y hasta gallinas me han ofrecido, les dije que no.
En Julio pasado un colectivo cultural de Los Montes de María escogió mi nombre para el II Encuentro Internacional de poetas y escritores de esta zona donde nací. Confieso que me sentí extraño, como si tuviera carne de gallina y me fuesen a pelar con agua caliente. Yo no hago trabajos para ganar premios ni para recibir homenajes. Lo hago con la facilidad de quien se bebe un vaso de agua, en forma espontánea. Creía que los homenajes eran sòlo para los juglares, con los que merecidamente bautizan tantos festivales. Me acordé de nuestro Andrés Landero, a quien le hicieron un homenaje en un festival, lo mantuvieron sentado en la tarima hasta las cuatro de la madrugada, mientras un locutor analfabeta se desgañitaba dando vivas a la conciencia, un licor popular, que patrocinaba ese evento, con los ojos enterrados en el piso. No dispusieron un hotel y a esa hora tuvo que regresar a San Jacinto. Su nombre aquella noche estuvo por debajo del licor popular. De regreso casi se matan en la carretera. Por eso a veces no entiendo de qué se tratan los homenajes ni para qué sirven, con qué se comen y què intenciones tienen. Lo único que acepto es que deben ser en vida. Después de muerto no se sienten las caricias.
Caramba, pero ya había dicho que sí y pronto se me olvidó. Sòlo esperaba que lo hicieran bien, entonces me olvidé del azúcar tan alto que tenía y me puse a beber. Ahora me iban a hacer un homenaje que yo no esperaba y debía comportarme bien, como todo un señor joven bien puesto y con magnifica conducta. Pero se me olvidó el bendito embeleco de Neil Reyes, Robert Landero y de Gonzalo Alvarino, a quien no conocía muy bien. Estaba dispuesto a sacarlos del problema en que se habían metido con quienes van muy delante de mí y no tuvieron mi suerte.
Habían pasado las fiestas patronales de San Jacinto. Era lunes y sólo quedaban los cascarones de las cervezas y la basura del guayabo, entonces decidí soltar la perra. Cuando llegué donde Miguel Manrique, ya eran las once de la mañana, el sol estaba muy bravo y Bleydis, la mujer de Migue, preparaba un sancocho. Miguel y un hijo de Cable de Buque, que se mandó a hacer una prótesis con varices y todo cuando le cortaron la pierna antes de morir, compartían el mismo charco de la saliva bajo un palo de abeto en la puerta de la casa, escuchado música de una grabadora. Cuando intenté poner uno de mis temas me atacaron, que estaba desafinado, que era un atrevido. Me estaban matoneando. Pero no me fui. Hablaban mal de casi todos. El hijo de cable Buque, cuyo nombre ni me acuerdo, estaba hablando feo de Los Hermanos Lora, que para mí tienen muchos merecimientos. Decía que tenía un hermano muy bueno para el canto. Relataba que alguna vez invitaron a los Hermanos Lora a una parranda, pero que la mujer del anfitrión apenas oyó cantar a su hermano, le dijo a los Lora que se callaran, que el resto lo cantaba el que había llegado como corista. ¡Que barbaridad!
De modo que en medio de la cultura del perrateo, que también me afecta por estos días, nos comimos el sancocho- Soy de esa casa, porque Miguel es mi hermano- y en la noche caminamos abrazados, borrachos hacia la plaza, como tenía años sin hacerlo. Se me había olvidado el homenaje y la diabetes. Volví a ser el mismo muchacho de antes con todos los arrestos. En café Cerro e Maco seguimos cantando desgarradamente, desafinados a veces, sin importar quienes estuviesen allí. Llegó Rafael Pérez García entonces la vaina ya se formó. Hicieron videos que inundaron las redes sociales y sòlo al final saludé a una dama encopetada que estaba en una esquina viendo la maroma. Ya la había embarrado. Un tipo al que le van a hacer un homenaje en Los Motes de María como el hombre que ha trabajado por la memoria y ha escrito muchos libros no debe dar papaya. En realidad se me había olvidado todo. Solo quise ser yo sin pisadas apresuradas sobre el asfalto. Nada más.
Ese otro día recibí el primer dardo. Un amigo a quien yo quiero y admiro mucho, me puso un mansaje a mi WhatsApp. Era la captura de su hoja de vida en una página en francés, donde aparece su registro como Magíster en Filosofía de la Universidad La Sorbona de Paris.¿Es complejo de inferioridad o de superioridad? Y debajo de su nombre escribió. “Mira, Pocho y no me las pico”.
Ya me acostumbré a no contestar emotivamente en las redes, respiré profundo y le puse, Claro… ¿Y quién lo duda?
Hacía apenas tres meses un paramilitar camuflado en la organización del Festival Sabanero se había expresado mal de este amigo mío y yo estoy que mato a ese hijueputa Paraco y si lo mato uno de estos días va a ser a punta de crónicas. (Continuará)